Fuente: Blog El desastre de Annual
A 6 kilómetros de Annual y delimitando las kábilas de Tensamán y Beni
Tuzin se halla un montículo roquizo con forma de meseta que se extiende hacia
el este rematando en una pequeña loma poblada de árboles desde el tercio medio.
Resquebrajada, abrupta, desprovista de toda vegetación, se alza como un
centinela sobre Annual. Desde lo alto de su cumbre se ve el seco cauce del río
Uad el Kebir. A sus espaldas la cordillera de Beni Ulisex cuyo erguido pico de
Mehayast se alza entre las formaciones nubosas. Desde su cima se divisa también
la rojiza silueta de Sidi Dris, el monte Abarrán, el poblado de Amesauro y las
posiciones de Annual, Talillit y Buymeyan. Trascendente era la cercanía de
Amesauro donde se sabía se concentraba la numerosa harka formada por
beniurriageles, benituzines y tensamaníes y también el control que se ejercía
sobre el collado de Tizzi Assa. Aquel lugar se llamaba Kudia Igueriben.
Posición de Igueriben. Foto Blog El desastre de Annual |
Hace algunos días, tuve el placer de ver la entrevista que Severiano Gil
realizó en Popular TV Melilla a mi querido amigo Juan Tomás Palma Moreno. Al
margen de disfrutar de la interviú, hubo un detalle que Juan citó, y que llamó
poderosamente mi atención. No hay ningún hecho de los que ocurrieron
durante aquellos días que no tenga varias interpretaciones, en el que
diferentes testigos no aporten testimonios desiguales del mismo acontecimiento. Juan
no podía tener más razón; en cualquiera de las investigaciones que he
afrontado, me he topado de bruces ante dos o tres versiones disímiles que
dificultan el camino a seguir por no ser capaz de saber con certeza cuál elegir
para ser fiel a la realidad. En este caso, nos hallamos ante uno de los acontecimientos
más destacados y mediáticos de los que se produjeron durante el desastre: la
ocupación de Igueriben, de cuya conquista, el 7 de junio de 1921, se han
cumplido recientemente 90 años
Sobre Igueriben han corrido ríos de tinta, y es uno de los episodios más
distinguidos y célebres del desastre, y a pesar de todo lo que se ha publicado
sobre la resistencia y caída del reducto, siguen existiendo elementos que no
han quedado suficientemente claros o que todavía no han salido a la luz.
Puedo avanzaros, muy a mi pesar, que no he conseguido aclarar del todo
ninguno de los misterios que me había propuesto. Sin embargo, he decidido
escarbar en las entrañas de Igueriben con la intención de aportar algo más y
reabrir un debate que muchas veces se ha suscitado. En aquel montículo abrupto
y rocoso, se vivieron momentos que nunca me han dejado de estremecer. Allí la
vida se convirtió en una quimera, ¿hasta qué punto debían aquellos hombres ser
capaces de resistir para poder volver con sus familias? Desde luego no fue el
único lugar de la antigua comandancia donde se traspasaron los límites de lo
humanamente soportable. Nos consta que se produjeron diferentes resistencias a
ultranza, que en otras posiciones se sufrió hasta el final, y se pagó con la
vida tras la agonía física y psicológica que tuvieron que soportar sus
defensores. Pero Igueriben, ha quedado para la historia como el comienzo del
fin, el principio del Apocalipsis que engulló al ejército del general Fernández
Silvestre. En Igueriben, solo quedaba vivir o morir, pero para
ello, antes, había además que sufrir.
Preludio
Desde que el 7 de junio se ocupó Igueriben, quedó de manifiesto que su
supervivencia dependería de múltiples factores externos ante lo que poco
podrían hacer sus moradores. A estas dificultades, había que añadir el estrago
psicológico que había producido entre los hombres la caída de Abarrán y, sobre
todo, las crecientes confidencias que se recibían en la oficina de Policía
Indígena sobre la formación de una poderosa Harka. Tampoco contribuyó
favorablemente, la reunión que dos días antes habían mantenido a bordo del
Princesa de Asturias los generales Berenguer y Silvestre. Pocos conocen lo que
de verdad ocurrió aquel día a bordo del buque varado ante Sidi Dris, los pocos
testigos que presenciaron la más que probable discusión entre compañeros de
promoción, fueron el coronel Gómez Jordana, los tenientes coroneles Tulio López
y Capablanca, y el comandante López Delgado. Se cuenta que hasta tuvo que
intervenir para poner paz, el capitán de navío Eliseo Sanchís, comandante del
crucero. No parecía presagiar nada positivo aquel encuentro en el que se le
negaron a Silvestre los refuerzos que solicitó. Sin embargo, el comandante
general, a pesar de las negativas aún fue capaz de ordenar a su sección de
operaciones, un plan para afrontar una nueva conquista. Aquel mismo día tras la
entrevista, se enterraba en Melilla al cabo del mixto de artillería Manuel
González Iglesias, muerto en el hospital Docker a consecuencia de las heridas
sufridas en Abarrán. Fue el único de sus defensores que pudo ser enterrado en
la plaza.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
Igueriben se conquista el martes 7 de junio. Desde Annual, y al mando del
general Navarro, parten varias columnas que conquistan la colina con poca
oposición. Intervienen, la columna del coronel Morales, la columna
volante de Ceriñola al mando del teniente coronel Alcántara Pedrinaci,
y los Regulares de Núñez de Prado. Tanto en el desarrollo de la operación, como
en el número de fuerzas destinadas para su defensa, el estado mayor utilizó una
gran cantidad de hombres. El jefe designado para dirigir el nuevo proyecto del
general fue el comandante Francisco Mingo Portillo (05-10-1876), veterano
oficial perteneciente a la 1ª promoción de infantería que en 1943 celebró sus
bodas de oro en Toledo. Formaron parte de aquella hornada, oficiales como
Alberto Castro Girona, Leopoldo Saro, López Ochoa, Rodríguez del Barrio,
Saliquet, Dabán y otros muchos que fallecieron en las campañas y posteriormente
en la guerra civil. Mingo ascendió a teniente coronel en mayo de 1922 y
posteriormente a coronel, empleo con el que se retiró.
Los trabajos de fortificación los llevaron a cabo los zapadores de la 2ª compañía
que mandaba el capitán Jesús Aguirre. Tuvieron que esforzarse en conseguir un
parapeto en condiciones y dotarlo de troneras para preservar a los hombres que
quedarían en el interior, y todo el recinto quedó cercado de doble tendido de
alambradas. Finalmente, en aquella pedregosa y desolada colina, quedaron como
guarnición las siguientes tropas: 4ª Compañía del III Batallón, 2ª Compañía del
I Batallón, 1ª Batería ligera del Mixto de Artillería, 3 miembros de la
Compañía de Telégrafos de campaña, Compañía de ametralladoras, 10 miembros de
la Policía indígena.
La 4ª compañía del III batallón bajo el mando del capitán Fernando Correa
Cañedo, nacido en Madrid el 16 de octubre de 1881 y, desde marzo del año
anterior, destinado en el regimiento. Correa no aparece ni en los listados de
Casado, ni prácticamente es citado por ninguna fuente, sin embargo está probado
que participó en la conquista de Igueriben, en la columna volante de Ceriñola,
y que permaneció allí durante un mes. Fue, por tanto, el segundo en la cadena
de mando hasta que el 8 de julio, y en virtud de un permiso extraordinario, se
le autoriza a viajar hasta Melilla, para visitar a su esposa, Matilde Arcos,
que se halla enferma.
El 17 de julio, la Comandancia emitió una orden urgente para
que todos aquellos oficiales que se hallaban de permiso se incorporaran a sus
destinos inmediatamente. Señal inequívoca de que los presagios eran negativos.
Esta orden, según queda de manifiesto en la investigación de Picasso, fue
mayoritariamente acatada por todos los oficiales, aunque en algunos casos no
con la debida presteza. No fue el caso de Correa, que junto a otros oficiales
partieron hacia Annual en una camioneta, y una vez allí, hizo todo lo posible
para reincorporarse a su antiguo destino. Debido al cerco que se cernía sobre
Igueriben, no pudo llegar y permaneció en Annual donde, como veremos, tuvo un
destacado comportamiento. Correa ascendió a comandante en 1923, y años después
se retiró del ejército acogiéndose a las reformas de Azaña y por ser
ideológicamente opuesto al nuevo régimen. Al estallar la guerra se hallaba en
Madrid, y fue detenido en la casa de la Moneda el 8 de octubre de
1936. En un principio ingresó en la cárcel de Quiñones, aunque posteriormente
fue trasladado ala de Buen Suceso y finalmente a la de San
Antón. Durante el tiempo que permaneció preso, fue sometido a torturas y
vejaciones hasta su liberación. Pudo participar en los últimos compases de la
guerra formando parte de las tropas que tomaron Tarragona en 1938. Fernando
Correa falleció en el hospital militar Gómez Ulla el 26 de mayo de 1942. Me
contó Fernando, su nieto, que la seriedad natural que acompañaba al abuelo,
solo se rompía cuando recordaba aquel 21 de julio viendo desde Annual cómo
ardían las tiendas de sus hombres y se desmoronaba la posición en la que había
permanecido 30 días. Entonces al recordarlo, lloraba el capitán Correa.
Componían su unidad, según los listados de Casado Escudero, los tenientes Manuel
Castro Muñoz, Ovidio Rodríguez y el alférez Rafael Villanova Hoppe, y junto a
ellos, el suboficial Ramírez, 4 sargentos, 10 cabos, 2 soldados de 1ª, 101 de
2ª y 3 cornetas.
La 2ª compañía del I Batallón al mando del capitán Arturo Bulnes,
teniente Justo Sierra y alférez Luis Casado. A sus órdenes, el suboficial
Cárdenas, 4 sargentos, 10 cabos, 2 soldados de 1ª, 142 de 2ª y 5 trompetas,
tambores o educandos. Los efectivos de Ceriñola suman un total de 293 hombres.
Llama la atención que estas dos compañías de Ceriñola sean más numerosas que
otras desplegadas por el territorio que no superan los cien hombres de media.
El comandante Caballero Poveda, en su extenso y riguroso estudio sobre la
distribución de fuerzas, cifra en 194 los efectivos de Ceriñola, lo que sin
duda es una cantidad más acorde con el resto de compañías repartidas por el
territorio. Este desajuste en las cifras será, sin duda, clave para poder
calcular cuántos fueron los supervivientes.
Al margen de los desajustes habituales cuando afrontas cualquier
investigación sobre el desastre, el libro que Casado escribió tras su
liberación, ha sido clave para saber qué ocurrió durante aquellos 45 días. Luis
Casado nació en Vigo el 28 de noviembre de 1897 e ingresó en la academia en
septiembre de 1916. El regimiento de infantería de Toledo fue su primer destino
como alférez en 1919, desde donde se incorporó, pocos meses después, a la
Policía Indígena de Ceuta, hasta que en marzo de 1921 fue destinado
al regimiento de Ceriñola. El 27 de mayo, su compañía es enviada a Annual, y
formando parte de la columna volante, intervino en la toma de Talilit y días
después en la de Igueriben donde quedó de servicio. Durante el cerco,
fue herido en dos ocasiones, la última el día de la evacuación.
Como es bien sabido, fue hecho prisionero y trasladado a Axdir junto a
varios de sus compañeros en Igueriben. Tras ser liberado en 1923, prestó
declaración en diferentes juicios contradictorios que se abrieron para conceder
laureadas: Benítez, De la Paz, Dávila, Bulnes. Tras permanecer varios
meses de licencia recuperándose del largo y duro cautiverio, se le destinó al
colegio preparatorio militar de Burgos, donde siendo ayudante de profesor,
impartía las asignaturas de historia, geografía y gramática. Ascendió a capitán
en junio de 1926 y el expediente informativo que se cursó para
concederle la Cruz Laureada, resolvió que no era merecedor de aquella
recompensa. Tampoco le concedieron la medalla de sufrimientos pensionada que
posteriormente reclamaría en 1936. Hubo un sector de compañeros que no vio con
buenos ojos que escapara de la muerte en 1921, y queda de manifiesto, que entre
algunos sectores de los africanistas como Franco o el laureado Tella Cantos, su
comportamiento fue considerado indigno de un oficial español. En 1935 pasó a
situación de disponible gubernativo en Melilla y posteriormente fue procesado.
Los últimos años de su vida fueron un infierno, perdió a su mujer Finucha y
quedó viudo con dos hijos pequeños. Finalmente, sería acusado de repartir
propaganda comunista en cuarteles, y procesado por conducta antimilitarista y
antipatriótica, cargos que siempre negó el capitán Casado. El 18 de julio se
negó a sublevarse y fue detenido, juzgado y condenado a muerte. Entre los
miembros de aquel tribunal que lo juzgó, figuraba el teniente coronel Tella
Cantos y otros ocho compañeros que firmaron la sentencia. Luis
Casado fue fusilado el 23 de julio junto a los también oficiales Virgilio
Leret, Luis Calvo, Joaquín Fernández Gálvez y Armando González Corral. No
fue el único superviviente de Annual fusilado en Melilla por su negativa a
sublevarse. El 27 de julio, fue ejecutado el capitán Juan Villasán y el 3 de
diciembre, el comandante Pablo Ferrer Madariaga, teniente de la policía
indígena en 1921. Entre la escasa documentación que acompaña la hoja de
servicios de Casado Escudero, figura la petición realizada el 3 de julio de
1936 para poder percibir la pensión de la medalla de sufrimientos que le había
sido denegada en junio de 1924. El entonces capitán Casado, vuelve a relatar su
odisea en Igueriben y su posterior cautiverio expresándose en estos
términos: “ante el perjuicio moral que supone el verse desposeído y
privado de ostentar una condecoración que en buena lid y dando mi sangre por la
patria gané”.
Basándose en tecnicismos sobre la curación y gravedad de las heridas
recibidas en 1921, se le privó de recibir la medalla que solicitaba. Fue sin
duda un triste final el del único oficial superviviente. Ya en nuestros días,
su familia quiso que se anulara la sentencia que le condenó a muerte, pero la
justicia también volvió a desestimar esta petición, como ya hiciera con la
Laureada o su anterior solicitud de pensión por sufrimientos. En todo el tiempo
que llevo dedicado a conocer e investigar sobre el desastre de Annual, nunca
había leído ningún comentario sobre esa presunta conducta indigna que el
alférez Casado, dicen algunos que demostró en Igueriben, nunca.
Aquella medallita de sufrimientos por la patria que reclamaba Casado
Escudero, la recibieron varias madres y mujeres de oficiales muertos en
Igueriben. Por lo que me cuenta la sobrina del capitán De la Paz, representaba
poco consuelo para cubrir una pérdida tan dolorosa. Otra de aquellas mujeres
que la recibieron fue Isabel Arrabal, madre del teniente Alfonso Galán. Alfonso
nació el 21 de agosto de 1894 y, al igual que sus cuatro hermanos eligió la
carrera de armas, e ingresó en la academia en septiembre de 1914. Alférez en
junio de 1917 y teniente en el mismo mes de 1919. A su madre, se le concedió la
medalla en julio de 1928, por haber caído en combate Alfonso en Igueriben, y
herido otro de sus hijos, José, en Sidi Dris el 2 de junio. El hermano mayor,
Juan, compañero de promoción del capitán De la Paz, pertenecía a la escala de
inválidos desde su salida de la academia debido a un accidente de equitación.
Isabel Arrabal aún tuvo que padecer la pérdida de otros dos hijos; Antonio, el
menor, falleció en Madrid el 29 de enero de 1929 a consecuencia de las heridas
que le produjo una explosión fortuita en febrero de 1928 en el arsenal del
Ferrol, siendo entonces teniente de artillería de la Armada, y Marcelino Galán,
que en 1936, era capitán de fragata, y fue fusilado en Cartagena por milicias
republicanas incontroladas. Juan Galán participó en la guerra civil en el bando
republicano, y a pesar de su condición de inválido, prestó servicios en
diferentes destinos. En 1938 fue nombrado comandante militar de Puigcerdá,
Girona. Al finalizar la contienda se exilió a México donde ejerció cómo
ingeniero industrial. José, el artillero herido en Sidi Dris, continuó su
carrera militar y ascendió a capitán en 1924. Tras la disolución del cuerpo en
1926, se le condenó a la pena de reclusión perpetua, aunque posteriormente fue
indultado y readmitido. Se retiró del ejército en 1931 y pasó a desempeñar
funciones como ingeniero naval en la subsecretaría de marina mercante. Falleció
en Madrid el 31 de octubre de 1979.
La 1ª batería ligera del Mixto de artillería que manda Federico de la
Paz. Como oficial, solo cuenta con su compañero el teniente Julio Bustamante
Vivas y los sargentos Fernández Murillo, Villalba, 6 cabos, 1 trompeta y tan
solo 20 artilleros para servir las cuatro piezas Schneider de 75 mm
transportadas a lomo. Por el contrario, Caballero Poveda afirma que eran 73 los
componentes de la 1ª batería que quedaron en el reducto. No queda claro que la
batería de Federico fuera la primera en situarse en Igueriben, porque parece
que durante la ocupación se utilizó una de montaña. En todo caso, el relevo se
tuvo que producir el mismo día 7, ya que así consta en la hoja de servicios de
Federico y en la documentación del juicio contradictorio que se instruyó para
concederle la Laureada. El capitán De la Paz se había hecho cargo del mando y
administración de la batería ligera el 1 de abril, cesando como jefe de la 6ª
de montaña con la que tomó parte en numerosas operaciones, entre ellas la
ocupación de Sidi Dris donde coincidió con el capitán Correa y el resto de
oficiales de su unidad, ahora compañeros en Igueriben.
Federico partió de Melilla hacia el frente el 1 de junio, mientras la
columna del comandante Villar ocupaba Abarrán. Fue la última vez que Lola
Bergés, su mujer, le vio. Lo mismo ocurrió con su querido hermano Miguel, a los
De la Paz el cruel destino no les permitió volverse a ver. Junto a su
capitán, a pesar de no aparecer en la relación de defensores que se incluyó en
el libro de Casado Escudero, se hallaba su ordenanza, el soldado Ramón Moreno
Blasco. Para poder llevar hasta lo alto de Igueriben las piezas, los artilleros
del capitán tuvieron que hacer un verdadero esfuerzo.
Para manejar la estación heliográfica nº 17 se designaron al cabo
Valeriano Aguilar y los soldados Jáuregui y Cáceres, los tres pertenecientes a
la compañía de telégrafos de campaña. Con respecto a la unidad de
ametralladoras que se hallaba presente, siempre hemos considerado que era la
del teniente Alfonso Galán y sus 15 hombres. Sin embargo, Casado afirma que
esta sección se incorporó el 11 de julio para relevar a la de Ceriñola,
que podría ser alguna sección de la compañía de ametralladoras del III batallón
que tenía el resto de sus efectivos en Annual.
La policía indígena aportaba 1 cabo y 9 askaris que no son citados de
manera deliberada por Casado, ya que mayoritariamente desertaron en el último
momento. Llama la atención poderosamente que no quedara de guarnición ningún
teniente médico ni personal civil sanitario, como sí ocurría en posiciones
cercanas con guarniciones parecidas como Sidi Dris o Buymeyan.
Las fuerzas de la 5ª compañía de montaña de la comandancia de intendencia
al mando del alférez Ruiz Osuna, y las del parque móvil de artillería del
teniente Nougués, llegaron el 17 de julio formando parte de aquel último convoy
que de manera temeraria consiguió llegar hasta Igueriben.
El zaragozano Ernesto Nougués Barrera (27-10-1896) ingresó en la segoviana
academia de artillería en septiembre de 1912 formando parte de la 204
promoción. En julio de 1921 se hallaba destinado en el parque móvil
de artillería cuyo jefe era el capitán Miguel de la Paz, compañero de promoción
del hermano mayor de Nougués. El 12 de julio desde Annual escribió por última
vez a su familia, la carta que, incluida en la investigación
del general Picasso ofrece detalles interesantes sobre el pensamiento de los
jóvenes oficiales. “Avances demasiado rápidos, sin consolidar bien lo
que se ha ocupado, días tristísimos tras la pérdida de Abarrán y enorme
depresión moral, en fin que hay África para rato si Dios no lo remedia”. Nougués
y sus hombres cargaron cuantas cargas pudieron sobre los mulos para abastecer
de municiones a la batería de Federico de la Paz. En la subida a la posición
recibieron un intenso fuego y muchas cargas rodaron ladera abajo. El joven
oficial y sus artilleros consiguieron recuperar muchas de ellas y con ellas en
las manos entraron en el reducto. Nougués fue también propuesto para recibir la
laureada por su bravo comportamiento en la conducción del convoy aunque
finalmente se desestimó la petición familiar. En las cartas que recibió la
madre del capitán De la Paz, escritas por los prisioneros que enterraron a los
defensores de Igueriben figura que se localizó el cadáver de un teniente del
parque móvil, sin embargo cuando años después se recuperaron los restos no se
pudo reconocer a Ernesto Nougués y sus restos descansan en la tumba colectiva
del panteón de héroes.
Tanto Navarro como Silvestre visitaron la posición el mismo día de su
ocupación. No sería la última visita pues, como veremos, se pudieron mantener
durante algunas jornadas las idas y venidas desde el campamento de Annual,
prácticamente hasta unos días antes de la evacuación. Aquella noche del 7 de
junio, mientras en Igueriben pasaban sus primeras horas, el Alto Comisario
cursó un telegrama al Ministro de la Guerra donde le informaba de que se habían
recuperado el cuerpo del cabo Zárate y otro que parecía ser el del capitán
Salafranca, muertos días antes en Abarrán, y devueltos previo pago de 4000
pesetas fruto de una colecta entre los oficiales. Se les dio tierra en las proximidades
de Annual, siendo todos testigos de que los cadáveres habían sido vilmente
mutilados. Hasta la lejanía de Annual fue capaz de llegar el 4 de julio el
teniente coronel Mariano Salafranca, para visitar la tumba de su hermano, al
que sus compañeros pretendían levantar un monolito conmemorativo. Aquel
enterramiento fue posteriormente citado, en varias ocasiones, por los
prisioneros enterradores para señalar el emplazamiento de otras fosas. Qué fue
de aquellos restos, es otra de las múltiples incógnitas irresolubles,
Salafranca es uno de los seis laureados desaparecidos y que, con suerte, ocupan
una de las fosas comunes del cementerio de Melilla.
También quisiera destacar que, leyendo las hojas de servicios de la
mayoría de los oficiales presentes en Igueriben, y de aquellos que formaron
parte de la operación de ocupación, se observa que todos ellos habían
participado en muchas de las conquistas de la victoriosa campaña que Silvestre
había llevado a cabo hasta esa fecha. Ahora los recordamos por su sacrificio,
muerte y porque se los llevó por delante el tsunami de Annual, pero hasta ese
momento, esos hombres habían conquistado Beni Said, Tafersit, los Montes Mauro
o Sidi Dris y habían desembarcado en Afrau. En definitiva, eran los mismos que
la prensa nacional ensalzaba por haber logrado conquistar en poco tiempo, una
extensísima porción de territorio desconocida por entonces para el ejército
español. Aquellos hombres, van a permanecer en el reducto 45 días durante los
cuales los ataques se producirán con frecuencia. En las proximidades de
Igueriben, se hallaban otras posiciones que vivieron circunstancias similares,
Buymeyan, Talilit, Afrau o Sidi Dris. No en vano la mayoría de las cruces
laureadas las ganaron hombres que se distinguieron en alguno de aquellos
lugares: Benítez, De la Paz, Mariano García Martín, Salafranca, Cebollino,
Vázquez Bernabeu, Velázquez y Flomesta. Ocho de las doce laureadas concedidas
en Annual.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
De entre todos aquellos días de junio en los que la posición fue
hostilizada, uno de los que han pasado a la historia por su importancia, fue el
día 16, en el que sucedió el conocido como combate de la Loma de los Árboles.
Aquella mañana, el comandante Villar conocía por confidencias recibidas, que se
habían concentrado un gran número de enemigos en la llamada Loma de los
Árboles. Comunicó sus temores al general Navarro que se hallaba en Annual, pero
éste ordenó realizar, como era costumbre, la descubierta y la aguada de
Buymeyan, para lo cual partieron de Annual fuerzas de Policía al mando de
Villar, dirigiéndose inevitablemente directos al enemigo. Han quedado
testimonios de aquel combate desde todos los ángulos. Aquellos que estaban en
Buymeyan, los que partieron de Annual y finalmente los defensores de Igueriben,
fueron todos testigos directos de los acontecimientos. Las fuerzas de Villar
son atacadas en cuanto se aproximan a la loma y sufren bajas, de las que se
encarga uno de los protagonistas de la jornada, el teniente médico Vázquez
Bernabeu. El joven galeno se halla destinado en Buymeyan y lleva más de un año
en el territorio donde en varias ocasiones había sido citado como distinguido.
De su comportamiento aquel día, ha quedado un amplio testimonio gracias a la
investigación que llevó a cabo el comandante Fernández Alarcón, designado juez
instructor en primera instancia. De la lectura del citado documento, deduzco
que los rifeños habían ocupado eficazmente y con gran presencia de fuerzas los
alrededores, que tal vez se deberían haber adoptado medidas más prudentes antes
de enviar a las fuerzas de Villar, y también que Vázquez se comportó como un
jabato, curando heridos y ayudando a los oficiales a contener la desbandada que
se produjo casi a las primeras de cambio.
En Annual, ante el cariz que toman los acontecimientos, Navarro ordena
que parta otra columna a las órdenes del jefe de Regulares, Núñez de Prado. La
forman dos tabores, uno de infantería y otro de caballería, la 2ª batería de
montaña del capitán Galbis, y una compañía de Ceriñola al mando de Emilio
Morales Tovalina, el teniente Arce y los alféreces Cosidó y Moreno Farriols.
Todos los esfuerzos resultarían baldíos ante la encarnizada resistencia de los
hombres de Abd el Krim, conscientes de su superioridad y de la importancia
estratégica del lugar. A las seis de la tarde, desde Annual les ordenan
retirarse. Cuando el comandante Fernández Alarcón buscó testimonios para
justificar la laureada del teniente médico, se encontró con que muchos de
aquellos testigos habían muerto o desaparecido un mes después. Carrasco,
Saltos, Villegas, Martín Elviro, Sousa, Guzmán, Moreno de Guerra, Morales y el
propio Villar, jefe de las fuerzas de policía. Sin embargo, antes de fallecer
en combate en Buhafora, el teniente Manuel Sousa escribió a su padre, el
general de artillería José Sousa del Real, explicando detalladamente el
comportamiento del teniente Vázquez. Aquella carta, y los testimonios de otros
supervivientes como el también médico Salarrullana, le valieron la Laureada al
bravo médico que, enfermo de gastroenteritis, también supo llegar al límite y escapar
con vida. Tras el desastre y su posterior fuga del cautiverio, continuó mucho
tiempo en el protectorado aunque desde entonces parece que le abandonó la
baraka que le protegió aquel 16 de junio. Su salud quedó muy mermada y ya nunca
la recuperaría al completo. Perdió, años después, a su mujer Trinidad Vidal al
poco de casarse, y finalmente, sería fusilado en Paterna por milicianos
incontrolados que lo sacaron del sanatorio donde se recuperaba, para
desaparecer para siempre.
Cuando hace meses visité en Masanassa el camposanto donde reposan los restos de
sus familiares, pensé en su evasión de la guarida de Abd el Krim, nadando hacia
el Peñón de Alhucemas donde daría un tremendo susto a los centinelas. Paseando
por el pueblo, junto a la iglesia escuché el tañido de la campana que la
hermana de Vázquez Bernabeu, Rosa, regaló a la parroquia. También me contaron
que una calle del pueblo se llamó capitán Vázquez, aunque después le cambiaron
el nombre. A pocos kilómetros de allí, en Quart de Poblet, el hospital militar
de Valencia sigue luciendo el nombre de uno de los dos únicos laureados del
desastre que no lo fueron a título póstumo, y que fallecieron en la guerra
civil.
¿La pérdida de la Loma fue el preludio de la tragedia? Según Rodríguez de
Viguri, defensor de Navarro, no fue así ya que posteriormente se vivieron de
nuevo días de tranquilidad en el frente de Igueriben, y prueba de ello fue la
visita que el Barón de Casadavalillos, su ayudante y un oficial de estado mayor
realizaron, tres días después del combate. La defensa del general había
aportado informes favorables a la ocupación de la loma (teniente coronel
Fernández Tamarit), pero también otros contrarios a su conquista como el del
coronel Morales y el comandante Cabrerizo del estado mayor. La responsabilidad
de Navarro quedó supeditada a la de su superior en la comandancia. Silvestre
asumió de nuevo el fracaso de la operación, valiéndose el abogado de Navarro,
de la doctrina del Consejo de Marina y Guerra: “La obediencia del inferior y
la aprobación del superior descargan la responsabilidad, asumiéndola quien
aprueba”.
El comandante Mingo sigue insistiendo en la necesidad de buscar agua
cerca, obtiene de su general la promesa de enviarle herramientas para poder
cavar y sus hombres cavan y cavan sin obtener resultado alguno. El compacto y
pétreo suelo de la colina se resiste a ser perforado y ante las dificultades se
ven obligados a desistir. El mes de junio finaliza sin que el principal
problema de Igueriben quede resuelto. Ni siquiera una confidencia que hizo
llegar al comandante un influyente rifeño sobre un antiguo pozo, se convirtió
en realidad y tuvieron que continuar las arriesgadas aguadas. Finaliza junio
con una exhibición de los rifeños, que desde la cumbre del Amar U-Said, a 1300
m. de altura, enseñan con altivez los cañones perdidos en Abarrán. Aunque aquel
día no hicieron fuego, no tardarían en enfilarlos hacia la colina consiguiendo
que algunos impactos hicieran blanco en el interior de la posición. Tan sólo un
día antes de aquella demostración, falleció en cautividad el teniente Flomesta,
jefe de la batería ahora perdida, y que prefirió morir a instruir el manejo de
los cañones al enemigo
El 2 de julio, el alférez Villanova se desplaza hasta Annual para, entre
otras gestiones, recibir los haberes de los oficiales y soldados. Este detalle
es importante porque aumentó el botín al sucumbir la posición. Sabemos que el
capitán De la Paz llevaba encima mil pesetas, que se correspondían a los
sueldos de junio y julio. Rafael Villanova Hoppe (30-04-1894), había ingresado
en el ejército en enero de 1916. Tras su paso por la academia, obtuvo el
despacho de alférez en junio de 1919 y sirvió primero en el regimiento de
Extremadura en Algeciras y en Cazadores de Tarifa, Larache, hasta que poco
antes del desastre fue destinado al de Ceriñola. Había nacido en el seno de una
conocida familia originaria del granadino pueblo de Gójar. Su padre, Juan
Villanova de la Cuadra, fue senador así como su abuelo materno Federico Hoppe.
Sobre la familia paterna, se conoce una interesante historia de parentesco con
Luciano Bonaparte, uno de los hermanos de Napoleón. Rafael Villanova Rattazzi,
primo hermano del alférez Villanova, llevaba entre sus apellidos el de
Bonaparte, murió en octubre de 1937 siendo capitán de caballería y jefe del
tercio de requetés de Navarra, se le concedió a título póstumo la medalla
militar individual.
En el campamento de los regulares de Annual, se recibe la noticia de la
muerte por enfermedad en Melilla, del comandante de caballería Carlos Mielgo
Pascual. Las muertes por enfermedad eran, por desgracia, corrientes en los
hospitales melillenses, en los que, prácticamente cada día, morían soldados víctimas
de dolencias no debidas, al menos directamente, a los combates. También durante
el mes de junio, fallecieron víctimas de un accidente de aviación ocurrido el
día 17, el teniente Ramón Ostariz Ferrandiz y el soldado de ingenieros y
observador Antonio de Cabo Rodríguez. El piloto, era hermano del capitán de
ingenieros Luis Ostariz, ayudante de órdenes de la comandancia de ingenieros de
Melilla y fallecido en 1927 en Tabarrán.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
De los 106 oficiales (1 coronel, 3 tenientes coroneles, 5 comandantes, 25
capitanes, 44 tenientes y 28 alféreces) que figuraban en el regimiento de
Ceriñola, 15 eran tenientes de la Escala de Reserva, de los que
cuatro murieron en combate: Castro Muñoz, Sierra Serrano, Grau Domenech y
Rodríguez Pons.
Justo Sierra Serrano nació en Alcázar de San Juan en mayo de 1881, hijo
del veterano capitán de infantería Francisco Sierra Muñoz y de Luisa Serrano
Bautista. Recién cumplidos los 16 años, ingresa como soldado voluntario en el
regimiento de África 4, posteriormente denominado Melilla 2. En 1900 ya era
sargento, y prestó servicio durante muchos años en diferentes destinos de
Marruecos. Participó en la campaña del Kert haciéndose
acreedor de varias condecoraciones. Tras doce años como sargento, ascendió a
alférez en agosto de 1912, y a teniente, en agosto de 1915. En 1918, permutó su
destino, y tal vez su suerte, con el teniente Baltasar García Valdecasas,
siendo enviado al regimiento de Ceriñola. Participó en muchas conquistas
durante la campaña de 1920-21, tomando parte en la conquista de Annual, Sidi
Dris, Talilit, etc. El 7 de junio, quedó destacado en Igueriben tras haber
entregado en marzo el mando de su compañía, que ejercía accidentalmente,
al capitán Arturo Bulnes. El 19 de julio fue herido en la cabeza, y así lo
comunica a la comandancia el coronel Argüelles desde Annual. Tras su
desaparición, se inició un expediente informativo para conocer los detalles de
su muerte. La investigación fue dirigida, en julio de 1922, por el comandante y
juez de causas de Melilla, Manuel Ramírez González, y el teniente Joaquín
García-Morato Ruiz. En ella declararon cuatro supervivientes de Igueriben: dos
sargentos y dos soldados. Los primeros eran, por deducción, Hermenegildo Dávila
y el recién ascendido sargento Manuel López Prada. Todos ellos afirmaron sin
ningún género de dudas, que el teniente Sierra murió el 21 de julio cuando al
frente de su sección marchaba en dirección al campamento de Annual. Su cadáver
quedó abandonado a unos quinientos metros de la posición, en un arroyo que
cruzaba el camino de la posible salvación. Una vez acreditada su muerte, se
pudo expedir el certificado de defunción. Así le fue comunicada la muerte a su
viuda Remedios Jurado Salas, con quien se había casado en la parroquia del
distrito de la Merced, en Málaga, habían tenido cuatro hijos y
residían en Melilla. En 1926, los Reyes se trasladaron a Málaga donde se
inauguraba la estatua dedicada a Benítez y los suyos. Antes de asistir al acto,
visitaron el barrio de Ciudad Jardín, donde se construía una gran barriada de
nuevas casas. El monarca, recibió de manos de los constructores las llaves de
la primera casa con la idea de donarla a la familia de un obrero malagueño. Sin
embargo, Alfonso XIII y el alcalde de Málaga José Gálvez Ginachero, decidieron
que aquella casa de la avenida Jorge Silvela, fuese cedida a Remedios,
viuda del teniente Sierra Serrano. Rocío, biznieta del oficial, me contó que
allí guardaban los sables del bisabuelo, que fue todo lo que quedó de él, y que
aún en la actualidad reside la familia en el mismo domicilio, junto al
Mediterráneo.
El 5 de julio se recibe en Igueriben, la visita del coronel Argüelles,
jefe de la circunscripción de Annual a la que se había incorporado tres días
antes. El jefe del Mixto se reúne con los oficiales entre los cuales se hallan
dos del regimiento que manda y que conoce perfectamente. En marzo de 1919,
Argüelles fue uno de los testigos del enlace entre Federico de la
Paz y Lola Bergés Canseco, que celebró el capellán del regimiento Lucio
Rosado en la capilla castrense de Melilla. También firmaron como testigos el
coronel Fernández Pérez, el capitán Juan Villasán, y el teniente y amigo Julián
García Valbuena, todos ellos de Alcántara 14. Desde que a finales de mayo, el
coronel José Riquelme se trasladó a la península con motivo de una intervención
quirúrgica, Argüelles y Manella alternaron el mando de su circunscripción de
Annual, reemplazándose cada quince días. El jefe del mixto, tras el desastre,
pasó a la reserva por haber cumplido la edad reglamentaria, y en diciembre de
1923 se le concedió el empleo honorífico de Brigadier.
Argüelles y su escolta abandonaron la posición siendo paqueados, ante lo
cual el comandante organizó un servicio de contra tiradores que, desde el
parapeto, estarían atentos a la mínima señal de humo que proviniera de las
inmediaciones. En este cometido se destaca el corneta Pablo Cantalicio. En
Igueriben servían 5 cornetas, 2 tambores y 2 educandos. Todos murieron en
combate y, aunque desconozco qué edad tenían, debían hallarse entre los más
jóvenes especialmente los educandos Salvador Castro y Santiago Molina. En las
listas de bajas figuran muchos de aquellos jóvenes educandos y cornetas de
Ceriñola, entre los afortunados que pudieron acogerse a la plaza, figuraron
José Corvalán García, José Castillo Martín, José Fernández Pérez, salvado
milagrosamente de Sidi Dris, y Salvador Sancho Ponce prisionero en Axdir.
Precisamente como educando de banda ingresó, en 1908, Julio Bustamante
Vivas. Era hijo del entonces capitán de infantería de Marina, Víctor
Bustamante, y de Rosa Vivas Arenzana, habiendo nacido en San Fernando el 15 de
febrero de 1893. Tras permanecer varios meses como soldado de infantería de
marina, ingresó en la academia de artillería en septiembre de 1910. Durante su
estancia en el centro formativo, coincidió varios años con el que sería su
jefe, compañero y amigo en Igueriben, Federico de la Paz. Consiguió el empleo
de teniente en junio de 1917, y fue destinado al 2º regimiento de artillería de
montaña, y posteriormente a la comandancia de artillería de Cartagena, desde
donde partiría a Melilla en julio de 1918. Desde el primer momento, fue su jefe
el capitán De la Paz, primero en la batería de montaña y posteriormente en la
ligera. Sus destinos irían unidos hasta en la posteridad; sirvieron juntos,
murieron uno al lado del otro, y sus restos reposan en nichos contiguos en el
panteón de héroes.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
El día 11, según Casado, se produjo el relevo de la sección de ametralladoras
quedando en la colina los hombres del teniente Alfonso Galán Arrabal. La
compañía de ametralladoras de posición que mandaba el capitán Benigno Ferrer
Cabal, tenía una sección destacada en Talilit al mando del teniente José
Aguilar de Mera. El tercer oficial de la compañía, Joaquín Vara de Rey, y su
sección, constituían parte de la guarnición de Afrau de la que era jefe el
cordobés Francisco Gracia Benítez hasta su muerte el 23 de julio. En Talilit,
forman la guarnición 4 oficiales y unos 150 hombres que reciben la orden desde
Annual de replegarse sobre Sidi Dris, donde una gran mayoría moriría el 25 de
julio, tras el fallido intento de alcanzar los botes que los buques de la
Armada de guerra les enviaron desde el litoral. La totalidad de los oficiales
de ambas posiciones sucumbieron, entre ellos, los hermanos Leopoldo y José
Aguilar de Mera. Cinco años después, otro hermano, Jenaro, localizó sus
cadáveres y el 30 de junio de 1926, regresaron al campamento de Annual desde
donde fueron trasladados y enterrados en el cementerio de Melilla. Leopoldo
Aguilar era ya, a pesar de su juventud, un poeta en ciernes y había estrenado
varias obras de teatro, la última en Melilla. Dejo para otra ocasión el hablar
más detalladamente de su figura. En diciembre de 1923, la ciudad de Melilla
dedicó una calle en su honor, nombre que sigue llevando en la actualidad.
También pudieron ser identificados en Sidi Dris y sepultados en el panteón de
héroes, los restos de los tenientes José Acuña, Luis Hermida y Federico García
Moreno, todos ellos muertos en aquella trágica evacuación, en la que solo
alcanzaron la seguridad de los barcos, el sargento Andrés Mariscal y 25
soldados de Ceriñola de los más de trescientos que se hallaban presentes.
El día 1 de junio quedó definitivamente ligado a la pérdida de Abarrán y
las consecuencias que se derivaron de ella, pero para uno de los defensores de
Igueriben, fue un día importante, por otra razón muy distinta ya que recibió el
consentimiento real para contraer matrimonio. Arturo Bulnes Martín-Vegue nació
en Trueba el 24 de agosto de 1895, y era hijo del entonces subintendente Arturo
Bulnes Ureña y de Matilde Martín-Vegue Jaudenes. Con tan solo quince años,
ingresó en la academia de donde salió como 2º teniente en junio de 1914. Antes
de su ascenso a teniente, pasó a formar parte del cuadro de eventualidades del
regimiento de Melilla, donde permaneció tras su promoción a teniente. Tras dos
años en el Protectorado, vuelve a la península y en junio de 1920, asciende a
capitán por antigüedad y por fin se incorpora al regimiento de Ceriñola en
abril de 1921. Bulnes tenía previsto casarse con Rosa María, su prometida, el 7
de agosto. Tras su muerte en combate, tan sólo dos semanas antes, el que
hubiera sido su suegro, coronel de infantería, se desplazó a Melilla con el
objetivo de recabar información sobre el joven oficial. Nunca más se supo de él
y un año después fue dado por desaparecido oficialmente. Fue propuesto para
recibir la laureada y se abrió juicio contradictorio que finalmente le fue
adverso. Conocíamos la historia del teniente Medina y Rosa Margarita, la novia
de Intermedia A, ahora, igualmente sabemos que Igueriben tuvo también su novia.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
Julio Benítez es todo un mito en la historia del Desastre, tal vez junto
al capitán Arenas y el teniente coronel Primo de Rivera, uno de los más
mediáticos y homenajeados tras su muerte en combate. Calles, cuarteles,
monumentos y cuadros recuerdan al malagueño oficial nacido en El Burgo en 1878.
Entre los componentes de su promoción, se cuentan algunos que serían
compañeros en Annual, como Fidel Dávila y el también fallecido Wenceslao Sahun.
También otros nombres ilustres de las campañas de Marruecos, Claudio Temprano,
González Tablas, Millán Astray, Federico Berenguer, Adolfo Arias o el laureado
Navarro Ramírez de Arellano. Benítez participó en la Guerra de Cuba
donde enfermó de las fiebres que le acompañarían toda la vida, fue herido
en La Caridad y recibió la Cruz de María Cristina. A
finales de 1898, vuelve a la península a bordo del vapor “Nuestra Señora
de la Salud” a recuperar, precisamente, la suya. En febrero
de 1905 asciende a capitán, y tres años después recibe un permiso
extraordinario de seis meses para realizar un viaje por Bélgica, Francia e
Inglaterra, así como otros permisos debidos a recaídas de las dolencias de la
guerra en el Caribe. En mayo de 1912, obtiene su primer destino en Ceriñola en
los destacamentos cercanos al Kert, Ishafen, Talusit, Ras Medua. En diciembre
del mismo año se casa en Málaga con Nieves Fernández Ajas, a la que recordamos
de luto junto a Casado Escudero, en la inauguración del monumento a su marido
muchos años después. Con Nieves tendría, en 1914, a su única hija
Julia, como su abuela y padre. A los 36 años asciende a comandante por
antigüedad y, finalmente, en enero de 1918, regresa a Ceriñola y permanece en
el regimiento hasta su muerte. Benítez participó al mando de diferentes
columnas en toda la campaña de Silvestre e intervino en muchas operaciones en
todo el territorio. Pero fue a partir del mes de junio cuando su nombre empezó
a sonar con fuerza, tras el ataque que se desencadenó sobre Sidi Dris y
en cuya conquista había participado en el mes de marzo.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
Tras el asalto y pérdida de Abarrán, la Harka atacó duramente
la posición de Sidi Dris, enclavada en un acantilado sobre el
Mediterráneo, por lo que solo ofrecía un frente para su defensa por tierra.
Benítez ya había estado al frente de la guarnición antes del mes de junio, y
conocía perfectamente las dificultades para afrontar un ataque a gran escala.
Participaron en el ataque miembros de las kábilas de Tensaman, Bocoya y Beni
Urriagel, y el ataque se prolongó durante 34 horas. Defendían Sidi Dris dos
compañías de infantería, un destacamento de policía indígena y una batería
de la comandancia. Tras recibir noticias de la agresión, Silvestre
ordena que el Laya, el Gandía y la escuadrilla de Zeluán que manda Pío
Fernández Mulero, colaboren con los hombres de Benítez para abortar la
operación rifeña. Mandaba la artillería de Sidi Dris el teniente José Galán
Arrabal que resultó herido de un balazo en el muslo, y para compensar su baja,
el comandante del Laya, Francisco Javier de Salas, ordenó que desembarcara una
sección de 14 hombres al mando de un contramaestre y del alférez de fragata
Pedro Pérez de Guzmán. Los marineros del Laya consiguieron llegar a tierra e
instalaron dos ametralladoras para reforzar la defensa, mientras Pérez de
Guzmán se hacía cargo de las piezas que llegaron a disparar con la espoleta a
cero. Por estos hechos fue condecorado con la medalla militar individual el
alférez Pérez de Guzmán, que posteriormente recibiría la medalla naval por la
misma acción. El marino había nacido en Huelva en 1901, y tras su ingreso en la
escuela de la Armada, afrontaba en Sidi Dris, su primer destino tras
recibir en 1920 el despacho de oficial. Días después, se volvió a distinguir
durante la fallida evacuación de la posición, por lo que volvió a ser
condecorado con otra medalla militar que le fue impuesta en Sevilla por Alfonso
XIII. Se retiró del ejército en 1931, aunque volvió a ingresar en sus filas al
estallar la guerra, sirviendo en el bando de los alzados en armas, y de nuevo
obtuvo otra medalla naval por su actuación al frente del Tercio de Requetés del
Rocío. Años después, Franco le ascendió consecutivamente llegando a alcanzar el
empleo de almirante honorífico. Falleció el 21 de julio de 1979 en Sevilla,
habiendo sido con anterioridad, alcalde de su Huelva natal y procurador en
Cortes.
Guerra del Rif. Foto Blog El desastre de Annual |
El teniente Galán se recuperó de sus heridas sin abandonar la posición, y
la comandancia de artillería envió para substituirle al capitán Julián Zabaleta
Menéndez-Valdés. Ambos abandonaron Sidi Dris el 23 de junio, quedando al frente
de la batería el teniente Joaquín Fontán Lobé quien moriría al frente de sus
cañones el 25 de julio. Los cuerpos de los defensores fueron enterrados en una
fosa común por los prisioneros enterradores. Años después, la armada de guerra
utilizaba aquellas costas como polígono de tiro. En el transcurso de los ejercicios
se disparaba contra los restos de la antigua posición, sin que los marineros
supieran nada del enterramiento. Los obuses explotaron levantando y removiendo
las fosas que habían cavado los soldados españoles. Aún hoy en día,
prácticamente a ras de suelo, aparecen por doquier pequeñas esquirlas blancas,
restos de fragmentos óseos de los defensores. No deja de sorprender que ni
políticos ni militares, fueran capaces de haber enterrado dignamente a los
defensores de aquel lugar. No debemos olvidar que en Sidi Dris, la mortalidad
fue prácticamente la misma que en Igueriben y que es uno de los episodios del
desastre que merecería mayor atención por su épica.
Julio Benítez fue felicitado por el comandante general tras el episodio
del 2 de junio, y hasta incluso fue propuesto para recibir la laureada. El 23,
junto a los artilleros relevados, vuelve a Melilla siguiendo la costumbre de
alternarse en el mando de los destacamentos, y permanece allí, hasta que el 10
de julio se hace cargo de Igueriben donde llega con su asistente, el soldado de
Ceriñola, Víctor Martínez. Tras intercambiar impresiones y novedades, finaliza
la habitual ceremonia fundiéndose en un abrazo con Mingo, al que el azar
permitió estar en la plaza, mientras en Igueriben se preparaban para sufrir y
básicamente para morir, aunque como veremos, también hubo vida tras Igueriben,
más de la que históricamente se nos ha contado.
Agradecimientos
Quiero agradecer especialmente a Pilar toda la ayuda que me ha prestado
desde que hace meses empezamos a investigar sobre sus tíos abuelos, los
capitanes De la Paz Orduña. Sin ti, Pilar, no hubiera sido
posible publicar este artículo. También quiero dar las gracias a Fernando,
nieto del capitán Correa, por enviarme información y fotografías de su abuelo.
A Rocío Sierra, biznieta del teniente Justo Sierra que desde Málaga mantiene
viva la memoria de su antepasado. En último lugar quisiera dedicar este modesto
homenaje a todos los defensores de Igueriben con la esperanza de que su
recuerdo se mantenga entre nosotros.
Bibliografía y relación de los defensores de Igueriben
No hay comentarios:
Publicar un comentario