EL
VALOR DE LOS SÍMBOLOS EN LAS FUERZAS ARMADAS
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA FÓRMULA DEL JURAMENTO ANTE LA BANDERA
Desfile de las Fuerzas Armadas. Foto Wev |
Tiene su origen en el Imperio romano, cuando se
exigía un juramento, el «SACRAMENTUM», para pasar de la simple condición de
ciudadano a la de legionario. En toda la etapa feudal, el juramento se hace
desde la fe y solicitando la ayuda de
Dios para guardar fidelidad y lealtad al
Rey.
Carlos III, en sus Reales Ordenanzas de 1768
fija una fórmula de juramento cuyos conceptos fundamentales se mantendrán en
las versiones posteriores hasta la 2ª República. Decía así:
«Juráis
a Dios y prometéis al Rey seguir constantemente sus Banderas, defenderlas hasta
perder la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os esté mandando
en acción de guerra o disposición para ella».
Reglamentó también el protocolo de la ceremonia,
«instituyendo el beso a la Bandera, símbolo
del poder real, que sustituye al que se daba a los evangelios e incluso a las
manos del monarca, y se establece el desfile bajo sus pliegues, en señal de
acogimiento». Desde entonces, la
fórmula ha ido evolucionando. Trataré de señalar los matices diferenciadores a
mi juicio más importantes.
Al inicio de la Guerra de la Independencia, el
invasor modificó la fórmula, pidiendo lealtad al Rey José Bonaparte. En
Dinamarca, el Marqués de la Romana que ya pensaba regresar a España para unirse
a la lucha contra el invasor, en la última Jura de Bandera , al llegar el turno
«al 3er Batallón de la Princesa la tropa se
arracimó en torno a la Bandera y un Cabo, con toda energía, le dijo al Marqués
que ellos no juraban lealtad al Rey José si a la Bandera de España» Quedó claro que la bandera era ya el
símbolo de la nación y no la representación del Poder Real como en épocas
anteriores.
Durante el Trienio Liberal (1820-23) se
mantiene en esencia la fórmula de Carlos III, pero se promete a la Nación
Española y no sólo al Rey, y se demanda también «guardar
y defender la Constitución de la Monarquía».
Desde principio del Siglo XX se volvió a la
fórmula de Carlos III. Es la que juraron los posteriormente llamados militares africanistas,
entre ellos el Cadete Francisco Franco, en 1908. Durante la Dictadura de Primo
de Rivera se quiso precisar el texto, diferenciando juramento (a Dios) y
promesa (al Rey).
La 2ª República introduce un cambio radical. En
la Orden de 6 mayo 1931, desaparece toda alusión a «Dios» y
desaparece el vocablo «juramento»; el beneficiario de la promesa pasa a ser
el Gobierno. Se suprime la ceremonia del
beso a la Bandera, y tampoco se hace alusión a la disposición de dar la vida.
La fórmula queda así:
«Prometéis ser fieles a la Nación, leales
al Gobierno de la República, obedecer y respetar y no abandonar a quién os
mande»
A la respuesta del SI, PROMETO, quién ha formulado
la pregunta añadirá. «La Ley
os amparará y la nación os premiará si así lo hacéis y, si no, seréis castigados». (Coincido con Hugo O´Donnell en su
apreciación de que es una fórmula muy dura y, desde luego, muy poco poética).
En septiembre de 1936, la Junta de Defensa
Nacional aprueba la fórmula que yo juré (y posiblemente la gran mayoría de
nuestros actuales académicos) y que persiste hasta 1980.
«¡Soldados! ¿juráis a Dios y prometéis a
España, besando con unción su bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros
jefes, no abandonarles nunca y derramar, si preciso fuera, en defensa del honor
e independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota
de vuestra sangre?»
A la respuesta de SI, JURAMOS, quién ha tomado
el juramento añadirá. «Si así
lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará; si no, mereceréis su
desprecio y castigo como indignos hijos de ella». Se
recupera el beso individual y el desfile bajo la Bandera, en señal de que la
Patria acepta la promesa y les acoge en su seno.
Tras
aprobarse la Constitución, la Ley 79/1980 introdujo unas modificaciones para
que la fórmula se adapte a ella, introduciendo la figura del Rey, la soberanía
de la Patria, su unidad e integridad territorial y el ordenamiento
constitucional: «Juráis
por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su
Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarles nunca y
derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e
integridad territorial y del ordenamiento constitucional hasta la última gota
de vuestra sangre»
En el trámite parlamentario, una minoría puso en discusión la necesidad de incluir el
vocablo “unidad” y mantener la alusión a Dios.
Veinte años más tarde, la ley 17/1999 introdujo
en la fórmula los conceptos que subrayo:
«Soldados: Juráis por Dios o prometéis por
vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares,
guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer
y respetar al Rey y vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera,
entregar vuestra vida en defensa de España»
Se suprimen la alusiones a la soberanía, independencia,
unidad e integridad territorial y el «hasta
la última gota de vuestra sangre» que ya
tenía una arraigada tradición. Los soldados contestan «SI, LO HACEMOS», por entender que así se evita la duda de
dar respuesta al juramento o a la promesa.
La fórmula actual mantiene este texto con una
única modificación que introduce la Ley 39/2007 de 19 noviembre: Se suprime la
referencia a Dios. Aunque sea reiterativo, repito íntegramente el texto y el
protocolo de la ceremonia:
«¡Soldados! ¿Juráis o prometéis por vuestra
conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar
y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y
respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera,
entregar vuestra vida en defensa de España?»
La respuesta será ¡SI, LO HACEMOS! Quién toma
el juramento dirá: «Si
cumplís vuestro juramento o promesa, España os lo agradecerá y premiará, y si
no os lo demandará»…Soldados
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA REY! El Capellán dirá
«Ruego a Dios os ayude a cumplir lo
que habéis jurado o prometido» (Es una invocación personal del páter,
que no contradice la eliminación del vocablo Dios en la fórmula). A
continuación los soldados besarán individualmente la Bandera, para pasar después
bajo sus pliegues en la cruz que forma el sable extendido del Jefe y el asta de
la Bandera. La promesa del Soldado de “hacer guardar la Constitución” siempre
se ha prestado a debate por considerar que excede de las atribuciones
individuales del soldado, y se puede prestar a malas interpretaciones.
Desde Mayo de 2004 se autoriza y anima al
personal civil, sin distinción de sexo o creencia religiosa, a jurar bandera,
para sellar su compromiso de defender a España.
Es bueno recordar que sigue plenamente vigente el artículo 30.1 de la
Constitución: Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España.
La fórmula actual ha quedado establecida así:
«¡Españoles!: ¿Juráis o prometéis por
vuestra conciencia y honor guardar la Constitución como norma fundamental del
Estado, con lealtad al Rey, y si preciso fuera, entregar vuestra vida en
defensa de España?»
Tras la respuesta del ¡SI, LO HACEMOS!, pasarán
a besar la Bandera. Es un acto emotivo y
sencillo que va teniendo cada vez mas arraigo y que, sin duda, fomenta el
patriotismo. La ceremonia es solemne, muy seria y cuidada, y en los requisitos,
muy simples, que se piden al ciudadano que voluntariamente lo solicita, se
trata, y creo que se consigue, evitar que se tome por un simple acto festivo
por quienes desconocen la importancia del juramento o promesa, que exige un
compromiso vitalicio basado en la Lealtad, Fidelidad y Amor a España, un acto
generoso en el que, sin pedir nada a cambio, se ofrece todo, incluso la propia
vida. Hay que evitar que acudan quienes no lo sienten así, recordando la frase
atribuida a Pierre Corneille: «el
mentiroso es pródigo en juramentos».
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