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miércoles, 24 de febrero de 2016

El Valor de los Símbolos en las Fuerzas Armadas

Autor: MUÑOZ GRANDES, Agustín. Teniente General (R)
Fuente: Blog General Dávila
EL VALOR DE LOS SÍMBOLOS EN LAS FUERZAS ARMADAS
EVOLUCIÓN HISTÓRICA  DE LA FÓRMULA DEL JURAMENTO ANTE LA BANDERA
Desfile de las Fuerzas Armadas
Desfile de las Fuerzas Armadas. Foto Wev
Tiene su origen en el Imperio romano, cuando se exigía un juramento, el «SACRAMENTUM», para pasar de la simple condición de ciudadano a la de legionario. En toda la etapa feudal, el juramento se hace desde  la fe y solicitando la ayuda de Dios  para guardar fidelidad y lealtad al Rey.
Carlos III, en sus Reales Ordenanzas de 1768 fija una fórmula de juramento cuyos conceptos fundamentales se mantendrán en las versiones posteriores hasta la 2ª República. Decía así:
«Juráis a Dios y prometéis al Rey seguir constantemente sus Banderas, defenderlas hasta perder la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os esté mandando en acción de guerra o disposición para ella».
Reglamentó también el protocolo de la ceremonia, «instituyendo el beso a la Bandera, símbolo del poder real, que sustituye al que se daba a los evangelios e incluso a las manos del monarca, y se establece el desfile bajo sus pliegues, en señal de acogimiento». Desde entonces, la fórmula ha ido evolucionando. Trataré de señalar los matices diferenciadores a mi juicio más importantes.
Al inicio de la Guerra de la Independencia, el invasor modificó la fórmula, pidiendo lealtad al Rey José Bonaparte. En Dinamarca, el Marqués de la Romana que ya pensaba regresar a España para unirse a la lucha contra el invasor, en la última Jura de Bandera , al llegar el turno «al 3er Batallón de la Princesa la tropa se arracimó en torno a la Bandera y un Cabo, con toda energía, le dijo al Marqués que ellos no juraban lealtad al Rey José si a la Bandera de España» Quedó claro que la bandera era ya el símbolo de la nación y no la representación del Poder Real como en épocas anteriores.
Durante el Trienio Liberal (1820-23) se mantiene en esencia la fórmula de Carlos III, pero se promete a la Nación Española y no sólo al Rey, y se demanda también «guardar y defender la Constitución de la Monarquía».
Desde principio del Siglo XX se volvió a la fórmula de Carlos III. Es la que juraron los posteriormente llamados militares africanistas, entre ellos el Cadete Francisco Franco, en 1908. Durante la Dictadura de Primo de Rivera se quiso precisar el texto, diferenciando juramento (a Dios) y promesa (al Rey).
La 2ª República introduce un cambio radical. En la Orden de 6 mayo 1931, desaparece toda alusión a «Dios» y desaparece el vocablo «juramento»; el beneficiario de la promesa pasa a ser el Gobierno.  Se suprime la ceremonia del beso a la Bandera, y tampoco se hace alusión a la disposición de dar la vida. La fórmula queda así:
«Prometéis ser fieles a la Nación, leales al Gobierno de la República, obedecer y respetar y no abandonar a quién os mande» 
A la respuesta del SI, PROMETO, quién ha formulado la pregunta añadirá. «La Ley os amparará y la nación os premiará si así lo hacéis  y, si no, seréis castigados». (Coincido con Hugo O´Donnell en su apreciación de que es una fórmula muy dura y, desde luego, muy poco poética).
En septiembre de 1936, la Junta de Defensa Nacional aprueba la fórmula que yo juré (y posiblemente la gran mayoría de nuestros actuales académicos) y que persiste hasta 1980.
«¡Soldados! ¿juráis a Dios y prometéis a España, besando con unción su bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si preciso fuera, en defensa del honor e independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangre?»
A la respuesta de SI, JURAMOS, quién ha tomado el juramento añadirá. «Si así lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará; si no, mereceréis su desprecio y castigo como indignos hijos de ella». Se recupera el beso individual y el desfile bajo la Bandera, en señal de que la Patria acepta la promesa y les acoge en su seno.
Tras aprobarse la Constitución, la Ley 79/1980 introdujo unas modificaciones para que la fórmula se adapte a ella, introduciendo la figura del Rey, la soberanía de la Patria, su unidad e integridad territorial y el ordenamiento constitucional: «Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía  e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional hasta la última gota de vuestra sangre»
En el trámite parlamentario, una minoría  puso en discusión la necesidad de incluir el vocablo “unidad” y mantener la alusión a Dios.
Veinte años más tarde, la ley 17/1999 introdujo en la fórmula los conceptos que subrayo:
«Soldados: Juráis por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España»
Se suprimen la alusiones a la soberanía, independencia, unidad e integridad territorial y el «hasta la última gota de vuestra sangre» que ya tenía una arraigada tradición. Los soldados contestan «SI, LO HACEMOS», por entender que así se evita la duda de dar respuesta  al juramento o a la  promesa.
La fórmula actual mantiene este texto con una única modificación que introduce la Ley 39/2007 de 19 noviembre: Se suprime la referencia a Dios. Aunque sea reiterativo, repito íntegramente el texto y el protocolo de la ceremonia:
«¡Soldados! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?»
La respuesta será ¡SI, LO HACEMOS! Quién toma el juramento dirá: «Si cumplís vuestro juramento o promesa, España os lo agradecerá y premiará, y si no os lo demandará»…Soldados ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA REY!  El Capellán dirá «Ruego a Dios os ayude a cumplir lo que  habéis jurado o prometido» (Es una invocación personal del páter, que no contradice la eliminación del vocablo Dios en la fórmula). A continuación los soldados besarán individualmente la Bandera, para pasar después bajo sus pliegues en la cruz que forma el sable extendido del Jefe y el asta de la Bandera. La promesa del Soldado de “hacer guardar la Constitución” siempre se ha prestado a debate por considerar que excede de las atribuciones individuales del soldado, y se puede prestar a malas interpretaciones.
Desde Mayo de 2004 se autoriza y anima al personal civil, sin distinción de sexo o creencia religiosa, a jurar bandera, para sellar su compromiso de defender a España.  Es bueno recordar que sigue plenamente vigente el artículo 30.1 de la Constitución: Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España. La fórmula actual ha quedado establecida así:
«¡Españoles!: ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey, y si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?»
Tras la respuesta del ¡SI, LO HACEMOS!, pasarán a besar la Bandera. Es  un acto emotivo y sencillo que va teniendo cada vez mas arraigo y que, sin duda, fomenta el patriotismo. La ceremonia es solemne, muy seria y cuidada, y en los requisitos, muy simples, que se piden al ciudadano que voluntariamente lo solicita, se trata, y creo que se consigue, evitar que se tome por un simple acto festivo por quienes desconocen la importancia del juramento o promesa, que exige un compromiso vitalicio basado en la Lealtad, Fidelidad y Amor a España, un acto generoso en el que, sin pedir nada a cambio, se ofrece todo, incluso la propia vida. Hay que evitar que acudan quienes no lo sienten así, recordando la frase atribuida a Pierre Corneille: «el mentiroso es pródigo en juramentos».

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