martes, 28 de diciembre de 2021

Sección paracaidista Ortiz de Zárate: lucharon con valor, murieron con honor


Autor: BATALLER ALVENTOSA, Vicente

Fuente: VETPAC.ES

«Entraré en Telata o en el cielo»... esa fue la frase que dirigió el Tte Ortiz de Zárate (al mando de la 3ª sección paracaidista de la 7ª Cía. de la II Bandera de paracaidistas de la hoy Brigada Paracaidista)  prometiendo  cumplir las ordenes recibidas: socorrer de forma inmediata al cuartel de la policía de Telata, y liberar su cerco por bandas rebeldes. Emboscada, lucha con valor en difíciles circunstancias y muerte con honor….

Los hechos nos los relata detalladamente en este extracto el General de Brigada  (retirado) D.  Vicente Bataller, colaborador en VetPac y  autor del libro LA LEGIÓN EN IFNI SAHARA 1956-1976, Fundación Tercio de Extranjeros , el cual  puedes adquirir en la tienda solidaria, (tienes mas información al final del artículo).

Sc. Ortíz de Zárate

Sección paracaidista  Ortiz de Zárate: lucharon con valor, murieron con honor

Al iniciarse la guerra de Ifni Sahara el general Mariano Gómez de Zamalloa, gobernador del AOE, hizo dos excepciones a la orden recibida desde Madrid de esperar la llegada de los refuerzos para actuar en el interior. Una ya la relatamos, el primer salto paracaidista de guerra sobre Tiliuin. La otra fue enviar por tierra una sección reforzada en socorro a Telata. En efecto, el mismo día del ataque general, 23 de noviembre de 1957, el gobernador recibió la noticia de que en el cuartel de la policía de Telata, cercado por las bandas rebeldes, varios heridos -entre ellos el brigada Nalda– necesitaban con urgencia asistencia médica. Para una misión de tanto riesgo pensó en los paracaidistas, pues en el poco tiempo que llevaban en Ifni ya se habían ganado su plena confianza.

El brigada Nalda sentado en el pozo de Telata fue herido gravemente. (Pérez P.)
El brigada Nalda sentado en el pozo de Telata fue herido gravemente. (Pérez P.)

La orden cursada a la II Bandera era así de escueta «Liberar el puesto proporcionándole apoyo sanitario. La misión la efectuará una sección reforzada». Se designó a la 7ª compañía que, a su vez, encomendó la misión a su 3ª sección mandada por el teniente Ortiz de Zárate, compuesta por treinta y siete legionarios paracaidistas. El refuerzo consistió en una escuadra de morteros de 50 mm y otra de ametralladoras de la 10ª compañía, un aparato de radio Marconi con dos operadores de la 9ª, más un coche comando y dos camiones con sus respectivos conductores. Del Grupo de Tiradores se les agregó un equipo médico-quirúrgico con el capitán médico Freixas, el brigada practicante Manrique, así como una ambulancia con conductor. En total sumaban cincuenta y seis hombres.

Según testimonios de sus subordinados, antes de partir esa misma tarde del 23, el teniente les arengó brevemente y manifestó su inquebrantable ánimo de cumplir con éxito la orden, a pesar de las dificultades y peligrosidad que entrañaba la misión.

A Sánchez Duque, cuando fue a despedirle le dijo con un gesto tranquilo y sereno «Llegaremos mi capitán, entraré en Telata o en el cielo». Como cabía esperar, en diferentes ocasiones encontraron obstáculos en la pista, que tuvieron que ser retirados para poder continuar el avance.

Tras progresar unos 25 km, se detuvieron para pernoctar, no sin antes montar la seguridad en completo silencio. Al amanecer del día 24, se reanudó la marcha, ralentizada por los numerosos obstáculos, baches y piedras que a menudo se encontraban.

Sección paracaidista del tte. Ortiz de Zárate. (A. BRIPAC).
Sección paracaidista del Tte. Ortiz de Zárate. (A. BRIPAC).

El teniente Cuevas, jefe de la compañía de la policía de Telata, recibió información de sus confidentes sobre una emboscada que las bandas tenían preparada contra la sección de los paracaidistas. Por tal motivo Cuevas, en sus «Apuntes sobre el asedio de Telata» (Cuevas 2005), relata que envió a un indígena al encuentro con el teniente Ortiz de Zárate para informarle, además de que eran alrededor de cien los rebeldes que atacaban el cuartel de Telata, del lugar exacto, un collado próximo al vértice Agri, donde éstos tenían preparada una emboscada a la sección. En una de las detenciones, se les acercó el citado indígena y transmitió el mensaje del teniente Cuevas. Pero Ortiz de Zárate decidió continuar la marcha pues, ante todo, tenía una misión que cumplir y aquella información podía tratarse de una trampa.

A las 10:45, al llegar a la altura del yebel Agri-vértice Timgrat, nuevas barreras volvieron a detener el convoy. Esta vez se trataba de una emboscada bien preparada, pues la sección fue atacada con fuego de armas automáticas y fusiles desde tres puntos distintos: las cotas 628 y 624 y un aduar próximo.

Zona Emboscada

El teniente ordenó ocupar a la fuerza la loma más inmediata, la 624 y desde allí repeler la agresión. En el intento murió el cabo 1º José Civera junto con dos paracaidistas, Aguirre y Rodríguez Matamoros; más tres heridos. Aguirre debía estar ya licenciado, pero se tuvo que quedar en Ifni al suspenderse los vuelos de Iberia. Solicitó ir voluntario de Telata con sus compañeros.

El mortero de 50 mm entró en acción, pero tras disparar ocho granadas se le rompió el mecanismo de disparo. La situación era cada vez más crítica, pero por fortuna aparecieron de repente tres aviones Heinkel-111 que en vuelo rasante ametrallaron las zonas desde donde hacían fuego los rebeldes.

Las bandas se alejaron un poco y se aprovechó para proteger con piedras los puestos de cada tirador; se formaron dos perímetros defensivos, uno para las horas de luz y otro, más cerrado, para la noche. Desde allí se divisaba, a lo lejos, en lo alto de un pequeño monte, el destacamento cercado de los tiradores de Telata. A menos de 1.000 m del anterior se encontraba el cuartel de la policía, también sitiado.

Tras varios intentos no se pudo enlazar con la radio Marconi con Sidi Ifni, ni con Telata. Los legionarios paracaidistas estaban, solos, sin enlace y totalmente rodeados por los rebeldes, que les hacían fuego desde orígenes difíciles de identificar y, por tanto, de repeler. A pesar de ello se bajó a los vehículos a recuperar los restos útiles de material y munición. Al hacer balance de víveres y agua solo se disponían de un total dos cantimploras. La escasa comida -se había salido sólo con una ración- fue dosificada a un cuarto de chusco y otro cuarto de lata de sardinas por hombre. La situación era desesperante. El teniente, para dar ánimos a sus hombres, se movía por los puestos de tirador, de día y de noche, con alto riesgo de su vida.

En la madrugada del 26, la posición sufrió un fuerte asalto que fue rechazado con dificultades y causó la muerte de Ortiz de Zárate cuando indicaba un sector de tiro a un fusil ametrallador, y la de Vicente Vila, el que había sido el primer herido en el bautismo de fuego de los paracaidistas. El único sargento de la sección, Moncada Pujol, cogió el mando. Contó con el gran apoyo de los tres cabos 1º supervivientes: Jiménez Calderón, González García y Oliva Hernández, cuya actuación entre los soldados fue decisiva para mantener su moral, como así lo reconocieron los supervivientes.

en la madrugada del 26 de nov. murió el teniente Ortiz de Zárate. (A. BRIPAC).
en la madrugada del 26 de nov. murió el teniente Ortiz de Zárate. (A. BRIPAC).

En los citados apuntes sobre el asedio de Telata, el teniente Cuevas, jefe del cuartel de la policía de Telata, cuya brigada, Gutierrez Nalda, había sido herido de muerte, nos habla del socorro enviado a esta guarnición sitiada:

“No comprendí como se pudo enviar a una sola sección, aunque fuese de paracaidistas, a socorrer Telata, guarnecida por dos reductos defensivos, uno de tiradores en lo alto de una loma dominante, con dos secciones de fusiles y una de ametralladoras, y un puesto de policía con estructura de fuerte, en el fondo de un río seco y guarnecido por una sección reforzada con una escuadra de tiradores con un fusil ametrallador. Tal vez fuese debido a falta de información, estimación errónea de la situación… Y el resultado fue que ese socorro quedó detenido en un lugar que tácticamente era propicio para el enemigo. ¿Se esperaba un desenlace distinto? Por añadidura, el puesto disponía de una clínica/dispensario, un médico europeo y una ATS indígena. Pero la herida recibida por la brigada de policía era irremediablemente mortal.

Nos afectó moralmente oír diariamente el fragor del combate de aquella sección en situación precaria. Al segundo o tercer día, el capitán Llorente de tiradores me llamó por teléfono para comunicarme que se recibían órdenes de Ifni de socorrer a la sección paracaidista.

El plan que acordamos fue muy simple, al caer la tarde haríamos simultáneamente una progresión convergente sobre los paracaidistas. Así lo hicimos, pero parecía que el enemigo lo estaba esperando, pues fuimos rechazados con intenso fuego. Nos replegamos a nuestros respectivos puestos, pues además los paracaidistas se encontraban en lugar de muy difícil acceso”.

A medida que transcurrían los días, el tormento se agravaba aún más al no disponer de agua y por la escasez de comida. Los bidones de agua lanzados por los aviones se rompían al llegar al suelo o eran batidos por los rebeldes. Algunas latas de sardinas y chorizos, que sí se pudieron recoger, incrementaban aún más la sed desesperante. Las hojas de las chumberas se convirtieron en el principal recurso para aliviar un poco la sed. Incluso se llegó a salir de la posición, con gran riesgo, en un intento de recoger agua de un aduar próximo; encontraron una charca en el trayecto, y fueron tiroteados, pero sin bajas.

en Telata necesitaban medicinas y auxilio médico. (F. Mérida).
en Telata necesitaban medicinas y auxilio médico. (F. Mérida).

Los disparos y asaltos no cesaban y los heridos aumentaban día a día. Algunos, ante la desesperación por la falta de agua, llenos de repugnancia, empezaron a beber los propios orines. Según cuentan los supervivientes, inicialmente los labios se aliviaban y las lenguas, que ya eran carne quemada, se aplacaban con el líquido fétido, pero poco después el dolor de estómago y vientre se hacía insoportable. Pero aún peor que la sed, era el ver sufrir a los heridos, oír sus gestos de angustia y no poder ayudarles. Ellos veían la muerte cerca y la pedían o deseaban como una liberación de su insoportable dolor.

Así fueron transcurriendo los días hasta la madrugada del 2 de diciembre, en la que fue rechazado un nuevo asalto masivo. Ese mismo día, hacia las dos de la tarde, los sitiados oyeron hablar en lengua nativa. En silencio, los paracaidistas calaron bayonetas, decididos a enfrentarse cuerpo a cuerpo a lo que suponían un asalto definitivo del enemigo. Cuál sería la sorpresa cuando, poco más tarde, aparecieron los hombres del IV Tabor de Tiradores. ¡Estaban salvados! Pero de ello hablaremos con más detalle en la operación Netol.

los bidones de agua lanzados por la aviación se rompían o eran batidos por los rebeldes. (T. Quecedo).
los bidones de agua lanzados por la aviación se rompían o eran batidos por los rebeldes. (T. Quecedo).

El legionario paracaidista Ventura Sánchez nos cuenta cómo vivió los últimos días del asedio:

“La falta de agua, como una obsesión, se iba apoderando de los defensores. El sol de la mañana caía sobre la posición; los labios resecos y las lenguas abrasadas quemaban como si tuviesen fuego. Ello se agravaba al comer hierbas y hojas de los matorrales y cactus: llegó un momento que vimos como única solución el beber nuestra propia orina…Tuvimos gran alegría una mañana al ver aparecer un Junker (nuestro querido avión de lanzamiento). Se dirigió hacia la posición y allí dejó caer diversas cargas, pero el agua, que cayó más cerca, no se pudo recuperar ya que el enemigo disparó sobre los envases de aluminio que fueron perdiendo el líquido elemento. El paracaídas que llevaba la munición no se abrió y otras cajas de ella, lanzadas sin paracaídas, pudieron recuperarse, pero los cartuchos estaban doblados y para hacerlos utilizables hubo que hacer una labor artesanal pasándolos cientos de veces con el mosquetón hacia la recamara y así se fue corrigiendo la desviación…

“Los días eran interminables y las noches angustiosas, sabiendo que el enemigo se iba acercando reptando hasta nosotros y que se lanzaría al asalto cuando amaneciese. Sus ataques eran siempre por el mismo sitio, por el sur de la posición, ya que era más fácil progresar entre las numerosas rocas que tenía esa zona. También se hacía muy difícil soportar el sufrimiento de los heridos; oír sus gestos de angustia; ver sus ojos implorando agua y no poder ayudarles era un martirio y a Dios le pedíamos la muerte ante que incorporarnos a aquel grupo de seres angustiados…El día 2 un compañero –Vicente Llobell Ferrero– empezó a gritar, desde unas rocas: “Ya están aquí los nuestros”.

el IV Tabor rescató la sección de O. de Zárate. Aquí le vemos formado. (T. Quecedo).
el IV Tabor rescató la sección de O. de Zárate. Aquí le vemos formado. (T. Quecedo).

El enemigo le dispara y el tiro le atraviesa la ingle (lesión que arrastrará toda su vida), pero sus palabras fueron ciertas y poco después se oye la contraseña de la Legión y se van viendo, poco a poco, los tarbuch (gorros) rojos de Tiradores de Ifni. En la vida hay momentos buenos y malos. De todo se ha vivido y se vivirá, pero nadie, estoy seguro, puede valorar lo que supuso para nosotros el ser liberados de aquél cruel asedio de nueve días. Se dan novedades y sus miradas, las del capitán de tiradores y sus hombres, son de cariño y asombro. Yo creo que les parecía imposible que nos hubiésemos mantenido en aquella posición. Recogen con veneración a los muertos y miman a los heridos. Todos hemos nacido, de nuevo, aquel día. En el viaje de regreso a Sidi-Ifni fuimos reviviendo aquellas jornadas y nuestro lamento era la falta de los que cayeron en la posición. Ese era nuestro sufrimiento, ya que los heridos ya sonreían y pronto se recuperarían.

El 2 de diciembre continuaba la Agrupación A su avance hacia Telata. Durante el mismo, el capitán López Andión (jefe de la 21 compañía de tiradores) recibió información de un indígena sobre el lugar donde estaba cercada la sección del teniente Ortiz de Zárate. Al comunicárselo al teniente coronel López Maraver le dijo: «Coge tu compañía y vete a carajo sacado». Andión, imprimiendo la máxima velocidad, cruzó el barranco donde al final se suponía estaba la sección de Ortiz de Zárate.

21 compañía del IV Tabor de tiradores, al mando del capitán López Andión, que liberó a la sección de Ortiz de Zárate. (L. Andión).
21 compañía del IV Tabor de tiradores, al mando del capitán López Andión, que liberó a la sección de Ortiz de Zárate. (L. Andión).

La sección de la 21 compañía, que al mando del teniente Manuel Gómez Martín marchaba en punta de vanguardia, encontró la ambulancia completamente calcinada, así como los dos camiones de los paracaidistas con las ruedas reventadas y abandonados. A las 16:30 horas, la compañía desplegó, para proteger el avance de la sección de vanguardia. Los rebeldes se alejaron con celeridad y la sección de tiradores de vanguardia alcanzó la posición defensiva de los paracaidistas, que quedaron liberados. El teniente Martín recibió los abrazos, sin importarles los disparos que en esos momentos aún efectuaba el enemigo, del capitán medico Freixas y del sargento Moncada, quien le comunicó la mala noticia de que su compañero de promoción, Ortiz de Zárate, había muerto, junto con otros cuatro paracaidistas, y de la existencia de diecisiete heridos.

Aquellos paracaidistas barbudos, sucios y demacrados no acababan de creer que su pesadilla hubiera finalizado. Por su parte, los tiradores acudían con las cantimploras a aliviar la acuciante sed de sus com-pañeros y compartían con ellos su comida y tabaco. Los heridos fueron los que, como cabía esperar, merecieron una mayor atención. Los sanitarios de la columna de rescate iban de uno a otro, les cambiaban los vendajes sucios y hacían unas primeras curas de fortuna. La emoción de esos momentos es indescriptible, según me contaron personalmente algunos de los supervivientes (Santa Cruz de Tenerife 2007), en especial la de los heridos graves que daban por segura su muerte a falta de una urgente atención medica en un hospital. Como en todo este desconcierto continuaba el fuego de las bandas armadas, el capitán López Andión emplazó sus armas automáticas y los morteros, y desencadenó un violento fuego que ocasionó varias bajas al enemigo.

supervivientes del cerco a la sección de Ortiz de Zárate. En el centro, sentados, el cap. médico y brigada ATS de tiradores, agregados a la sección. (A. BRIPAC).
supervivientes del cerco a la sección de Ortiz de Zárate. En el centro, sentados, el cap. médico y brigada ATS de tiradores, agregados a la sección. (A. BRIPAC).

Esa noche los tiradores desenterraron a los paracaidistas muertos y con mantas los llevaron hasta los camiones. Tras unas reparaciones de emergencia, con las ruedas reventadas, se pusieron en marcha los renqueantes camiones para incorporarse a la columna. Hubo que abandonar la ambulancia y el coche comando, por haber quedado totalmente destrozados.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Historia del «Rokiski»

Autor: RUIZ MEDRANO, Javier

Fuente: VETPAC.ES

Todo paracaidista militar español recibió con enorme orgullo el famoso Rokiski, ese emblema que a todos los que realizamos el curso paracaidista lucíamos en nuestro uniforme.  La historia de este emblema es muy interesante y antigua… veamos…

Evolución del Rokiski
Evolución del Rokiski

Historia del «Rokiski»

La historia del «Rokiski» partió del Infante Alfonso de Orleans y Borbón, el cual se inspiró en el «escarabajo sagrado» como sugerencia de la Infanta Beatriz, amante de la egiptología, en una reunión en su domicilio junto con otros oficiales. La infanta dibujó 2 alas desplegadas similares a la diosa Maat del antiguo Egipto y quedó aceptado en ese momento con el consenso de todos los asistentes.

La historia oficial del «Rokiski» nace el 16 de abril 1913 donde queda reflejado en el  Reglamento del Servicio de Aeronáutica exponía que se autorizaba al personal del servicio aeronáutico el portar un emblema con las siguientes características: «dos alas de plata con un disco rojo en medio y una Corona Real encima».

Este emblema sería de metal y sería llevado por soldados y tropa una ubicación concreta, el brazo izquierdo. Sin embargo sería bordado y lucido en el costado derecho a la altura del primer botón de la guerrera para el caso de jefes y oficiales. También se estableció que los pilotos de globo añadieran dentro del disco rojo una rueda de timón, y los pilotos de aeroplano una hélice de cuatro ramas

Nació como emblema de la Aviación Militar Española por Real Orden Circular de abril de 1913, y ha perdurado en el tiempo pero sufriendo algunas pequeñas variantes con el devenir de las situaciones políticas posteriores. Por ejemplo, durante la II República se sustituyó la corona real por una mural, y durante la guerra civil, el gobierno republicano colocó una estrella roja de cinco puntas (que apenas duro unos meses), mientras que la zona sublevada puso una corona imperial con el fondo del disco en color rojo el águila de San Juan en color negro.

Una vez finalizada la guerra civil y comenzado la reinstauración monárquica se volvió a situar la corona real, que es la que figura en la actualidad.

Historia del nombre

Se utilizó de forma coloquial el nombre de «Rokiski» al emblema de plata que llevan sobre el uniforme aquellos que están en posesión de algún título aeronáutico. Luis Rokiski, español de origen polaco, fue un grabador que se dedicó a fabricar todos los emblemas entre 1939 y 1965, año en el que murió. Se hizo tan popular, que su apellido quedó unido de por vida al emblema y ha quedado hasta nuestros días.

Historia del Rokiski paracaidista

En el año 1946 y se crea el reglamente de uniformidad del Ejército del Aire, y queda establecido el uso del emblema que será añadido un paracaídas dentro del círculo rojo para todos los soldados y con entrega del título de Cazador Paracaidista.

A partir de 1956 la ubicación en el uniforme del emblema se establece en la parte superior del bolsillo derecho de la guerrera.

Para la obtención del emblema se establece la superación del curso paracaidista y su uso permanente o amparado en el artículo 4º y 6º de las normas del reglamento de uniformidad de 1946 bajo estos supuestos:

Personal destinado con 2 o más años en unidades paracaidistas

Los que a consecuencia de herida contraída en servicio no hubiesen podido alcanzar dichas condiciones

Los que hayan realizado un mínimo de tres lanzamientos en paracaídas en territorio enemigo en acciones de guerra


martes, 8 de junio de 2021

Los héroes de la Operación Gento

Autor: HERRERO ANDREU, Antonio

Fuente: Diario El Faro de Ceuta. Edición 23/05/2021

Seguramente que el lector le resultara un tanto extraño el nombre de esta Operación Gento, pero el Estado Mayor de Ifni bautizó con este nombre recordando al celebre futbolista internacional por su rapidez. De ahí el nombre de esta operación, que se tenía que desarrollar con rapidez, tal como jugaba este célebre futbolista. Hubo otras de las operaciones que tuvo su nombre Operación Netol, recordando también al producto de limpieza y otra de las operaciones con el nombre de Siroco, que es el viento propio del Sáhara.

Cabo Francisco Mena Rodríguez. Foto El Faro de Ceuta
Cabo Francisco Mena Rodríguez. Foto El Faro de Ceuta

Misión para liberar dos puestos

Tras la finalización de la Operación Netol para liberar los puestos sitiados por las Bandas Rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí, se ponía en marcha la Operación Gento con el fin de alcanzar Tiugsa por el oeste y liberar el mencionado puesto para progresar rápidamente sobre el Tzenin. Así sucedió en las primeras horas del 4 de diciembre de 1957 cuando la II Bandera Paracaidista recibe la orden para realizar dicha misión.

Aquellos jóvenes paracaidistas del Ejército de Tierra saben perfectamente que toda misión conlleva sacrificio y el precio que hay que pagar es muy caro y esta unidad de élite hace honor a su lema: «queremos ser empleados en los de mayor riesgo y fatiga». Y así lo refrendaron en las distintas misiones con los 38 muertos en acción de guerra en Ifni que se fueron junto a Dios en el cielo, para ser recordados como lo expresó un celebre dramaturgo: «la recompensa de los grandes hombres es que, mucho tiempo después de su muerte, no se tiene la entera seguridad de que hayan muerto», Jules Renard, escritor.

Según consta en el Diario de Operaciones de dichas Fuerzas Paracaidistas, el 5 de diciembre de 1957 se inicia la marcha de la Agrupación Crespo, nombre del entonces teniente coronel-jefe de las Banderas Paracaidistas, Ignacio Crespo del Castillo (fallecido de General), compuesta por una compañía del Batallón de Infantería Soria 9, el II Tabor de Tiradores de Ifni.

Clp. José María Jiménez Morales. Foto El Faro de Ceuta
Clp. José María Jiménez Morales. Foto El Faro de Ceuta

Al llegar a las inmediaciones de Alat ida Ususgun, la 6ª Compañía y la 10ª, quedan atrapados en el centro de la emboscada. De inmediato las ametralladoras y morteros de la 10ª Compañía abren fuego sobre donde se encuentra el enemigo, aunque ello no puede evitar que caigan muertos el teniente Antonio Polanco Mejorada, el cabo Francisco Mena Díaz y los caballeros legionarios paracaidistas Valera Penides y Rovira Serrano.

Además resultaron heridos los tenientes Máximo de Miguel Page y José Manuel Sáenz Sagaseta de Ilurdoz, el sargento Andrés Fernández Romero, el cabo 1º José Guerra, los cabos Agustín García Pérez, Hans Grunwald y los paracaidistas José Valle Blanco, Manuel Fernández Alberola, Gerónimo Heredia Herranz, José Manuel Vega Roche, Vidal Vidagrant, Domingo Nieto y Antonio Romero, que pagaron un alto precio de sangre haciendo honor al lema de los paracaidistas: «¡sobre nosotros, Dios; Con nosotros, la victoria; En nosotros, el honor; Triunfar o morir; Caídos paracaidistas, con nosotros!».

Heroico comportamiento y más bajas

Como consecuencia de la gravedad de la situación, planteada sobre todo por las bajas sufridas y también por el número importante de enemigos, es cuando el mando decide que la I Bandera Paracaidista se incorpore lo más rápido posible a la Agrupación Crespo.

Las órdenes del Estado Mayor eran que la I Bandera Paracaidista, junto con un Tabor de Tiradores de Ifni, liberasen Tiugsa. A su vez, la II Bandera Paracaidista tenía que liberar el Tzenin de Amelu. A continuación, sucede lo que prácticamente lo que se esperaba. Según avanzan, se encuentran con una fuerte resistencia del enemigo, especialmente en la posición conocida como Cabeza de Ratón.

En dicha operación de ataque resultan heridos el entonces teniente Manuel Oco Tarras y los paracaidistas Domínguez Naranjo y Soler Agulló de la 10ª Compañía. Una vez que se consiguió liberar el puesto de Tiugsa se inicia el repliegue con la fuerte presión del enemigo. Como consecuencia de ello resultan heridos el teniente Francisco López Pérez y el paracaidista Agustín García Pérez.

Clp. Antonio Arjona Hidalgo. Foto El Faro de Ceuta
Clp. Antonio Arjona Hidalgo. Foto El Faro de Ceuta

El 7 de diciembre de 1957 la II Bandera Paracaidista se dirige hacia el Tzenin y consigue que el enemigo desista el ataque sobre el puesto. Ya en horas de la noche, la 8ª Compañía entra en el fuerte y libera a los sitiados; en total 86 hombres, aunque el precio fue muy caro, ya que resultaron muertos el paracaidista Arjona Hidalgo y heridos el teniente Jose Frías O'Valle y los paracaidistas Fernández Navarro y Andrés Jiménez.

Además de la liberación de los componentes militares que se encontraban en dicho puesto, también se liberaron 12 mujeres y 14 niños. Cabe destacar que en la defensa de dicho puesto tuvieron un papel más que heroico las mujeres, que se multiplicaban para atender a los defensores.

Según el entonces teniente José Frías O'Valle en su libro ‘Así nació la Brigada Paracaidista’, relata con todo lujo de detalles como fue la liberación de dichos puestos: «cuando al fin se inicia el movimiento de la 8ª compañía al mando del capitán Román Páez y con las secciones de los tenientes García Calvo y Colldefors cerrando la retaguardia, lo hacía desasida de fuegos de apoyo, pero conducía con serenidad y firmeza, tomando el camino hacia el collado formado por la Cota 706 Mehasaim».

Recuerda el entonces teniente José Frías O'Valle unos hechos que van más allá del heroísmo: «de entre los muchos casos inolvidables se pueden citar los del paracaidista Diego Zambrano, quien herido en un brazo durante la retirada del Tzenin se rebela entre los que intentan evacuarlo y encorajinado se lanza solo haciendo fuego hasta perderse entre el enemigo y Manuel Albacete y Jiménez Morales, que pierden su vida al intentar recoger el cuerpo de su amigo».

ESPAÑOLES EN LA GUERRA DE VIETNAM. LOS MÉDICOS DE FRANCO

Autor: Carles Viñas

Fuente: Blog de Carles Viñas

Los miembros de la Misión Sanitaria Española también estuvieron bien considerados por parte de los militares survietnamitas y norteamericanos que les llegaron a condecorar en tres ocasiones, otorgándoles la Medalla de Honor de 1ª clase y la Medalla de la Campaña del Ejército survietnamita y la Medalla al Mérito en el Servicio del Ejército de Estados Unidos. A algunos, como el capitán Linares, les fue impuesta la Estrella de Bronce en la embajada norteamericana bajo el más abosluto secretismo. La misión española llegó a recibir incluso la visita del máximo responsable de las tropas norteamericanas en Vietnam, el general William Westmoreland, al mando del XVIII Cuerpo Aerotransportado. Nada que ver con la que les dispensaron diversos actores y actrices estadounidenses, como Robert Mitchum, Henry Fonda o Jayne Mansfield.

Militar español posando junto a la actriz Jayne Mansfield. Blog de Carles Viñas
Militar español posando junto a la actriz Jayne Mansfield. Blog de Carles Viñas

En Vietnam del Norte los militares españoles tuvieron el reconocimiento que les fue negado en su país. En septiembre de 1971 Franco ordenó el retorno de los últimos expedicionarios. Su vuelta fue ocultada hasta el punto que ninguna autoridad, ni política ni militar, recibió a los militares españoles movilizados a su regreso a España. Así fue como acabó su aventura vietnamita.

MIEMBROS DE LA PRIMERA EXPEDICIÓN

Argimiro García Granados (comandante médico, radiólogo y jefe de la Misión Sanitaria), José Linares Fernández (capitán médico, cirujano), Luciano Rodríguez González (capitán médico, medicina general), Francisco Faúndez Rodríguez (capitán médico zamorano que se encargó de las consultas externas, se encontraba destacado desde hacía un año como Jefe de las Tropas Nómadas en la población de Smara, situada en el Sáhara Occidental, llegó al grado de coronel), Manuel Vázquez Labourdette (capitán de intendencia, oficial que ejerció de administrador y enlace con el Ejército norteamericano), Manuel García Matías (teniente practicante, laboratorio), Francisco Pérez Pérez (subteniente, anestesista), José Bravo López- Baños (subteniente practicante, a su regreso se incorporó a la COE-41 de Barcelona ubicada en el cuartel del Bruch), Joaquín Baz Sánchez (brigada, reanimación y pediatría), Juan Pérez Gómez (brigada, ayudante consultas externas), Juan Outón Barahona (brigada, ayudante de cirugía)y por último Ramón Gutiérrez de Téran Suárez- Guanes (brigada, ayudante de cirugía, antes de ser enviado a Vietnam estaba destinado en la Agrupación de Banderas Paracaidistas, posteriormente llamada BRIPAC).

Miembros de la Misión Sanitaria Española formando en el recinto del complejo hospitalario de Gò- Công. Blog de Carles Viñas
Miembros de la Misión Sanitaria Española formando en el recinto del complejo hospitalario de Gò- Công. Blog de Carles Viñas

INTEGRANTES DEL PRIMER RELEVO

Manuel Fernández Sánchez (comandante médico), Vicente Peláez Montalvo (capitán médico), Guillermo Antona Gómez (capitán médico), Antonio Díaz Martínez (teniente médico), Antonio Pérez de Prado (suboficial practicante), José Bravo López- Baños (subteniente practicante, reenganchado), Carlos Varea Martínez (suboficial practicante), José Bello Rivadulla (suboficial practicante), Elías Arnal Bernal (suboficial practicante), Francisco Sousa Barragán (suboficial practicante) y Carlos Martínez Martínez (brigada especialista).

ÚLTIMOS COMPONENTES DE LA MISIÓN SANITARIA ESPAÑOLA

Secundino Sáez García (comandante médico), José Linares Fernández (capitán médico, cirujano, reenganchado de la primera misión), José Rojas Jiménez (capitán médico), Francisco J. Pérez Capellán (capitán médico), Guillermo Antona Gómez (capitán médico, reenganchado segunda misión), Ramón Gutiérrez de Téran Suárez- Guanes (brigada, ayudante de cirugía, reenganchado primera misión), Lorenzo Vellido Ortega (suboficial practicante), José Bravo López- Baños (subteniente practicante, reenganchado en las tres misiones), Bonifacio Heras Herrero (suboficial practicante), Manuel Graña Francisco (suboficial practicante), Juan Outón Barahona (brigada, ayudante de cirugía, reenganchado de la primera misión), Francisco Sousa Barragán (suboficial practicante, reenganchado segunda misión) y Carlos Martínez Martínez (brigada especialista).

Militares españoles recibiendo una condecoración a manos de un oficial del ejército survietnamita. Blog de Carles Viñas
Militares españoles recibiendo una condecoración a manos de un oficial del ejército survietnamita. Blog de Carles Viñas



lunes, 19 de abril de 2021

El caro tributo de sangre de la VI Bandera de la Legión

Autor: HERRERO ANDREU, Antonio: El caro tributo de sangre de la VI Bandera de la Legión. La Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58

Fuente: Diario el Faro de Ceuta. Edición del 13/04/2021

La heroica actuación de la VI Bandera de la Legión en la campaña de Ifni llevó a un caro tributo de sangre que tuvieron que pagar nada menos que 6 muertos y 49 heridos. Y no fue practicando deporte, lo fue defendiendo aquellas inhóspitas tierras de Ifni y, sobre todo, el honor de España. Lo triste es que estos héroes queden en el olvido. Por ellos, esta ingratitud hacia estos héroes, nada mejor que recordar la cita de este intelectual: «cuando has dicho de un hombre que es un ingrato, has dicho lo peor que cabe decir de él», P. Gibo.

Legionarios VI Bandera de la Legion
Legionarios VI Bandera de la Legion. El Faro de Ceuta

Una enorme sangría de bajas

Cuando leí el documento de la 3ª Sección de Estado Mayor de la Capitanía General de Canarias, en la relación de bajas, no solo me asombré, me conmocionó el comprobar el heroísmo de estos legionarios, que entregaron 6 muertos y 49 heridos en acción de guerra. Creo que se merecen que no queden en un número y el mejor homenaje es que consten sus nombres y estos son:

Muertos: el cabo José Alonso González y los legionarios Antonio Fontán Mateo, José Moreno Cano, Antonio Pérez Mansieu, José Portes Álvarez y Antonio Ruíz García.

Heridos: el capitán Juan Ávalos Gomariz, los tenientes Antonio Torrecillas Velasco, Francisco Margarit Mata y Fernando Pareja Muñoz, el sargento Diego Fernández Arranz, el cabo 1ª Manuel Sauce Álvarez, los cabos Helio del Valle Tejero y Sebastián Piñero Lalor, y los legionarios, Juan Adán Fernández, Andrés Alba Aguilar (posteriormente fallecido), Juan Barnard Toro, Francisco Caballero Fernández, Domingo Cabrera Hernández, Juan Cano Cano, Francisco Fernández Sepúlveda, Félix Gallardo Expósito, Martín Gómez Moreno, Tomás Gómez Triguero, Gregorio Alfredo Jiménez Díaz, Francisco López Casado, Ángel Guzmán Diaz, Fausto Hernández Díaz, Antonio Martín Ruiz, Rafael Martínez Benacho, Fernando Martínez Cañete, Gilberto Ruiz García, Santiago Rodríguez Casado, Antonio Pérez Álvarez, Manuel Pichardo Carrero, José Rivera Rivera, José Robles García, Mariano Román Machuca, Rafael Ruiz Alcoba, Cristóbal Salguero García, Ángel García Ruiz, Manuel Sexto Iralde, Antonio Rivera Durán, Andrés Sebastián Vallejo, Ángel Arcos Ruiz, José Vallejo Aguado, Enrique Montalvo García, Nicolás Bernal Piñero, Florentín López Fernández, Francisco Villar Barón y Francisco Villalba Rico. Estos son los valientes que, en el cumplimiento del deber, dejaron sangre de sus heridas, de los que algunos tardarían no solo días, sino también meses en curar sus heridas.

Comandante Enrique León Gallo, jefe de la VI Bandera de la Legión en la Campaña de Ifni. El Faro de Ceuta
Comandante Enrique León Gallo, Jefe de la VI Bandera de la Legión en la Campaña de Ifni. El Faro de Ceuta

El caso más dramático fue el de Andrés Alba Aguilar, el cual mantenía correspondencia con una joven madrina de guerra, a la cual en su última carta le rogaba que le enviase una camisa para cuando le diesen permiso poder vestirse de paisano y conocer a su joven madrina. Tiempo después, y sin recibir cartas su madrina, recibió una de un sargento de la VI Bandera, el cual encargado de recoger los objetos personales de Andrés Alba Aguilar encontró varias cartas de su madrina, por lo que dicho sargento se encargó de comunicarle esta triste noticia.

De Dar Riffien a Ifni

El 6 de noviembre de 1957 la VI Bandera embarcaba en el puerto de Ceuta, la 12ª Compañía y Plana Mayor en el crucero de la Armada Española ‘Méndez Núñez’, y la 11ª, 13ª y 15ª Compañía en el crucero ‘Canarias’. El 7 de noviembre arribaban al Puerto de La Luz en Las Palmas de Gran Canaria. La 13ª Compañía fue trasladada a El Aaiún, mientras que el resto arribaban a Sidi Ifni.

Los soldados de la Compañía Belchite 57, según el libro de Luis Antonio Palacios Pilacés, ‘El llanto del chacal’, todos ellos sentían admiración y cariño por los legionarios de la VI Bandera, y muy especialmente, del teniente Agustín Muñoz-Grandes por su campechanía y su humildad. Así lo demuestra que una noche en la que se hallaba con su compañía en una operación contra las Bandas Rebeldes, el teniente vio a un periodista que cubría la información tiritando, por lo que se despojó del capote y le dijo que se lo pusiera. En todas las operaciones en las que intervino su compañía, este teniente se encontraba en primera línea de fuego.

La 13ª Compañía, en unión con la 2ª Compañía de la XIII Bandera, tuvieron que enfrentarse a una partida de las Bandas Rebeldes, que un día antes había atacado a una Compañía de la XIII Bandera.

A partir del 1 de diciembre de 1957 la VI Bandera entraba en acción en la alturas del Yebel Benfruit. A pesar de la fuerte resistencia del enemigo, lograron alcanzar los objetivos causándole numerosas bajas al enemigo. Posteriormente intervienen en la liberación del puesto de Telata de Isbuia, donde el enemigo tenía cercados a los soldados y policías de dicho enclave. Cuentan testigos que, en el momento de liberar a los españoles y a algunos civiles, el cuadro fue conmovedor. Se abrazaron y besaron a los legionarios y que estos, de sus pocas raciones, les dieron a sus compañeros para que pudiesen saciar el hambre que habían sufrido.

El día 4 de diciembre llegan al puesto de Tiliuin, el cual el enemigo lo tenía cercado. A pesar del fuego enemigo que lanzaban sobre los legionarios, estos logran hacerles frente y ponerlos en fuga, dejando sobre el terreno algunas babuchas y chilabas para aligerar peso en la huida.

El 5 de diciembre la columna con los sitiados de Tiliuin y la VI Bandera, tras una penosa marcha con heridos y muertos, llegaban a Sidi Ifni a las 10 de la noche. Hay que hacer constar la valentía de estos legionarios que, a pesar de los ataques que los rebeldes realizaban, no solo los repelieron, sino que lograron hacerlos huir en desbandada.

También hay que hacer constar el esfuerzo físico de esta VI Bandera y a su vez el heroísmo en todas las operaciones que llevaron a cabo. Nada menos que tuvieron que recorrer más de 250 km con escasez de víveres y agua, pero la Legión sabe cumplir, aunque carezcan de ellos.

A buen seguro que el comandante Jefe de la VI Bandera, Enrique León Gallo, tuvo que sentirse orgulloso del heroico comportamiento de sus legionarios, como lo avala que junto a la Compañía de Ametralladoras Belchite, participaron en la toma de la Cota 257. Más tarde, en unión con la II Bandera Paracaidista, el 19 de enero de 1958 lograron ocupar las posiciones que ocupaba el enemigo y capturar varios prisioneros.

El 27 de agosto de 1958 la VI Bandera embarcaba en el minador ‘Eolo’ y en la fragata ‘Magallanes’ para llegar a Ceuta con la satisfacción del deber cumplido y dejando atrás a sus compañeros muertos y heridos.

Convendría saber la opinión de un extranjero que formó parte de las filas de la Legión como alférez, y estos son sus recuerdos: “los legionarios son hombres que rinden culto al valor y a la resistencia. La Legión se enorgullece de ser la mejor fuerza militar del mundo. Yo siento un inmenso orgullo de haber pasado por sus filas como alférez”, Peter Kemp, doctor en Historia por la Universidad de Oxford.

sábado, 30 de enero de 2021

Infantes de Marina en Ifni

Autor: HERRERO ANDREU, Antonio

Fuente: Diario El Faro de Ceuta. Edición 17/01/2021

Resulta triste en la campaña de Ifni-Sáhara las importantes misiones de los infantes de marina, incluso con bajas en acción de guerra, ya que pasan desapercibidas y no se les reconocen sus acciones heroicas, ya que gracias a ellos se evitaron muchas pérdidas de vidas. Además, los brazos de aquellos infantes de marina y marinería, en Playa de Aaiún descargaron, con agua hasta la cintura y desde el amanecer y hasta incluso durante la noche, víveres, munición y toda clase de avituallamiento.

Foto El Faro de Ceuta
Foto El Faro de Ceuta

Un infante gaditano recuerda las acciones de guerra

Quienes mejor pueden contar la historia y dar fe de la realidad de los hechos son los que participan en dichas acciones, como en este caso fue el infante de marina Leonardo Cortés Velasco. Quizás lo peor suelen ser aquellos que ni participaron ni vivieron dichas acciones, que resulta ser que a él se lo contó uno que lo había oído, y el otro que lo escuchó a uno que pasaba por allí. En definitiva, que al final la historia de estos es una historieta. Leonardo Cortés Velasco, gaditano de pura cepa, orgullo de su Tacita de Plata, su querida Cádiz, la que llevaba siempre en su corazón, fue uno de aquellos jóvenes que ingresaron por su reemplazo en la infantería de marina en 1956, en la Agrupación de Infantería de Marina de Canarias, siendo su destino la Compañía de Ametralladoras y Morteros de 81 mm. Nada más llegar a Las Palmas comenzaron con una intensa instrucción y prácticas de tiro en Guanarteme, en el Acuartelamiento Manuel Lois. Esto era un preparativo de lo que se avecinaba, como así serían los ataques a los territorios del África Occidental Española.

A partir del 9 de abril de 1956, el entonces almirante-comandante general de la Zona Marítima de Canarias ordena que embarque en la corbeta Descubierta una sección de infantería de marina, reforzada al mando de un teniente y, según narra Leonardo Cortés Velasco, miembro de dicha sección, tras desembarcar a requerimiento del general-gobernador Ramón Pardo de Santayana, la sección de infantería de marina desfilaba por la ciudad de Sidi Ifni con el fin de dar ánimos a la población civil y levantar la moral, por los continuos incidentes que habían provocado los miembros de Istiqlal, que se habían envalentonado y tenían amedrentada a la población civil. El 30 de abril de 1956 la sección de infantería de marina, al mando del teniente Ángel Abia Gómez, embarcaba en un Junkers Ju 52 del Ejército del Aire en Gando, con destina a La Güera, a tenor de las autoridades francesas que tenían un ataque sobre Port Etienne por parte de las bandas rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí. Aquí permanecieron 40 días, desde donde se trasladaron por vía aérea a Las Palmas.

Poco tiempo después, de nuevo, una compañía de infantería de marina se trasladaba a Sidi Ifni, montando puestos de centinela y protección en la playa y custodiando unos depósitos de combustible, que fechas anteriores las bandas rebeldes habían atentado contra ellos. Ante la oleada de ataques de las bandas rebeldes, el Ejército de Tierra se veía desbordado para poder cubrir la seguridad de la ciudad y el infante Leonardo Cortés Velasco salía por las noches junto a un cabo y cuatro infantes de marina armados hasta los dientes; era raro la noche que no había tiroteos.

Foto El Faro de Ceuta
Foto El Faro de Ceuta

Llegan zapadores anfibios de Mallorca

El 21 de diciembre de 1957 arreciaban los ataques contra los territorios del África Occidental Española y se incrementaban los días 22 y 23 de dicho mes. Los ataques habían costado cinco bajas. El mando envió desde Baleares una unidad de zapadores anfibios del Tercio de Infantería de Marina de dichas islas, al mando del capitán de infantería de marina Antonio Gorordo Álvarez, quienes desembarcaron del minador Neptuno en Playa de Aaiún. A partir del desembarco iniciaban labores de desminado de artefactos explosivos que habían caído en el mar, así como labores de reconocimiento en todo el perímetro de cabeza de Playa de Aaiún.

También realizaron continuas misiones de recuperación de equipos caídos al mar en el desembarco, la mayor parte de anclas y cadenas, y la retirada de obstáculos para dejar libre el acceso de las lanchas. Esta compañía de zapadores anfibios de infantería de marina del Tercio de Baleares, desde su llegada a Playa de Aaiún hasta el 7 de junio de 1958, realizaron una labor digna de mayor reconocimiento, como así lo atestigua el general jefe del sector del Sáhara, José Héctor Vázquez, que con fecha 2 de abril de 1958, enviaba un telegrama al comandante de infantería de marina Luis Ocaña Muller en El Aaiún: "felicito a VD, y componentes de esa unidad de su mando por el valor, entusiasmo y disciplina y alto grado de instrucción observado durante las últimas operaciones llevadas a cabo contra las bandas rebeldes, que son dignos soldados del Ejército español".

Los continuos ataques de las bandas rebeldes a Playa de Aaiún hicieron que el mando enviase dos compañías de infantería de marina del Tercio Sur de San Fernando (Cádiz). La primera al mando del capitán Pedro Galiana Garmilla, cuyo primer bautismo de fuego fue la noche del 9 al 10 de febrero de 1958 y que resultó con algunos heridos, y no solo serían acciones de guerra, también agotadoras jornadas de trabajo con agua hasta la cintura para descargar de las barcazas todo el material para las tropas de las mencionadas secciones.

Foto El Faro de Ceuta
Foto El Faro de Ceuta

La segunda compañía llegaba el 6 de febrero de 1958, la cual una vez cumplidas sus misiones sería relevada por una compañía de la Agrupación de Infantería de Marina de Canarias: Lo mismo que los anteriores, realizaron una gran labor, que eran jornadas de trabajo de 14 y 18 horas sin descanso, lo que de nuevo rubricaron con letras de oro su lema ‘valientes por tierra y mar’.

La dureza orográfica: el peor rival del ejército colonizador en Marruecos

Autor: Alfonso José Jiménez Maroto

Fuente: El Rincón de Sidi Ifni

Guerra del Rif. Esta es la instantánea de una guerra irregular y asimétrica, pronto convertida en un callejón sin salida, para unos hombres que hubieron de ingeniárselas ante un combatiente indomable, desenvuelto y obstinado en un espacio tortuoso por el clima y la orografía.

Desde la finalización de la Campaña de 1909, el avance de España en Marruecos podría considerarse continuado y progresivo. Primero, por el esparcimiento territorial que llevó a la toma de enclaves influyentes; o mismamente, la ampliación de los límites de las históricas plazas de soberanía española. Lo que produjo en las cercanías de la Ciudad de Melilla la ‘Guerra del Kert’ (24-VIII-1911/15-V-1912), un combate entre España y las jarkas rifeñas insurgentes conducidas por Mohammed Ameziane (1859-1912), llamado ‘El Mizzian’, que con anterioridad había emprendido una yihad contra la ocupación en el Rif Oriental.

Combatiente Rifeño. Foto El Rincon de Sidi Ifni
Combatiente Rifeño. Foto El Rincón de Sidi Ifni

Posteriormente, vendría el establecimiento del Protectorado y los pasos iniciales para dar luz verde a un régimen de tutela negociado con Francia. Si bien, los españoles se habían habituado a compenetrarse en este entorno, por momentos virulento.

Unos, con enardecimiento lo interpretaban como el renacer imperial de la nación; y otros, porque contemplaban aquella coyuntura como una hemorragia de vidas truncadas y económicamente descabellada al borde del colapso.

Pero, sin lugar a dudas, el ‘Desastre de Annual’ (22-VII-1921/9-VIII-1921) descompuso el espectro de variables intervinientes, induciendo a una agitación social e instalando en el punto de mira la batalla que se soportaba en el Norte de África. Siempre en el plano de la política y punteada inevitablemente por aspectos diplomáticos, como las desavenencias habidas con Francia; o de índole físico, como su intrincada orografía, climatología, vegetación, hidrografía y así, un largo etcétera.

Con estas premisas preliminares, el territorio marroquí fue testigo de cuantas operaciones militares se materializaron ante la resistencia nativa, a lo largo de las cuales, las fuerzas de choque cargaron con el protagonismo bélico, encomendándose a las ocupaciones de mayor vinculación con el indígena, hasta conseguir una homogeneidad definida que demandaba el esfuerzo férreo de sus miembros.

Con lo cual, el soldado familiarizado y ejercitado en las vicisitudes beligerantes que puso en práctica con su carácter, gallardía, atrevimiento y acometividad, encarnaría el paradigma del buen español.

En principio, el entresijo de rivalidad colonial entre España y Francia en Marruecos, posibilitó la multiplicación de contrabandistas y espías que negociaban en la complicidad armas e información a los enemigos de los actores implicados. A ello hay que significar, la porosidad en los límites fronterizos de la ‘Zona española’ y ‘Zona francesa’ que intrincaron las intervenciones previstas y de incógnito.

Echando un vistazo a la vertiente española, al igual que hubo de desafiar una divisoria penetrable, análogamente, se topó con un relieve inexpugnable: vacío de infraestructuras viales, climatología desértica y de alta montaña en vastos sectores geográficos, cursos hidrográficos entrecortados e indeterminadamente condicionados por la aspereza y la falta de fuentes de agua bebible.

Sin soslayarse, la carencia de un representante estatal centralizado, la diseminación del conjunto poblacional en parajes agrestes, la inexistencia de planos cartográficos, pero, sobre todo, la destreza atesorada de los autóctonos curtidos en la ‘guerra de guerrillas’, adquirida entre las colisiones de las mismas tribus, y de éstas, contra el Sultán o las potencias coloniales.

Por ende, las peculiaridades físicas de la demarcación española hicieron muy dificultoso el control militar del Protectorado, como las dinámicas de naturaleza belicosa que concurrían repetidamente.

Es decir, era algo así como un área de terreno de unos 26.000 kilómetros cuadrados aproximadamente, prolongados por un conjunto de quebrados sistemas accidentados que configuraban Yebala, Gomara y Rif.

Su ubicación geomorfológica coincidía con el litoral mediterráneo marroquí.

En concreto, en Oriente, desde las Islas Chafarinas; y, por Occidente, el Océano Atlántico. Este departamento de influencia española era restringido en el margen Noroccidental por la zona internacional de Tánger, que, por aquel entonces, era la puerta meridional del Estrecho de Gibraltar. Quedando enajenado de la autoridad española por los intereses británicos. Y, en términos orográficos, el suelo asignado a España reunía complejidades excepcionales, tanto en lo que incumbe a su incautación, como a su posesión efectiva.

Combatientes españoles. Foto El Rincón de sidi Ifni
Combatientes españoles. Foto El Rincón de Sidi Ifni

Deteniéndome en algunas de las fuentes bibliográficas consultadas, que a fin de cuentas son las que corroboran las evidencias constatadas, es preciso fijarse en el Informe pormenorizado por una Comisión Mixta tras la Campaña de Melilla de 1909, denominado ‘Factores del problema marroquí’, con el que se desenmascara el territorio que previsiblemente habría de agrandarse como una extensión diferenciada, literalmente por “un suelo accidentado en forma de escalones que ascienden de Norte a Sur hasta alcanzar grandes alturas y comprenden el sistema orográfico del Rif y de Andgerah (…). El terreno, más o menos movido, ha de considerarse siempre como quebrado para los efectos militares, pues a la parte montañosa llevarán la guerra con preferencia los adversarios”.

Del mismo modo, ocurre con el Informe propuesto a la Presidencia del Consejo de Ministros confeccionado en 1925, y formulado en tanto el conocimiento del Protectorado comenzaba a ser más sólido, hasta refrendarse las apreciaciones propias de los datos extraídos sobre la realidad en la que hubieron de evolucionar y maniobrar las tropas españolas.

Dicho Informe refiere textualmente: “Entre la zona española de Larache-Tetuán, la de Melilla y el Marruecos francés, se extiende una vasta región montañosa poco abordable y mal conocida llamada comúnmente ‘El Rif’. (…) Estos territorios no tienen físicamente ninguna unidad y son un verdadero caos. (…) Una madeja de alturas inextricable de alturas ásperas y generalmente desoladas”.

Un año más tarde, en 1926, el General en Jefe de las Tropas Españolas en Marruecos, José Sanjurjo Sacanell (1872-1936) puntualizaba a Primo de Rivera y Orbaneja (1870-1930), en alusión a “la excursión hecha por tierra desde Tetuán a Melilla” con las siguientes palabras: “El viaje a resultado muy interesante, pero extremadamente duro por las dificultades del terreno, muy montañoso y con senderos rudimentarios propios de cabras, en los cuales, se han despeñado varios caballos de la escolta”.

"El territorio marroquí fue testigo de cuantas operaciones militares se materializaron, con el soldado español poniendo en práctica su carácter, gallardía, atrevimiento y acometividad, que lo encarnaría en el paradigma del buen español"

Era ostensible que el contorno abrupto amortiguaba el aguante indígena, haciéndolo más vigoroso en las elevaciones. Y según el Informe ‘Factores del problema marroquí’, “… la superioridad de los medios, la disciplina y la unidad del mando” de la milicia española, quedó debilitada por las condiciones favorables para la ‘guerra de guerrillas’. Luego, el escenario terrestre en el que maniobraron las tropas expedicionarias, era el comodín de los grupos rebeldes como ‘peces en el agua’ y el peor de los contrincantes del ejército colonizador.

Queda claro, que en el teatro colonial la ‘guerrilla nativa’ entorpecía y frustraba la praxis de la teoría militar de la guerra regular, como enfatizó el General Manuel Goded Llopis (1882-1936): “… caos montañoso de difícil acceso para las columnas de un ejército regular, y en el que los movimientos de las fuerzas y el abastecimiento de éstas para la guerra, constituyen problemas que sólo conocemos los que con ellos hemos tenido que luchar para sojuzgar a aquellos indómitos y valientes guerreros que, amparados en sus formidables baluartes montañosos, han disputado palmo a palmo el terreno a nuestros soldados”.

No obstante, los muchos obstáculos iban más lejos de la rudeza orográfica que presentaba el paisaje marroquí: la ignorancia territorial de lo que verdaderamente existía, era otra de las objeciones yuxtapuestas, para unas fuerzas metropolitanas que, ante la exigüidad de cartografías topográficas, podría aseverarse que transitaban prácticamente a ciegas.

Es más, la mayoría de los infortunios en el Protectorado correspondieron a la omisión de información previa, con la que las unidades de combate tuvieron que desenvolverse en el terreno donde se introducían.

Fijémonos en el marco de la Campaña de Melilla o Guerra del Rif (1909-1910), lo acontecido en el ‘Desastre del Barranco del Lobo’ (27/VII/1909), considerado por los historiadores como único. El Alto Comisario de España en Marruecos, Dámaso Berenguer Fusté (1873-1953), hizo mención a este agravante con la siguiente indicación: “No hay que olvidar que todo este terreno, inexplorado, jamás recorrido por viajeros ni exploradores de nuestra civilización, era tan desconocido para nosotros y para toda entidad europea, como la más ignorada región del mundo, era la primera vez que tropas organizadas iban a penetrar en él, como era la primera vez que su misteriosa orografía y sus espléndidos paisajes se desarrollan ante ojos civilizados”.

En idéntica sintonía, otro de los componentes que desmejoraron claramente el horizonte con vistas a la pacificación, y que recrudecieron la proyección urgida por la laguna de información topográfica, residió en la ausencia de una red de comunicaciones que al menos discurriese como tal. Realmente, lo que allí se ratificaba eran pasos de tierra intransitables que conectaban a duras penas las cabilas, ralentizando cualesquiera de los movimientos de las tropas españolas.

Cuando las circunstancias atmosféricas eran sobradamente desfavorables por la sequedad o, en contraposición, por las lluvias abundantes, la red viaria quedaba a merced de lo inservible para cualquier desplazamiento o desalojo.

Ya, en las etapas veraniegas totalmente abochornadas, la locomoción de soldados, vehículos y ganados, causaban cortinas de polvo provenientes de las partículas de tierra que ahogaban a los hombres y animales.

Toda vez, que en el tiempo húmedo, los aguaceros copiosos transformaban los caminos intrincados en trampas de barro y fango, que inmovilizaba las ruedas de los carros. Además, los empinados de las pistas en los sitios más salvajes, hacían impracticable el empleo de medios mecanizados.

Por antonomasia, la mula se convirtió en la pieza de carga admisible en aquel hábitat descomunal; si acaso, este ‘todoterreno híbrido’, hallaba en ciertas rutas graves y espinosos aprietos para su hechura. Cualquier tentativa de traslación en las tropas requería de un arrojo desmedido; la dotación de posiciones avanzadas y de grandes campamentos, no eran sencillos y, a la postre, los convoyes dispuestos en caravanas e hileras, eran un blanco asequible para la guerrilla indígena.

Otras de las variables identificativas para las fuerzas colonizadoras estribó en la rémora de surtirse adecuadamente de provisiones en el campo de operaciones, ante la penuria de recursos que apremiaba al reparto de racionamientos desde puntos estratégicos como Ceuta, Melilla, Larache o Tetuán, o algunas otras esferas españolas de entidad. Dicho y hecho, este recorrido irreemplazable de pertrechos por tierra hasta escondites insospechados, era apesadumbrado por los contratiempos apuntados y la amenaza persistente de las jarkas rifeñas.

Ateniéndome a la descripción de Vico, que lo hace en paralelo a lo que en el año 1898 mantenía España con sus tres grandes y valiosas colonias en Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y el Archipiélago de Filipinas en el Pacífico, en lo que representó el principio del fin del Imperio Español, explica: “En Marruecos no hay vías férreas, ni buenos caminos, ni riqueza alguna que facilite los suministros y el terreno es muchísimo más quebrado que en Cuba”.

A los inconvenientes físicos y carestía de veredas de penetración, se incluía el endurecimiento climatológico y la irregularidad de recursos hídricos permanentes, que eran de acceso trabajoso, dando origen a que la guerra en el Protectorado conllevase un importante ingrediente estacional, puesto que numerosos sectores de montaña eran insuperables en el período de tormentas y ventiscas.

El clima local está sujeto por una amplitud térmica que crea enormes desajustes en la temperatura periódica; o séase, un ambiente mediterráneo que acaecía en su versión marítima en las franjas más apacibles de la costa y muy definidas, en contraste con la seca, en gran parte del interior. La situación semiárida se adentra en los sectores de transición a los desiertos.

Por lo tanto, se acentúa más la aparición climatológica de alta montaña, ayudado por su ascendente mediterráneo en las áreas de monte de moderada elevación. Habitualmente, las variantes atmosféricas se identifican por lucir dos estaciones destacadas: la seca compatible con el verano y la húmeda con el invierno.

Con la época estival seca y bochornosa se daba un salto a una variación inclemente álgida, con chaparrones moderados que eran pluvio-nivales en altura. Asiduamente se concentraban en fases desencadenadas.

Aparentemente, las realidades meteorológicas fueron uno de los precedentes del descontento constante de aquellos hombres impertérritos que hubieron de servir en Marruecos.

En esta tesitura, Goded, hace un retrato impecable aglutinando a la par la adversidad del clima y la incidencia de los rebeldes, en una sucesión de entorpecimientos para la incursión de las tropas españolas. En su convencimiento y valoración, los soldados debían competir “contra el enemigo y contra el clima, con los calores abrasadores del verano africano, con las lluvias torrenciales del invierno, con los devastadores temporales de viento y nieve”.

Finalmente, para rematar el relato sucinto del entorno natural que percutió a más no poder en Marruecos, con restricciones, estrecheces, trabas y barreras impensables que podrían parecer intemperantes para encumbrar el merecimiento y estimación de los que afanosamente intervinieron en territorios tan escabrosos, estímense algunos fragmentos del Informe Médico del Rif correspondiente al año 1930, en atención a las cuestiones relacionadas con el estado de bienestar o de equilibrio que puede ser percibido subjetivamente, asumiendo como tolerable el estado general en el que se mueve; u objetivamente, con el que se observa la existencia de indisposiciones o elementos perjudiciales en el sujeto.

Al pie de la letra subraya: “Los traumatismos son frecuentísimos y graves en el Rif, por lo peligroso de sus pistas con sus empinadas cuestas y profundas barrancadas. La circunstancia de ser el Rif una región montañosa con cimas que oscilan y aun pasan de los 2.000 metros, (…), imprime a la circunscripción la característica del clima de montaña con sus recios temporales de agua, nieve, viento y frío, alternando con días de maravillosa luminosidad y trasparencia del aire. Tónica, estimulante y sana la montaña en general, obliga, en cambio, a prevenirse contra sus inclemencias con reparadora alimentación y adecuado albergue para combatir sus recios vendavales, ventiscas e intensos fríos”.

Como matiz a este documento facultativo, se propusieron medidas y pautas para atenuar las dolencias clínicas concurrentes en los soldados que servían en el Rif. No siendo su propósito, ni mucho menos, representar el contexto físico contraproducente, sino el procedimiento para sortear las posibles derivaciones del mismo sobre la Tropa, porque sus observaciones estaban avaladas por la ciencia médica del momento.

Un ejemplo que bien puede reflejar el vaivén y la severidad de los temporales, subyace en el lapso tempestuoso sobrevenido en el otoño de 1927 y producido en la comarca de los Beni-Aros.

Casi un siglo después, este episodio relevante ha quedado asentado en multitud de documentaciones y expedientes de archivo y ahora lo hace en esta disertación, puesto que indujo al retraimiento de posiciones en la zona y ocasionó cuantiosos decesos por aludes y congelaciones.

En un telegrama remitido urgentemente desde el Protectorado en la jornada del 13/XI/1927 a la capital de España, cuando aún estaba en sus primeros coletazos el fenómeno meteorológico, el comunicado cita ni más ni menos: “Tremendo temporal se ha desencadenado sobre esta zona (…) el temporal es durísimo de frío y nieve que sigue cayendo sin interrupción cortando por completo toda comunicación con las columnas y toda posibilidad de enviarles socorro”.

De la misma manera, se justifica la viabilidad de abandonar posiciones de montaña donde la dureza del frío se hiciese inaguantable, haciendo hincapié en las unidades de combate extraviadas de sus correspondientes columnas, y con las que no existía la más mínima comunicación; así como las infraestructuras gravemente afectadas, como hangares devastados, atracaderos asolados con sus respectivas embarcaciones destruidas por el ímpetu de las olas, etc.

En consecuencia, esta es la instantánea de una guerra irregular y asimétrica, con una milicia que tenía en su haber la experiencia colonial de Cuba y Filipinas: lo que en principio parecía el resarcimiento de 1998, muy pronto se tradujo en un callejón sin salida, para unos hombres que se las tuvo que ingeniar ante un contendiente desenvuelto, intrigante, artificioso y obstinado que le acarreó no pocas desgracias, en un espacio intensamente contrapuesto, tanto por la exclusividad del clima y la orografía entre elevadas cordilleras y valles tortuosos, pero, sobre todo, con acometidas implacables de unas tribus indomables. Así, el Rif, se transfiguró en una espejismo a modo de pesadilla, para un régimen español fluctuante y una Corona cada vez más inconsistente en los trechos descritos.

miércoles, 27 de enero de 2021

Arancha López Muñiz

Cabo Dama Legionaria Paracaidista Arancha López Muñiz. Es de las personas que no puedes evitar recordar sin que las lagrimas asomen por tu mejilla. Era sencilla, humilde, de corazón puro y como buena onubense sobre todo graciosa y simpática.

Arancha Lopez Muñiz
Arancha Lopez Muñiz

    Con veintitrés primaveras y una característica sonrisa, te hacia reír cada vez que te cruzabas en su camino. Siempre de buen humor, contagiaba su positivismo y energía al hablar contigo. No me lo han contado, pues tuve la suerte de sentir esa sensación al servir junto a ella en el Grupo Logístico Paracaidista.

Compartíamos el Águila azorada de los Maestros de Maestros y, sin que ella lo supiera, su designio sería ser la primera del Cuerpo de Especialistas en elevar su alma tras cruzar el abismo abierto del salto paracaidista.

Fue el dieciocho de agosto de dos mil once (18-08-2011) en Casas de Uceda tras un salto de instrucción el día que nuestro arcángel San Miguel la escoltó ante el Creador, no sin dejar un vacío inmenso en nuestras exiguas vidas. 

Sé que desde el cenit cuidas de nosotros en cada lanzamiento anulando nuestras dudas de incertidumbre ante la inmensidad que oculta la puerta de la aeronave.

Tu recuerdo está grabado con amor en nuestros corazones y tu nombre da pureza a la Sala de Honor que comparte tu apelativo.

Arancha Lopez Muñiz
Arancha Lopez Muñiz

Ascendida a cabo primero honorífico el nueve de octubre de dos mil dieciocho, eres el claro ejemplo que necesitamos para intentar ser cada día un poco mejores personas, militares y como no paracaidistas.

Arancha, ten por seguro que vivirás eternamente, jamás te olvidaremos, pues siempre estas ¡¡CON NOSOTROS!!

Requiescat in Pace.