Dedicado a los soldados de todos los tiempos, encuadrados en los Ejércitos de España, que un día lucharon con valor, sirvieron con lealtad y murieron con honor.
14 de septiembre de 1921. En plena recuperación de la zona, perdida tras la derrota de Anual, una sección de legionarios es relevada de una posición defensiva de circunstancias en la falda este del Gurugú, entre el blocao de Sidi Ahmed el Hach y la segunda caseta. Esta posición era el blocao de Dar Hamed, también conocida como blocao «El Malo» y que, posteriormente, se conoció como «El blocao de la Muerte».
Legionario. Foto Web |
El relevo lo proporcionará una sección del Batallón disciplinario de Melilla, cuyo mando ostentaba el Tte. José Fernández Ferrer y duró casi toda la jornada de un inclemente miércoles, bajo un férreo tiroteo de las harkas rifeñas.
Relevados los legionarios, vuelven alegres con su bandera, pues llevaban semanas guarneciendo el precario bastión.
Por el contrario, los nuevos ocupantes de «El Malo» son sometidos durante toda la noche a un incesante asedio que les causa varios muertos y numerosos heridos, entre los que se encuentra el oficial al mando.
Al mediodía siguiente, aprovechando un breve alto del paqueo enemigo, el teniente manda personal a pedir ayuda a la segunda caseta.
A media tarde, el Tte. Eduardo Agulla Jiménez Coronado es informado de la angustiosa situación de Dar Hamed y solicita acudir en auxilio con sus legionarios destacados en Atalayón, cosa que es denegada por la importancia estratégica de su posición. El oficial pide voluntarios entre sus hombres para la fatídica empresa, presentándose toda su fuerza y teniendo que seleccionar a quince valientes que no temían su incierto destino.
El honor de acudir en defensa de los sitiados les correspondió a:
Cl. 1ª Suceso Terreros López
Cl. Lorenzo Carmps Puigredón
Cl. José Toledano Rodríguez
Cl. Gumersindo Rodríguez López
Cl. Francisco López Vazquez
Cl. Ángel Lorinz Berber
Cl. Rafael Martínez Ródenas
Cl. Félix de las Ajeras Alba
Cl. Juan Vicente Cardona
Cl. Manuel Duarte Sousa
Cl. Juan Amorós Lerix
Cl. Enrique García Rodríguez
Cl. Francisco López Hernández
Cl. José Fuentes Valera
Cl. Antonio Martínez Villen
Foto histórica de la Guerra de Marruecos. Foto Web |
Estos valientes soldados, al despedirse de sus compañeros y sabiendo que no volverían a verse hasta la otra vida, emotivamente les entregaron unas cartas de despedida para sus familiares y, también, las directrices de qué hacer con sus escasos bienes. El Cl. Lorenzo Carmps le entregó humildemente a su oficial la exigua paga que había cobrado hacía días, pidiéndole que la donara a la Cruz Roja, para atender a los numerosos heridos y mutilados, pues a donde él iba no la necesitaría, cosa que imitaron varios legionarios.
El pelotón, al mando de Suceso Terreros, se puso en marcha, con el pecho oprimido por la motivación de ser los elegidos para la gloria y con la amarga sensación de dejar a sus hermanos de armas atrás, probablemente para siempre.
Caída la noche, al llegar a las inmediaciones de «El Malo», los rifeños cercaban el puesto que habrían de defender. Calaron sus bayonetas y, con gran dificultad bajo fuego, consiguieron llegar al deteriorado blocao, lamentando dos bajas legionarias. Sin solución de continuidad, se presentaron al gravemente herido oficial y se distribuyeron los puestos de defensa del precario refugio.
Construcción de un Blocao. Foto Web |
La noche del 16 de septiembre del año 1921 fue una de esas épicas batallas que contaban los juglares. Las harkas rifeñas se ensañaron al ver que la exigua posición no capitulaba y atacaron con cañones a corta distancia. Los defensores se encontraban en el blanco de miles de proyectiles, lo que les causó gran número de muertos y heridos graves. Con la única consigna de mantener la posición a todo trance, el Tte. jefe de la defensa recibió varios disparos que agravaron su ya critico estado hasta perecer. Del mismo modo, cayeron los suboficiales a los que iba pasando el mando del fuerte, hasta llegar la sucesión al Caballero Legionario de Primera Suceso Terreros López que, lejos de amedrentarse en una situación caótica y funesta, supo elevar la moral de sus legionarios y también la de los pocos soldados del disciplinario que quedaban vivos y aguantar las descargas hasta consumir toda la munición propia.
Llegados a este punto, el bravo legionario Terreros decidió mandar a pedir refuerzos a sus hermanos legionarios de la segunda caseta, mientras los escasos supervivientes esperaban al despiadado moro, para terminar el combate con el cuerpo a cuerpo.
Y así ocurrió. Cuando los atacantes dejaron de escuchar los disparos de la defensa, acercaron el cañón y desintegraron la estructura del blocao, que se defendía con exorbitante osadía. Tras esto, se acercaron para rematar a cualquier español que hubiese sobrevivido.
A pesar de infligir el mayor de los castigos a los sitiados, al llegar a su posición, los malheridos legionarios plantaron combate a golpe de machete y gumía. Pero la superioridad numérica hizo que no sobreviviera ningún bravo español y los rifeños abandonaron la zona tras saquearla.
Casi al alba, el legionario y el soldado mandados a por auxilio del blocao llegaron a su destino, enviando una nueva unidad legionaria de refuerzo. Pero, al llegar a Dar Hamed, el panorama era dantesco, lo único que encontraron fueron cadáveres entre palos, alambres y piedras.
Emocionadamente, un legionario se aferró al cuerpo de Suceso y, entre sollozos, le pidió perdón por no llegar a tiempo a su defensa.
Con prontitud y a título póstumo, se produjo el ascenso del Cabo Suceso Terreros López, el cual pasó al libro de la historia por liderar una épica defensa, uno de los más heroicos hechos de armas de nuestro glorioso Ejército Español.
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