miércoles, 18 de noviembre de 2020

UN MISIONERO AGUSTINO EN EL SAHARA

Autor: GÓMEZ JAUBERT, Luis Joaquín

Fuente original: Revista Mar Océana nº 29

Fuente: Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»

PREAMBULO

           Este ensayo fue publicado en la revista Mar Océana  nº 29 (UFV) en el año 2011 y reproducido en varias revistas digitales. Durante estos seis años, dos hipótesis de trabajo que defendía en el mismo se han visto refrendadas. La primera con respecto a la localización e identificación de la desaparecida ciudad de Tagaost, en la que desarrolló su misión el misionero agustino, y una segunda que hace referencia a su persona y al período histórico en el que se encontraba en Canarias y el Sáhara.

Vestigios de la Torre de Santa Cruz de Mar Pequeña (Marruecos). Foto El Rincón de Sidi Ifni
Vestigios de la Torre de Santa Cruz de Mar Pequeña (Marruecos). Foto El Rincón de Sidi Ifni

            La primera aportación se la debemos a la campaña de 2014 del proyecto “Investigaciones arqueológicas en la región de Sus- Tekna (Marruecos)” que confirmó la identificación del actual caserío de Ksabi (Laqsabi) con la antigua ciudad de Tagaost. En este proyecto, en campaña anterior, se había localizado el antiguo vecino puerto de Nûl Lamta e investigado en varios yacimientos de la cuenca del ued Nun. Concretamente, en Fum Asaka, en el año 2011, se examinan los restos de un fuerte que los expertos arqueólogos aseguran corresponder a los de San Miguel de Asaca. La magnífica exposición de estos científicos, que cuadra perfectamente con el relato de los frailes descrito en siguientes líneas, nos lleva a pensar que el puerto de San Bartolomé es la desembocadura del río Asaka o Nun. Siendo esto así, el morabito, posiblemente y siempre siguiendo el citado relato, estaría situado a unos ocho kilómetros antes de llegar a Ksabi. El recorrido de los que desembarcaban en el puerto camino a Tagaost probablemente se realizaría en paralelo a la vera del río: en la zona de Agadir Nouna, donde se encuentra alguna ruina, Amouazirh, Tiliuin, o en las cercanías de los santuarios de Sidi el Hajj Taïb o de Sidi Bourja podría haberse encontrado el morabito santuario del misionero agustino. Como también se recoge en la declaración de los frailes, otra pista a estudiar, cerca del enterramiento se hallaba un depósito de sal que, por la estructura descrita, era de gran altura como un granero fortificado o agadir. Restos de este tipo de construcciones se encuentran por la zona, algunos de ellos estudiados en todos sus aspectos arquitectónicos.

           Menos probado, pero digno de tener en cuenta, es un relato de Tomás Arias Marín de Cubas, en una tercera parte no publicada de su Historia de las Siete Islas de Canaria. En su exposición rocambolesca sobre cómo llegó la Virgen de Candelaria a Tenerife nombra a tres religiosos agustinos los sacerdotes Bartolomé, Thadeo y el lego Matías que se encontraban en (Gran) Canaria en 1363. Posteriormente, y repetidamente, cita a Fray Bartolomé, que permanecía en las islas en 1393, año en el que desembarca, con sus libros, en Tagaost. La descripción coincide con la posición que defendí, en este trabajo, sobre la procedencia mallorquina del fraile, bien por ser natural de las Islas Baleares bien por estar integrado en los agustinos venidos del archipiélago balear, y el siglo XIV como el de los años de vida activa religiosa que no se corresponde con el otro Fray Tadeo posterior en un siglo. Por la edad que aparentaba el rostro del cuerpo incorrupto del misionero no debió vivir mucho tiempo en Tagaost, pero el suficiente para ganarse la fama de santo.

1. EL SAHARA, UN DESIERTO PARA ESTAR CON DIOS

          El desierto aparece en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, en momentos cruciales de la historia de la salvación. Muchos de sus protagonistas, incluido el propio Jesucristo, tienen relación con los inhóspitos paisajes desérticos. Entre los diversos desiertos de la tierra, el Sahara es el mayor, adentrándose 1.610 Km. en el norte del continente africano y con una anchura de 5.150 Km. desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo incluyendo territorios de Egipto, Argelia, Marruecos, Mauritania, Libia, Malí, Sudán Níger, Chad, Túnez y el Sahara Occidental. Su superficie es superior a los 9 millones de km² aunque sus fronteras varían cíclicamente. La dureza del medio explica la baja densidad de población sedentaria en los oasis, unos 207.200 km², siendo el sistema tradicional de vida el nomadismo. El Sahara oriental se extiende más de dos millones de km² e incluye el desierto líbico de 1.100.000 km2 que, también, ocupa el oeste del Nilo conocido como desierto occidental de Egipto donde, precisamente, durante siglos, tiempo antes de la aparición o irrupción de la religión musulmana, decenas de monasterios de cristianos coptos, hoy día quedan algunos habitados, desarrollaron su vida religiosa. En otras partes del enorme desierto sahariano, la presencia de los seguidores de Cristo se hizo notar como bien nos recuerda la historia de la Iglesia.

          Sin embargo, cuando se habla de consagrados cristianos en el Sahara, es el presbítero católico Charles de Foucauld, que emprendió una expedición por el desierto en Marruecos y exploró parte del mismo en Argelia y Túnez, quien destaca con una relevancia especial. Ordenado sacerdote parte hacia este territorio. Sucesivamente, se establece en Beni Abbes, Tamanrasset, y, en medio de los Tuaregs, en el macizo del Hoggar, a 1.500 Km. al sur de Argel. Desea llevar el Evangelio a los más olvidados: los pueblos del Sahara. Quiere predicarlo con su vida ofreciendo un ejemplo que haga a todos preguntarse quien es el Maestro de tal servidor. Su objetivo es convertir el corazón de los musulmanes, árabes y tuaregs, a través del sacerdocio católico, abriendo el camino para futuros misioneros. Enseña a rezar a los esclavos; les habla de Jesús a los viajeros pobres; intenta catequizar a los más pequeños que carecían de formación religiosa, llegando a escribir que unas pocas hermanas de la caridad conseguirían, en poco tiempo y con la ayuda de Dios, que todo este país se entregara a Jesús. Moriría a manos de forajidos en el Sahara argelino.

          Son muchos los precedentes de católicos consagrados a la predicación de Jesucristo en el Sahara, con la palabra y, teniendo en cuenta las circunstancias, fundamentalmente, con el buen ejemplo de encarnar el evangelio. La cercanía de este territorio a la islas Canarias, conllevaría que algunos de los religiosos evangelizadores de las que, pronto, serían parte de la España insular, también se animaran a dar un salto a la costa africano sahariana, al Sahara de los saharauis, entre ellos frailes agustinos. Los restos de uno de estos misioneros, enterrados en Tagaost, eran venerados por los musulmanes que, en esta tierra dominada por la cultura nómada, mantenían su hospitalidad y espíritu de tolerancia que se ha ido perdiendo con el sedentarismo, en la degeneración fundamentalista de algunas escuelas coránicas y en las formas impuestas por el Majzen marroquí. Intentaremos despejar las dudas que surgen sobre algunos datos que nos ofrecen los escritos, especialmente de cronistas de la Orden de San Agustín, acercándonos a la figura de un hombre cuya identidad seguimos y, probablemente hasta el fin de los tiempos, seguiremos desconociendo.

2. LA IMPORTANCIA DE UN HÁBITO

          El interés por nuestro personaje comienza en 1525 (Nota 1), fecha casi unánimemente repetida por todos los autores, excepto por Alarcón (2), a través del desarrollo de unos acontecimientos que fueron providenciales en orden al tema que nos ocupa. Posiblemente, como consecuencia de la destrucción de la famosa torre y factoría de Santa Cruz de la Mar Pequeña en 1524 por parte de los moros, se habilitó un considerable armamento para una expedición, que partió de Tenerife en 1525, organizada por sus vecinos. Las incursiones de los canarios eran numerosas, pero no todas con el éxito de esta que llegó a Tagaost, en aquel entonces importante localidad del África sahariano, haciendo prisioneros al alcaide y a 80 miembros de su séquito. 

          Preso, en la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna, el citado alcaide ve a dos frailes agustinos a los que llama para venerarlos. Les explica su comportamiento por reconocer en el hábito, que ellos portaban, el que vestía un santón cuyo cuerpo sepulto los musulmanes de la región custodiaban. No tardaron en acudir a su encierro, el prior del convento, que la Orden de los Ermitaños de San Agustín tenía en la ciudad lagunera, fray Enrique de Olivera, acompañado de fray Miguel Viejo, ambos portugueses. Recibiendo el mismo trato que los anteriores frailes y escuchando idéntica explicación decidieron, con cartas de presentación del ilustre preso, organizar otra expedición (3) con el fin de conocer la identidad y más testimonios de los milagros que del difunto fraile les relató el alcaide de Tagaost. Ya sea a finales de 1525 o a comienzos de1526 (4), pudieron dos frailes (5) cumplir el objetivo de contemplar al que, inmediatamente, reconocen como el que fue en vida un miembro de su Orden religiosa. Es, precisamente, otra vez el hábito, que describen minuciosamente en sus informes (6), el que se convierte para ellos en determinante. En el año 1546, se produce parecida escena cuando, en Tenerife, dos capitanes moros reverencian a los frailes agustinos por el mismo motivo de vestir un hábito similar al del santo milagroso (7). Lo cual sucede con otro moro, en Lisboa, avanzada la década de los setenta del siglo XVI, el cual, viendo a los frailes agustinos reaccionó con gran alegría por ser como su santo, haciéndose asiduo del monasterio de Nuestra Señora de Gracia hasta su bautizo con el nombre de Antonio de Meneses (8). Por tanto, como primer dato conocemos, por estos testigos y otros que se sumarían que, aunque no se sepa donde ni como murió, sí se sabía donde estaba enterrado un fraile agustino al que, todavía, no se había identificado. 

3. ENTERRAMIENTO

          También informan los frailes sobre el monumento sepulcral y alrededores (9), los cuales son descritos por nuevos testigos entre otros, más de ocho décadas después, por el Sargento Mayor de la Isla de Fuerteventura, Álvaro Ortiz Zambrano (10). No es de extrañar que el santón, venerado por los musulmanes, aún siendo un fraile cristiano, fuese enterrado a la usanza de ellos, teniendo su monumento funerario. Es habitual, en estas tierras saharianas encontrarse mausoleos de egregios difuntos, especialmente santones (11). Así, por ejemplo, Sidi Ifni -Señor de Ifni- toma su nombre del “santón” enterrado en el morabito existente en la desembocadura y margen derecha del río en Ifni.

          Del relato de los frailes, se deduce que al llegar al Puerto de San Bartolomé (12) mandaron llamar a los de Tagaost, que el alcaide les había indicado y a los cuales estaban destinadas las cartas recomendatorias. También, que, desde el puerto los condujeron a la tumba del agustino unos 20 Km. tierra dentro (13). Lo escrito por los frailes nos lleva a la conclusión de que la tumba se hallaba bastante cerca de la costa. Terminada la visita continúan su camino hacia Tagaost, pudiendo ver la casa donde vivió y algunos libros de su uso. La redacción parece indicarnos que la casa estaba en camino desde el sepulcro hacia Tagaost, probablemente en sus cercanías (14), pero no en el casco de la Villa (15). Por tanto, podemos considerar que el puerto de San Bartolomé pertenecía al término de Tagaost, sin que fuera parte de la ciudad como sucede en tantas ocasiones (16). De donde situemos el Puerto de San Bartolomé y Tagaost, dependerá la posible ubicación del Mausoleo. El problema es que no se sabe el lugar exacto ni del puerto ni de la ciudad como expondremos más adelante. 

          El que estuviese apartado de la ciudad explica el hecho de que ningún participante de las cabalgadas o incursiones de los españoles, que llegaron a Tagaost, hubiesen comentado haber visto la tumba del misionero católico.

4. ¿QUIÉN ES EL SANTÓN VENERADO? 

          Lo primero es que la ya comentada descripción del hábito no pudo llevar a equívoco a los frailes que lo contemplaron, los agustinos sabían identificar a los suyos cuando, en aquella época, era tan importante la distinción en los vestidos religiosos entre las diversas órdenes y congregaciones. 

4.1 Un agustino

          Por otra parte, es de destacar que los agustinos, establecidos en las Islas Baleares, tuvieron gran importancia en el comienzo de la evangelización de Canarias, en la segunda mitad del siglo XIV, al erigirse un primer obispado en Telde (17), denominado “la Fortuna”, según bula del papa Clemente VI del 7 de noviembre 1351. Ya en 1352, en una expedición, se enrolaron treinta misioneros baleáricos (18) junto con doce apóstoles neófitos indígenas, instruidos en la doctrina católica.  En 1386 se incorporarían frailes carmelitas junto a otros ermitaños agustinos (19), de los cuales trece de ellos, algunos sacerdotes, serían martirizados en 1391 (20), probablemente todos mallorquines (21). La actividad misionera seguiría, en otra parte de la Isla, pues habría más misioneros lo que da razón  del nombramiento del dominico mallorquín Fray Jaime Olzina (22), aunque nunca se trasladara a su destino episcopal, como último Obispo de Telde (Bula de Clemente VII el 21 de enero de 1392). Previamente, según los historiadores Leonardo Torriani (23) y Fray J. Abreu, se tenían noticias orales de antiguos canarios, que lo oyeron contar y cantar a los mayores que hablan de la llegada de dos navíos con tripulantes mallorquines a la playa de Melenara (Gran Canaria) y la captura por los aborígenes de la mayoría de ellos que, bien acogidos, pronto se mezclarían con los naturales. Entre ellos habría dos frailes “a los cuales siempre reverenciaron los canarios” (24). Estos dos anónimos misioneros eran agustinos, según Marín y Cubas (25). Durante 44 años, de 1342 (26) a 1386, se produjeron expediciones de catalanes y mallorquines a Canarias con destino especial a Gran Canaria en las que establecieron factorías, construyeron ermitas, etc. Aunque no tuviesen la mayoría una finalidad evangelizadora en todas viajarían, como era habitual, misioneros. Así sucedió, posteriormente, con dos religiosos agustinos, Fray Andrés de Goles (27)  (Valdés) (28) y Fray Pedro de Cea, que acompañarían a El Adelantado en la conquista de La Palma y Tenerife, lo que explica la pronta fundación del primer convento agustino, en La Laguna, que tantas glorias dio a la Iglesia (29), en 1505. 

4.2 Agustinos en el Sahara

          Los frailes mallorquines, en aquellos años, siguiendo las enseñanzas de su contemporáneo paisano Beato Raimundo Lulio (30), vivieron con una intensa dedicación la misión de convertir infieles, lo que explica el número elevado de su presencia en algunas de estas expediciones. Teniendo, en cuenta el objetivo predominante del Beato mallorquín con respecto a los musulmanes, también daría una razón más del salto de agustinos y otros religiosos a la costa de África cercana a las Canarias. Además, el auxilio espiritual a los cautivos (31) cristianos y su rescate son motivo de la necesaria labor de religiosos en esta región sahariana.

         Otros autores añaden que los misioneros que se trasladan desde Canarias a la costa africana, posiblemente, lo hacen precediendo o acompañando, para atender espiritualmente, a aquellos que iban a edificar un fuerte para establecerse o en alguna expedición con fines comerciales, deduciendo pudiera ser el caso de Fraile agustino (32). Santa Cruz de la Mar Pequeña, la más famosa torre, fue construida en 1476, probablemente después de muerto el Beato, estando localizada en una ensenada conocida en esa época como Mar Pequeña, probablemente en la costa de Cabo Juby (33). Esta torre desapareció, por primera vez, en 1485, aunque para ese año ya funcionaba una factoría llamada San Bartolomé.

5. ¿QUÉ SABEMOS DE FRAY TADEO DE CANARIA?

      Primero, que existió. No son muchos los hechos, y menos los datos personales, que se conocen de tan olvidado, en la actualidad, fraile agustino. Durante los primeros siglos posteriores a su vida, se escribió sobre él, aunque los autores, casi todos canarios o religiosos de la Orden de San Agustín, simplemente se copian unos a otros sin mayor investigación: P. Juan Márquez, O. Petrucci, Pedro Agustín del Castillo, José Viera y Clavijo, etc. El Padre Juan Márquez, que lo tuvo presente en su obra, en 1618 habla de los autores que, previamente, habían escrito sobre este fraile haciendo especial mención de los autores italianos. El devenir de la historia no ha ayudado a la clarificación de elementos esenciales para una biografía. Sabemos de su vida de entrega, del lugar de su nacimiento y de su profesión como religioso, de su estancia en tierras africanas, de la posible edad de su fallecimiento. Hay dudas sobre la fecha exacta en la que partió al Sahara y el tiempo de su estancia. No sabemos nada de sus apellidos, su familia, su vida anterior al ingreso en la Orden de los Ermitaños de San Agustín. Intentaremos, en las siguientes líneas, partir de los datos, en fechas sólo aproximativos, que podríamos dar por más seguros, procurando despejar dudas pues los autores que se han ocupado de este personaje difieren en sus estudios.

5.1 Su nombre

          La falta de una explicación al uso de distintos nombres se debe a los propios agustinos que iniciaron la investigación sobre su correligionario. Si por los habitantes del lugar se le conocía como agustino, la confusión de nombres, aceptados todos sin ninguna crítica, tiene su origen en los cronistas de la Orden de san Agustín. ¿Qué nombre constaba en los archivos del Convento de La Laguna y así se escribió en los informes correspondientes con destino a Portugal y al General de la Orden (34)? ¿Era el mismo que el que aparece en los documentos del Convento de Lisboa? ¿Cuándo, por quién y por qué razón empieza a utilizarse otro en los escritos de la Orden?  En los títulos de los capítulos, de las obras correspondientes, dedicados al agustino, cada autor se decanta por un nombre. Por Tadeo lo hacen el P. Juan Márquez (35) (1618); Nicolao Crusenio (36) (1623); Arias Marín y Cubas (37) (1687); Viera y Clavijo (38) (1773). Por Bartolomé, Fr. Otho Petrucci (39) (1630); P. Tomás de Herrera (40) (1652); por los dos, Sebastián Jiménez Sánchez (41) (1942), aunque casi todos recogen en el cuerpo de sus escritos los demás nombres, siempre con el añadido “de Canarias”. Fray Sebastián Portillo (1751) (42), inteligentemente, sólo señala que es un agustino sin decidirse por ninguno de los citados. También, en el elenco de nombres, se añade el de Mateo, utilizado por los italianos (43) y por san Alonso de Orozco (44) que, en 1551, escribe que el “Beato Mateo de Canaria fue amador en gran manera de la pobreza” como denominador de su vida pues, confiesa el santo que de este beato y de otros “no se hallan historias” (45).

          Lo cierto es que, sobre 1525, después del viaje a Tagaost, los dos frailes se cercioraron de que en el archivo del Convento de S. Cristóbal de La Laguna, había documentos que testificaban como en el año de 1470 vivía en Canarias un religioso de nación Portuguesa, llamado Fr. Tadeo. En el siglo XVI, unas décadas posteriores a la contemplación del cuerpo del agustino que se identificaba con el portugués, ya hay testimonios escritos de cómo se reverenciaba la memoria de este fraile entre los miembros de la orden agustiniana. 

          El P. Juan Márquez expone su pensamiento de que el nombre de Bartolomé (46) del Beato es origen del que lleva el puerto o caladero de la costa sahariana por donde desembarcaron los frailes, lo mismo que otros autores argumentan sobre “Las Matas de San Bartolomé” (47), denominación por la que también se conocía a Tarfaya, sin embargo lo más probable es que el citado caladero llevase tal nombre por similares razones que, por ejemplo, San Bartolomé, pueblo de la cercana Lanzarote (48) u otro en Gran Canaria (49), es decir por pura devoción de los cristianos que desembarcaban por dicho puerto como bautizarían san Miguel o Santa Cruz de la Mar pequeña a torres de estas costas. Con este tipo de conjetura, utilizada por el historiador agustino, se puede invertir el proceso, es decir los cristianos que sabían, por sus visitas, de la existencia de un santo fraile desconociendo el nombre de Tadeo, lo llamaran Bartolomé como al puerto. Por otra parte, los habitantes del lugar, musulmanes, le denominaban el agustino o Agustino por lo que siguiendo el argumento del citado P. Juan Márquez el puerto se hubiese llamado Agustino. 

5.2 Nacimiento

          En La Gran Enciclopedia de Canarias (50), en una nota del buen historiador Alejandro Cioranescu, se considera al Beato Bartolomé de Canaria como canario del siglo XVI. Dos aportaciones sobre su figura erróneas. La primera seguramente tiene su origen en una simple mala transcripción del que pretendió escribir siglo XV. En cuanto a su origen canario es una deducción por su apelativo que viene dado no por su nacimiento sino por su último destino conocido como ha sucedido con tantos santos que llevan el correspondiente al lugar de su fallecimiento (51). Aunque no se sepa exactamente donde fue su defunción lo cierto es que la misma se produjo mientras constaba su destino en Canarias. 

          En las primeras referencias sobre su persona se le considera “hijo de la casa de Lisboa” (52). Hay que tener en cuenta, que los misioneros agustinos de aquel entonces destinados a Canarias provenían de la Provincia portuguesa (53) y, de hecho, casi todos eran portugueses, aunque en 1505 eran españoles los que fundaron el convento en San Cristóbal de La Laguna. Teniendo en cuenta que se tenía constancia documentada de su destino en Canarias en 1470, debió de nacer entre los años 20 y 40 del siglo XV.

5.3 Profesión como agustino

          Profesó en el Convento de Nuestra Señora de Gracia de la ciudad de Lisboa, según escribe el P. Juan Márquez (54) que lo sitúa en el primer lugar de los grandes Siervos de Dios que han salido de dicho convento. Debió profesar entre las décadas de los 40 a los 60 del siglo XV. De él destaca su pobreza y espíritu de penitencia. Los frailes que fueron a Tagaost descubrieron con cierta facilidad, en el archivo del Convento de San Cristóbal de La Laguna (55), documentos que testificaban que en el año de 1470 estaba destinado en Canarias un Religioso portugués llamado Fr. Tadeo, profeso en el ya citado Convento de Nuestra Señora de Gracia de Lisboa (56), anteriormente llamado de San Agustín. Además debió ser ordenado presbítero, dato que no aportan los autores consultados, pues en todos los escritos de éstos se menciona su labor ya no sólo como predicador sino, también, como administrador de los santos sacramentos lo que apunta a su ordenación sacerdotal.

5.4 Estancia en Canarias

          En 1470 estaba destinado en Canarias, aunque se encontrara ya, posiblemente, predicando en la costa africana. Antes debió pasar unos años en las islas de Tenerife o Gran Canaria, según Marín y Cubas varios años atendiendo a los cristianos (57), a los que se les conocía, entre los aborígenes, como mallorquines. Como posibilidad, no podemos descartar que acompañara a sus paisanos portugueses cuando en 1450 Maciot de Bethencourt vende sus derechos sobre la Isla de Lanzarote a los lusos que, durante un año, la ocupan hasta que son expulsados por los isleños (58).

5.5 Muerte

          El P. Juan Márquez escribe del desconocimiento sobre la muerte, martirial o natural, de Fray Tadeo. Parece claro que el enterrado en las cercanías de Tagaost no murió martirizado. La identificación de éste con el fraile portugués y, por tanto, con las manifestaciones de sus devotos sobre la veneración que ya en vida recibía lleva a considerar que no perdió la vida por un acto de violencia. Así aparece como beato confesor, es decir no mártir, en la lista de santos y beatos (59) que se manejaba entre los agustinos. Otro fin podría haber tenido fray Tadeo, en caso de no ser el agustino, como creo, que se encontraba en el monumento funerario.

5.6 ¿Es beato?

          En 1526, después de la identificación, realizada con excesiva rapidez, por la que los frailes afirmaron que el cuerpo venerado era de Fray Tadeo de Canarias, comenzaría, en la Congregación agustiniana, la pronta consideración, del citado como beato. Es aconsejable que nos situemos en el estado en que este tipo de proceso se encontraba en el período histórico analizado. Los santos, hasta el siglo V eran declarados después de su muerte por aclamación popular. A partir de este siglo, los obispos asumieron la declaración de santidad en su diócesis, confirmando la aclamación popular. Era suficiente, por tanto, la aprobación de los obispos y abades para considerar a alguien como santo, no estudiando, algunas veces, el caso concienzudamente con previas investigaciones. Así, hasta el siglo XIII, la elevación a los altares no era una prerrogativa exclusiva de los Papas, sino que tanto los sínodos como los obispos, la Iglesia local en definitiva, podían hacerlo. El Papa Inocencio III (1208) reserva a la Santa Sede el derecho de canonizar y, Gregorio IX (1234) en las Decretales, formalizó el proceso, reservando las canonizaciones al Papa. No obstante, en el siglo XIV, la Santa Sede autorizaba, constituyéndose en el origen de la beatificación, la práctica de un culto limitado, a una zona geográfica eclesiástica o a una orden o congregación, a algunos siervos de Dios, cuya causa de canonización aún no se había iniciado o no se había concluido. Estos siervos de Dios fueron llamados beatos desde Sixto IV (1483). Hasta este año, no se empleaba el término “beato” como diferente del de “santo”. En el año 1588 el Papa Sixto V puso el proceso en manos del Santo Padre y de la Congregación para las Causas de los Santos. Anteriormente, hemos recogido un breve texto en el que san Alonso de Orozco, en 1551, denominaba como Beato a Fray Tadeo, por tanto antes de ser asumida la aprobación definitiva del proceso de beatificación por la Santa Sede. 

          Cuando en 1615, Fray Alejo de Meneses, Agustino, Arzobispo de Braga y Virrey de Portugal, pide se redacten testimonios sobre milagros de nuestro misionero lo haría con la intención de enriquecer la información para un proceso a nivel diocesano en orden al reconocimiento por la Santa Sede de Fray Tadeo como beato para toda la Iglesia, aunque ya fuera tenido como tal en la Congregación. En todas las listas de santos y beatos de la Orden de San Agustín, de los siglos XVI y XVII, aparece una mención al Beato Tadeo o Bartolomé de Canaria. Por ello, no tiene fundamento lo escrito por Alarcón primero incluyendo entre los santos templarios al beato, que sólo pudo ser reconocido como tal después de 1525 fecha del descubrimiento del cuerpo de un agustino misionero, más de dos siglos después de la disolución de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo; y, segundo, afirmando que estos santos han sido ocultados por la Iglesia una vez desaparecida la Orden del Temple porque, siguiendo su hilo argumental, si siglos después de desaparecida la citada Orden militar seguía siendo, fray Tadeo, parte del elenco de las listas o no era templario o no era verdad que fuesen ocultados. Claramente, en este caso, lo primero. 

          Ahora bien, el hecho de que no se poseyera el visto bueno de Roma tenía, como consecuencia, que la persona elevada a los altares acabase siendo reconocido sólo por una o varias diócesis como sucede con el beato Raimundo Lulio. Era necesario que el Papa confirmara con su autoridad la consideración de santo o beato, lo que no se produjo con el fray Tadeo y con otros que cayeron en el olvido. Recordar que sólo la canonización, realizada por el Sumo Pontífice, tiene carácter infalible. Viera y Clavijo lo denomina como venerable, evitando el término beato, es decir reconoce que vivió la virtudes de la fe, la esperanza y la caridad en grado heroico. La comunidad Agustina celebraba el primero de marzo la fiesta del cuerpo del Beato Tadeo (60).

6. ¿ES FRAY TADEO EL AGUSTINO QUE ESTABA ENTERRADO EN LAS AFUERAS DE TAGAOST?

          Para la historia, es una verdadera lástima que la veneración de los moros llegara a tal extremo que prohibieran a los visitantes agustinos no sólo llevarse reliquias (61) sino incluso tocar el cuerpo del santón en orden a realizar un reconocimiento que pudiera aportar algún dato. Peor aún que, trasladados a la casa donde vivía, en Tagaost tampoco se les permitiera consultar los libros que rezaba y los papeles personales que hubiesen esclarecido su identificación (62). Parece ser que tras esta negativa se encontraba el temor de ser, con el tiempo, desposeídos del cuerpo por el hurto del mismo por parte de los cristianos (63).

6.1 San Agustín u otro agustino

          También, en este apartado han surgido controversias, algunas ya resueltas. Fray Juan Abreu y Galindo, en su importante obra histórica sobre la conquista de Canarias, describe el mausoleo pero afirmando que era el de San Agustín (64), confusión debida a que, entre los habitantes del territorio era conocido como el agustino a lo que hay que sumar el que la ciudad donde nació el santo obispo (año 354) era Tagaste (65) de Numidia, en aquel entonces, en el África romana fácil de confundir con Tagaost a la que denominaba, el fraile historiador, Tegaste ciudad que está a “tres leguas del mar, y cercana a Fuerteventura” (66) que, como es obvio, nada tiene que ver con dónde murió y dónde fue enterrado (67) el eminente filósofo y teólogo católico, obispo de Hipona. Por otra parte, han pasado varios siglos, desde su muerte, y los hábitos que viste el cuerpo venerado, en el territorio de Tagaost, pertenecen a una época más cercana a los frailes que los describen. Todavía, con otra variante del nombre de la ciudad, en 1794, González Cañaveras (68) mantenía este pensamiento “Dicen (los mahometanos) que tienen mucha devoción con San Agustín que creen está enterrado en su País, cerca de la ciudad de Tagoast”

          Dentro de la misma orden agustiniana, algunos eruditos frailes han opinado que el cuerpo podría ser el de Fray Pedro de Cayado, hijo del convento de Lisboa, pero que después profesaría en la observancia de Salamanca. De este pensamiento es Fray Manuel Vidal (69) que, en 1751, en sus escritos hace relación de idéntica postura por parte del P. Herrera en su Alphabeto del año 1644 (70). Según estos agustinos, consta que Fray Pedro Cayado en 1480 recibió licencia para fundar un convento en Tagaste, África, aunque si pudo cumplir con esta deseada misión, hecho improbable por encontrarse en otros destinos, no sería hasta 1505. Se repite la confusión entre la citada ciudad y Tagaost. De hecho, en una obra posterior, el propio P. Herrera habla del Oratorio de Tagaste (71), casa paterna de San Agustín. Además la fecha entre su pretendido desembarco en África y el descubrimiento del cuerpo es demasiado cercana como para conceder credibilidad a esta posibilidad por razones que comentaremos posteriormente.

6.2 Un templario

          Otros autores, que se han ocupado de este misterioso fraile lo llaman San fray Bartolomé “Agustino” de Canaria (72), identificándolo con un Capellán templario para lo cual se hace necesario estudiar si dicha posibilidad tiene crédito alguno. Querer relacionar al santón agustino con la Orden del Temple, partiendo de la idea de la presencia de la Virgen morena “templaria” de Candelaria en Tenerife llevada a la isla de manos de un Fray Bartolomé, que habría estado en Güimar en 1308 desde donde pasaría al África, lleva a forzar las fechas, tanto sobre la imagen como sobre el fraile, de tal manera que se apartan, ostensiblemente, de las que manejan los expertos sobre estos temas.

          Con respecto a la imagen, cada vez son más los historiadores, por diversos motivos, que retrasan su llegada a Tenerife. En un principio, las fechas giraban alrededor de la señalada por Fray Alonso de Espinosa que databa la aparición de la imagen de la Virgen de Candelaria a los guanches en el año 1400. Así, Rumeu de Armas, en sus investigaciones, opinaba que la venerada imagen acompañó a las misiones mallorquines-catalanas de finales del XIV. Sin embargo, cambió su postura tras los estudios del profesor Hernández Perera, en base a un análisis estilístico de los testimonios gráficos que nos han quedado de la primera imagen, que concluyeron con otra fecha que se encontraría inmersa en la década de 1440-1450, años en los que los franciscanos pudieron traerla pues misionaban en tierras tinerfeñas como recuerda el historiador Leoncio Afonso (73). Otros autores, como Julio Sánchez (74), creen que la fecha escrita por fray Espinosa está dentro de un contexto milagroso devocional: "Y así concluyo y tengo por cosa averiguada que fue por ministerio de ángeles a esta isla traída y por sus manos labrada" (75). Sí consta, históricamente, que, la imagen estaba en posesión de los guanches en sus encuentros de paz con el obispo López de Illescas (1460-1468). En cuanto al cuerpo del fraile, identificado por los agustinos como miembro de la Orden de San Agustín y reforzada esta posición por la demostrada presencia de agustinos mallorquines por tierras canarias y africanas, parece descartar otra posibilidad. De hecho, en ninguna parte del informe de los frailes agustinos, como ya hemos visto, aparece nada sobre la estancia en Güimar, en 1308 de un “capellán de cierta orden militar, ya desaparecida” como pretende hacerles decir la hipótesis elaborada por los autores (76) dados al esoterismo.

6.3 No era Fray Tadeo de Canarias

          Las prisas no son buenas consejeras y las que tuvieron los frailes portugueses, residentes en el Convento de La Laguna, para resolver el enigma del santón fueron, a mi parecer, nefastas para la historia. Encontrado el documento que recogía el paso de Canarias a África de un fraile agustino, llamado Fray Tadeo, sin dar posibilidad a investigar sobre otros hermanos, se centró todo en este venerado personaje. Sin embargo, para la relación de Fray Tadeo con el cuerpo del Santón, encuentro una dificultad no pequeña que consiste en la “tradición inmemorial” (77) que puede llegar hasta los tatarabuelos de los moros contemporáneos de los frailes que viajaron a investigar sobre el cuerpo del agustino venerado. Así, por lo menos, se desprende de lo escrito por ellos según oyeron a sus interlocutores de la ciudad de Tagaost. Está claro que los padres y abuelos de aquellos no lo habían conocido. Ciertamente, la edad media de vida era de menos de 50 años, y podrían exagerar algo en sus comentarios, pero aún así en 1525 tendrían que vivir testigos, algún anciano venerable, o hijos de algunos de ellos, teniendo en cuenta, que los documentos sobre Fray Tadeo aseguran que, en 1470, estaba destinado en Canarias aunque, en esa fecha se encontrara en África, incluso ya difunto, por lo que hemos apuntado más arriba.

6.4 Una hipótesis más probable y otra no descartable

          Las fundaciones agustinianas de aquellas fechas, en el Norte de África, sufragáneas de Conventos de la Península, no llegaban a Tagaost. La relación de los religiosos con esta ciudad es desde Canarias por estar en sus cercanías y, partiendo de la idea de que el cuerpo es de un agustino, su origen, más probable, está en las Islas Baleares, llegando a las afortunadas en una de las expediciones, ya estudiadas, de mitad del siglo XIV. En cualquier caso, al igual que es común en los nombres de Tadeo, Bartolomé y Mateo, incluso si su nombre hubiese sido el que decían los saharauis Agustino, añadirle “de Canarias” al venerado anónimo, es de justicia seguir haciéndolo pues, fuera quien fuera, su último destino oficial, como misionero de su Orden, fue el de las Islas Afortunadas. 

          No estaría de más dejar abiertas las puertas a otra hipótesis pues, siendo verdad que los primeros indígenas conversos se implicaron en la evangelización de sus hermanos, también lo es que las consagraciones religiosas de los citados no tardaron mucho más en llegar. Ya en 1352, vimos como treinta misioneros baleáricos llegaron a Canarias con doce apóstoles neófitos indígenas, instruidos en la doctrina católica.  Consta que, a los franciscanos Fray Pedro Pernia y fray Juan de Baeza, los primeros franciscanos conocidos que evangelizaron en Canarias, les acompañaba el hermano lego grancanario fray Alfonso de Idubaren, posiblemente en la primera década del siglo XV (78). Por tanto, no sería lógico negar la posibilidad de que entre los primeros canarios conversos y adoctrinados en las Baleares, por los agustinos, alguno se consagrara en la Orden de San Agustín...

7. MILAGROS DESPUÉS DE MUERTO DEL FRAILE AGUSTINO

          En cuanto a la edad que debía tener el santón en la hora de su muerte, el informe de los frailes que pudieron ver el cuerpo, dice que parecía de unos cuarenta años (79). Por tanto, no pudieron ser muchos los años que residiera en el Sahara, tal vez una década. No sabemos si realizó milagros en vida, aunque está claro que si mereció ser enterrado en un Mausoleo, siendo su cuerpo custodiado y venerado por los musulmanes, es debido a que su obrar, milagroso o no, mereció el reconocimiento del pueblo. Pero como sucedió con muchos santos fue después de muerto cuando Dios realizó milagros a través de su intercesión. Con testigos que así lo declaran constan bastantes prodigios, pero hemos de suponer que fueron muchos más.

         Los primeros datos los recogen, en sus informes, los frailes que, en 1525-6, se trasladaron al África sahariana. Los milagros relatados por los naturales hacían referencia a tiempo de sequía en los que, a cambio de tratar bien a los cautivos cristianos los cuales eran enviados a orar solicitando lluvia, obtenían con prontitud el agua necesaria. Lo mismo sucedía cuando las epidemias hacían estragos como era el caso de la peste.

          Posteriormente, se fueron elaborando otros informes con las firmas de testigos, algunos de ellos cautivos cristianos. Así en 1565, el tinerfeño Juan de Hoyo regresó de su cautiverio africano, que duraría nueve años, relatando sobre los milagros del Santo, la veneración que le tributaban y el sepulcro de piedra en el que se encontraba su cuerpo.  En 1607, el Sargento Mayor de la Isla de Fuerteventura, Álvaro Ortiz Zambrano, testigo de tres milagros, escribe que, estando rescatando cautivos en la ciudad de Tagaost, en 1570, fue preso, junto a otros cristianos, por los moros. En la primera noche, durmieron cerca del Mausoleo pudiendo todos ellos observar numerosas luces, milagro que, según le dijeron el alcaide y un capitán se producía a menudo, reconociendo los beneficios recibidos en aquella tierra por el santo. Además, relata la curación de un ciego, apóstata del cristianismo, que aconsejado por una anciana mora visitó la tumba y encomendándose, por medio de un ritual fue sanado, arrepintiéndose de su infidelidad a Cristo. Cuenta también que, en 1579, ante una gran sequía, en Tagaost, un anciano de Tanaarte amonestó a la población por no recurrir al santo como hacían sus antepasados, cosa que sí hizo, después de dar de comer a cautivos cristianos a los que llevaron a la tumba. Rezando éstos el día 4 de octubre, el cinco llovió copiosamente. Incluso se le consideraba custodio de la suerte de la sal que se almacenaba en sus cercanías, frente a posibles ladrones. Más informes sucesivos, con varios testigos firmantes, se redactaron, lo que constituye una expresión de la importancia que se concedía a este santo en aquellos siglos, así en1586 en Tánger por orden de su Gobernador don Ruiz Méndez de Vasconcellos con los que llegaron a la ciudad; otro, en 1612, en la fortaleza de Arguín, a instancias de su capitán don Juan González de Ataide. En 1615 serían los Padres de la Merced, los redentores de la Santísima Trinidad, y unos moros en Portugal, a iniciativa de Fray Alejo de Meneses, Agustino, Arzobispo de Braga y Virrey de Portugal, los que redactarían nuevos testimonios. 

          Por último, no se debe desdeñar la perfecta conservación del cuerpo, como señalaba el P. Sebastián Portillo: “Ha conservado Dios milagrosamente incorrupto este santo cuerpo muchos siglos, pues está al Sol, al aire, al frío, y calor, y aún a las demás inclemencias del cielo, pues apenas le debe defender de las lluvias el tejadillo, que tiene encima". Y al citado aludió el elogio de un ingenioso Poeta Agustiniano de Portugal con el siguiente Epigrama: "Sub Iovi fiat pluvio per plurima secula noster. Salvaq cum tunicas membra Beatus habet. Die quid erit, si non hoc est confiantia vera, Non flexisse pedem mortis ad imperium" (80).

8. TAGAOST. Tahagoz, Tagaoz, Tagaos, Tegaste...

          Es fácilmente explicable que, nuestro fraile agustino, viviese en las afueras de Tagaost (81) en una casa digna de un ermitaño dedicado a la oración y, que al tiempo, fuera el centro de operaciones para sus obras de apostolado en la ciudad y en otras localidades de esta parte del Sahara. Hay que tener en cuenta que, además de intentar evangelizar a los musulmanes y auxiliar a los cautivos cristianos, podía atender a muchos comerciantes, principalmente españoles de Canarias y Andalucía, que, a lo largo del siglo XIV o XV, acudían a esta importante plaza de intercambio comercial (82) junto a las correspondientes a Ifni, Messa y Aguer. Fue Tagaost capital de una entidad política, ya inexistente en 1497, que los españoles denominaban el “reino de Bu Tata” que estaba situado entre el río Draa y el Assaka o, incluso, el Messa y constituido, por las tribus nómadas de Ifram, Temenarte (Tamanart), Ulad Amar y Tagamarte (Tigmaert) donde vivía, Abud Allah, conocido por los españoles como Boali Embuco, un descendiente de los antiguos reyes. Todos los jefes tribales de las citadas tribus se sometieron a los Reyes Católicos, en 1499 (83), año en que Sidi Said Maymon, hermano del Señor de Tagaost, viaja, con otros notables, a la Península para rendir vasallaje a los Reyes de España. Por estas relaciones provechosas se llegó a proyectar edificar una torre en la cuidad de Tagaost, que continuaba siendo la principal plaza de comercio, idea que quedó descartada a favor de hacerlo en la costa la cual sería destruida por los moros en diciembre de 1500, teniendo que ser acogido Alonso de Lugo, en su huída, por moros amigos precisamente en el pueblo que había disfrutado de la presencia del Beato. El más claro relato de lo acontecido se puede leer en el prestigioso historiador Luis Suárez (84). Además de los cronistas e historiadores que se han ocupado de esta ciudad, son numerosos los documentos, españoles y portugueses, además del ya citado sobre el sometimiento de los jefes de la zona a los reyes españoles que, por una razón u otra, mencionan a Tagaost (85).

          A pesar de esta realidad, los autores, que se han ocupado del tema, no están de acuerdo en su situación exacta, aunque se sabe de su cercanía a las Islas Canarias orientales. Por Tagaost no se debía conocer sólo el casco de población sino un más vasto territorio. Los hermanos Guarner en 1931, militares a la sazón, creen  que el lugar podría ser el de la tribu Ait Ali, asegurando ser el sitio en el que estaba enterrado el beato Tadeo de Canarias el cual había tratado de evangelizar al Norte del río Draa (86).

          Ahora bien, los datos que nos aportan los frailes, a los que nosotros seguimos, sobre la situación del monumento funerario, nos hace pensar en la relativa cercanía del mismo a la costa, en contra de lo descrito por otros autores (87) y, tal vez, no tan cercano a los límites de la urbe. Siguiendo su recorrido, los frailes desembarcan por el Puerto de San Bartolomé que, si estaba en la desembocadura del Río Draa, situaría el Mausoleo al norte de Tan Tan y Tagaost por los alrededores de Tafnidit. Siempre según el relato de los dos religiosos, es imposible que san Bartolomé se identificara o estuviese cerca de Puerto Cansado, como sostiene algún historiador (88) por estar excesivamente al sur del río Draa (114 Km), tampoco parece probable Uad Chebeica por razones parecidas. Si se localizara, el citado puerto de San Bartolomé, cerca de la desembocadura del río Asaka, podría, a 25 km del mismo, ser Ksabi* la antigua Tagaost; otros historiadores la sitúan en Tagadir o en Mesa (80 km al sur de Agadir) (89). Si se llegara a la conclusión, que creo no acertada, que fuera Sidi Ifni el puerto, Tagaost estaría por Taganit.

          La relación entre Tagaost y el puerto de San Bartolomé, presente en el relato de los frailes agustinos, nos conduce a reseñar la identificación de Tarfaya con Las Matas de San Bartolomé que, a su vez, aparece, en algunos trabajos, incluyendo un fortín (90) y un caladero o puerto (91) que usaban los pescadores canarios con el mismo nombre de San Bartolomé, todavía en el siglo XIX (92). Su mayor cercanía a Canarias, como se destaca en mapas de los aventureros decimonónicos (93), hace que no desdeñemos la posibilidad, aunque con la dificultad de hallarse demasiado al sur, de que sea el descrito por los mencionados religiosos.

9. ¿QUÉ FUE DE TAGAOST Y DEL APARTADO MAUSOLEO?

          Los numerosos milagros, la protección dispensada por el santón a los habitantes de Tagaost son las razones por las que “guardan los moros con tanto recato aquel santo cuerpo, persuadidos á que el día que les faltase llegaría el de su perdición” (94), especificándose como la pérdida del señorío de África (95). Estas palabras de don Álvaro Ortiz Sambrana, escritas en su informe el año 1607 y recogidas por el P. Juan Márquez, nos sirven para preguntarnos qué fue de la Villa de Tagaost y del enterramiento de nuestro personaje. 

          Se ha querido ver como posibilidad de conservación del mausoleo del beato Bartolomé, más cercana en el tiempo, una referencia en la “notas”, a modo de diario, escritas por Davidson que llegó, en sus viajes por esta región africana, hasta el Uad Nun, comentando que cerca de la ciudad llamada de Tazclt, en el Sus, vio una iglesia cristiana en perfecto estado de conservación, bien edificada y pintada, cerrada siempre, que los moros la respetan, mirando por las ventanas sin llegar a entrar (96). Sin embargo, Tazclt está situada bastante más al Norte de la zona donde estuvo Tagaost.

          La región o valle en la que se hallaba situada Tagaost, antes y después de su existencia, ha tenido diversos grandes centros de comercio sahariano. El declive progresivo de Tagaost, que fuera uno de los destinos de numerosas caravanas del Sahara en búsqueda de mercados para sus productos, se produce a lo largo del siglo XVI hasta su desaparición, culminando este proceso con su sustitución, como centro de comercio, por otra ciudad Goulimine o Guelmim. La suerte de Tagaost arrastró al morabito del venerado cristiano.

CONCLUSIONES

1.- Fray Tadeo de Canarias existió y se trasladó del archipiélago a la costa africana sahariana.

2.- Está documentado que, en el territorio más o menos cercano a Tagaost, hubo un mausoleo con el cuerpo de un fraile agustino y, en las cercanías de la ciudad, una casa en la que habitó el religioso. 

3.- Fueron muchos los testigos que, por escrito, manifestaron numerosos milagros por la intercesión del venerado misionero católico.

4.- La identificación del santón enterrado con Fray Tadeo, nacido en Portugal, fue errónea.

5.- De las explicaciones de los habitantes de Tagaost, hay que deducir que el venerado agustino llegó a aquel territorio lo más tardar en los primeros años del siglo XV.

6.- Teniendo en cuenta, que los misioneros mallorquines, entre ellos agustinos, fueron los primeros en llegar a las Canarias, el agustino, cuyo cuerpo se veneraba, es probable que procediera de las Islas Baleares o, incluso, que fuera un converso natural de las Canarias adoctrinado en las citadas Islas Baleares.

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NOTAS

1.- Petrucci data el acontecimiento en 1535, posiblemente por una mala transcripción de la lectura del P. Juan Márquez al confundir el número 2 con el 3, lo que no es difícil leyendo el original, Petrucci, Fr. Otho: Vera e Reale Istoria del Beato Bartolomeo dell'Isole di Canaria. Bibl. Volante, Cinelli-Sancassani, T. IV, p. 60. Firenze per Simone Ciotti, 1630, in 4. Citado por Perini, P. David Aurelius, Ordinis Erem. S. Augustini, Bibliografhia Augustiniana. Volume III, p. 89. Firenze 1935,.

2.- Fecha el acontecimiento en 1739. Alarcón Herrera, Rafael. La Maldición de los santos templarios. San fray Bartolomé «Agustino» de Canaria (Canarias y Berbería, 1308) - Capellán templario, apóstol de los guanches y santón musulmán. VIII. Los «santos templarios de los últimos días» - Ediciones Robinbook, 2009, p. 301. 

3.- Según Marín de Cubas, la expedición fue organizada para tratar del rescate del alcaide. Arias Marín de Cubas, Tomás. Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria. 1687. Real Sociedad Económica de Amigos del País. Las Palmas de Gran Canaria 1986, p. 251. 

4.- Rumeu de Armas, Antonio.  España en el África Atlántica. Madrid. 1956, pp. 4-5 y 541-542. Instituto de Estudios Africanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Este gran historiador tinerfeño sigue, como tantos, el  relato de fray Juan Márquez. 

5.- Marín y Cubas reduce el número a un solo fraile Arias Marín de Cubas, Tomás, op. cit., p. 251.

6.-  “Vestido del hábito de nuestra religión, los brazos dentro de las mangas y descansando sobre el pecho; el hábito, negro hasta los pies, aunque debajo de él se descubría un poco de él blanco; la correa, larga y ancha; calzados los zapatos, y la capilla puesta de manera que se veía algo del cerquillo”. Márquez, P. Juan. Origen de los frailes ermitaños de la Orden de San Agustín de Salamanca, en imp. Antonia Ramírez, viuda, 1618,  p. 338. Titula el apartado IV del Capítulo XIX: “De los grandes siervos de Dios que han salido de este Monasterio y de la singular veneración en que el cuerpo del Beato Tadeo de Canaria (que tomó el hábito en él) es tenido entre los moros”.

7.- “Era Gobernador de la isla el licenciado Figueroa, y certifícalo por una carta en que hace larga relación del suceso el licenciado Mansilla Pereira de Lugo”.  Márquez, P. Juan, op. cit., p. 338.

8.- Moriría junto a su protector, el Rey de Portugal don Sebastián, el 4 de agosto de 1578 en una batalla en Alcazarquivir.

9.- “En una parte de él hallaron un grande árbol; no lejos del árbol, una cerca cuadrada de tres brazas, poco más, de cada testero, estaba en medio de este cercado, y debajo de un tejadizo, un cuerpo echado…”. Márquez, P. Juan, op. cit. pp. 337-8. 

10.- “No lejos del cercado en que está el Santo hay un edificio cuadrado á manera de claustro, de ocho tapias en alto; está dentro una torre pequeña, y junto á ella una palma. En este claustro meten los moros la sal que sacan de la comarca de Tagaós”. Márquez, P. Juan, Op. Cit. pp. 339.

11.- Edificios con tumbas de santones, nobles y miembros de la realeza. Tienen planta central cuadrada u octogonal, cubiertos por una cúpula por lo que se les llama qubba. Los morabitos o sepulcros de los santones suelen estar rodeados de tumbas de los que esperan beneficios espirituales del santón.

12.- San Bartolomé aparece justo debajo de Mar Pequeña en Mapa Europa Occidental y África (1563) de Lázaro Luis. Atlas del Mundo 1452 – 1992. Club Internacional edl Libro. Nº 22. Barcelona 1991. Pág. 44

13.- “Llegaron al puerto de San Bartolomé, en la costa de África, con otros naturales de la isla de Tenerife, que iban á tratar de rescates; avisaron luego a los de Tagaós, los cuales vinieron y les agasajaron mucho, y metiéronles tres ó cuatro leguas la tierra adentro en un campo muy espacioso, desierto de población”. Márquez, P. Juan, Op. Cit. pp. 337.

14.- “este sitio está camino del monte de Atlante tres leguas (…) y llaman las huertas de Telde”. Arias Marín de Cubas, Tomás. Op. Cit. Pág. 252.

15.- “Y tomando el camino de la ciudad de Tagaós, les mostraron una casa con muchos libros dentro, diciendo que en aquella casa moraba el santo cristiano cuyo cuerpo acababan de ver, y que aquellos libros habían sido suyos, que por ellos leía y rezaba sus devociones”. Márquez, P. Juan, op. cit. pp. 338.

16.- Así lo veían los miembros de la Comisión encargada de localizar el torreón de Santa Cruz de Mar pequeña “siglo XVI recibía el nombre de Mar Pequeña el territorio de Berbería comprendido entre Ifni, puerto de la importante ciudad de Tagaost capital del reino de Butaba, hasta el río Messa”. Cf. Benítez Sánchez, Melquíades. La otra Marpequeña. 2006.

17.- El primer prelado de las Afortunadas fue el carmelita fray Bernardo, designado el 7 de noviembre de 1351. Iniciada la catequesis, los misioneros mallorquines se establecieron en Telde.

18.- La presencia de los Padres Agustinos en las Islas Baleares se remonta al siglo XIII, después de la conquista de Mallorca por Jaime I de Aragón en 1229. La primera fundación agustiniana tuvo lugar en la Isla de Formentera el año 1258. Debido a su crecimiento, en 1295 ya existe, una segunda provincia agustiniana española, la de Aragón, que comprende Valencia, Cataluña y Baleares.

19.- Una de esas misiones mallorquinas se estableció en la playa de La Aldea, donde se erigió una pequeña ermita en honor san Nicolás de Bari santo con muchos devotos en la isla balear. Tiempo después, se veneraría a San Nicolás de Tolentino (1245–1305), canonizado en 1446, precisamente santo fraile agustino que daría nombre al municipio correspondiente a esta zona.

20.- Crónicas francesas de la conquista de Canarias. Le Canarien. Ediciones Idea, Cabildo Insular de Tenerife 2004. 4ª Edición (1ª en Ediciones Idea), p. 51

21.- Bonnet Reverón, Buenaventura. El testamento de los trece hermanos, Revista de Historia de Canarias: Nuevas Investigaciones. 55 (1941) 305.

22.- Destacó por su actividad apostólica y caritativa en el Norte de África: En 1378 en Tremecén, rescatando cristianos cautivos; en 1386 en la ciudad imperial de Fes. Siendo Obispo de Telde residió en Mallorca y Zaragoza. En 1411, es Auxiliar de Zaragoza. 

23.- Torriani, Leonardo. (1588-1590). Descripción e historia del reino de las Islas Canarias: antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones, Santa Cruz de Tenerife 1959, Goya, capítulo XXXVIII, pp. 117-119.

24.- Sánchez Rodríguez, Julio. La Iglesia en las Islas Canarias. Colección Fontes Ecclesiae Canariensis. Las Palmas de Gran Canaria. 2004, p. 11.

25.- Arias Marín de Cubas, Tomás, op. cit., p. 58.

26.- Bonnet Reverón, Buenaventura, op. cit., p. 300.

27.- Viera (de) y Clavijo, José, Noticias de la Historia de Canarias. Tomo IV, libro XVIII. .Noticia XXXVII.  Madrid 1783,  p. 411

28.- Arribas y Sánchez escribe de este fraile ser pariente del Adelantado, sobrino de su primera mujer. Fue el primer prior del convento agustino de La Laguna. Arribas y Sánchez, Cipriano, A través de Tenerife (extraído de la obra A través de las Islas Canarias. La Orotava 1900). Ediciones Idea. Tenerife 2004, p. 53. 

29.- Un ejemplo es fray Luis de Aguirre y de los Ríos nacido en San Cristóbal de La Laguna , el 28 de mayo de 1532. Ingresó en el conven¬to agustiniano de dicha ciudad, en¬tonces capital de Tenerife., tomando el hábito en 1548. Enviado a Granada como superior del convento de Guecija fue martirizado, quemado con otros diecinueve compañeros, por los moriscos, en la noche de Navidad de 1565.

30.- Nació en Palma de Mallorca. A iniciativa suya se construiría el monasterio de Miramar en Valldemossa, en su isla natal, fundado en 1276, para preparar misioneros dedicados a convertir infieles al cristianismo, especialmente musulmanes, en formas misioneras, en argumentos contra la filosofía islámica, en el idioma árabe, etc. Viajaría al norte de África (Bujía y Túnez) a predicar. Murió en 1315.

31.- López, Tirso, “Primer misionero del desierto del Sahara, y de la costa de Marruecos, o sea, el Bto. Tadeo de Canarias”, La Ciudad de Dios (revista Augustiniana), 12 (1886) 233.

32.- M. Th. Houtsma, A. J. Wensinck, Evariste Lévi-Provençal eds., First Encyclopaedia of Islam 1913-1936. Vol. III. E.J. Brill. Leiden Netherlands. 1934, 1993, p. 1078.

33.- Carlos (de) Calderón, Luis. “Cabo Juby e Ifni o el fracaso de una decisión histórica”. Razón Española 164 (2010) 348-358. Revista Arbil 125.

34.- “enviaron una copia al General de la Orden, otra al provincial de la provincia de Portugal y otra conservaron en las Islas Canarias” López, Tirso, op. cit. p. 233

35.- Márquez, P. Juan, op. cit. p. 336.

36.- Crusenio, Nicolao Monasticon Augustinianum, L’ordine Agostiniano dal 1450 al 1500, Cap. LXXI, pág. 497. Munich, editor Johan Hertsroy, 1623.

37.- Yerra al decir que los moros ya le llamaban Tadeo. Arias Marín de Cubas, Tomás, op. cit., p. 252.

38.- Viera (de) y Clavijo, José, Noticias de la Historia de Canarias. CUPSA Editorial – Editorial Planeta, S.A. 1978. Tomo II, libro XVIII  noticia 48: Del Venerable varón Tadeo, agustiniano en África, p. 365.

39.- Petrucci, Fr. Otho: op. cit., p. 89. 

40.- Herrera, P. Tomás de, Historia del Convento de San Agustín de Salamanca, Impresión Gregorio Rodríguez, Madrid 1652 p. 397.

41.- Menciona un trabajo de Tomás García Figueras España en el que éste escribe sobre el cuerpo del Beato: García Figueras, Tomás “España en el Sur de Marruecos y en el África Occidental”, África, Revista de Tropas Coloniales, Ceuta, 1934, pp. 189-196. Jiménez Sánchez, Sebastián “El beato Tadeo o Bartolomé de Canarias”, Revista de Historia Canaria: Comunicaciones a la Dirección, 59 (1942) 203. 

42.- Portillo de Aguilar, Fray Sebastián. Chronica espiritual agustiniana. 1651. El texto completo aparece copiado en Vidal, Fray Manuel. Agustinos de Salamanca. Historia del observantísimo Convento de San Agustín de dicha ciudad. Tomo I. Libro II. Capítulo VIII. Historia del Santo Religioso Agustino cuyo cuerpo incorrupto veneran los moros africanos cerca de la Ciudad de Tagaos, escrita por el P. M. Sebastián Portillo, Cronista de la Orden. Salamanca 1751, pp. 87-90

43.- Márquez, P. Juan, op. cit., p. 337.

44.- En 1541 y 1545 fue nombrado visitador de Andalucía. Como tal, debía visitar el convento de varones de las Canarias. Por eso, tuvo que viajar por mar dos veces a las islas. En 1549, deseó ir de misionero a México pero no pudo, por el rebrote de su gota artética, permaneciendo unos meses en Tenerife. Sabemos de uno de sus últimos deseos “Una hora antes de que muriese, (…) Pidió al padre Hernando de Rojas que le pusiese en las manos la cruz con que había pasado cuatro veces el Golfo para ir a Canarias”. Márquez, Fray Juan, Vida del venerable fray Alonso de Orozco, Madrid, 1648, pp. 220-221.

45.- Orozco, Alonso de, Crónica del glorioso padre y doctor de la Iglesia san Agustín y de los santos y beatos y de los doctores de su orden. Edición original: Impresa en la ciudad de Sevilla: casa del maestro Gregorio de la Torre, 1551. Reproducción digital del original conservado en la Biblioteca de la Universidad de Granada. Fol. CL. El P. Tomás de Herrera escribe que “el Padre Maestro Fray Luis de los Ángeles, año de 1612 en Vida y alabanzas de san Agustín (libro IV, capítulo 20 fol. 107), hablando del Beato Fray Bartolomé de Canaria dice así: “De cuya insigne pobreza hace mención el devoto ermitaño y aventajado en virtud, Fray Alonso de Orozco”, Herrera, P. Tomás de, op. cit., p. 397

46.- Márquez, P. Juan. op. cit., p. 340.

47.- Hijos del Corazón Inmaculado de  María. “La ocupación de Ifni”, La Guinea Española, 817 (1934) 146 -147.

48.- San Bartolomé, en la parte centro de la Isla de Lanzarote lejos de las zonas costeras, por los ataques piratas. Se conocía, antiguamente, como Ajei que significa "pequeña aldea" 

49.- San Bartolomé de Tirajana. En 1479, durante la conquista de Gran Canaria, un regimiento castellano sufrió una derrota en la batalla de La Caldera un 24 de Agosto, festividad de San Bartolomé, santo al cual los castellanos imploraron su protección.

50.-  Gran Enciclopedia de Canarias. Tomo III. Ediciones Canarias. Tenerife 1994, p. 561

51.- V. gr., San Diego de Alcalá, así llamado por el lugar donde murió (Alcalá de Henares) era Fray Diego de San Nicolás (San Nicolás del Puerto - Sevilla) por el lugar donde nació. Pero podría haber sido de Canarias o de Lanzarote o de Fuerteventura si hubiese fallecido durante su destino en las Islas Canarias a las que fue, en 1441, enviado como misionero, al convento de Arrecife (Lanzarote), donde trabajó de portero, ejerciendo la caridad. Después vivió en el convento franciscano de Fuerteventura, fundado en 1417, hasta que regresó a la península en 1449. Durante cuatro años desempeñó el cargo de guardián del convento, aún siendo un hermano lego. 

52.-  Márquez, P. Juan. Op. Cit., p. 337. 

53.- López, Tirso, op. cit., p. 233. 

54.- Márquez, P. Juan. op. cit. p. 336.

55.- Tirso López escribe al respecto: “Los conventos de Canarias en aquel tiempo dependían de la provincia de Portugal, de la cual se proveían no sólo de prelados, sino de religiosos conventuales cada tres años: por esa causa no había en las mencionadas islas aquellos PP. ancianos, que (…) conservan frescas las más remotas tradiciones, y de aquí que fuese necesario acudir á los documentos del archivo”. López, Tirso, op. cit. p. 233

56.- López, Tirso, op. cit. p. 233.

57.- Arias Marín de Cubas, Tomás, op. cit., p. 62.

58.- Pérez Ortega, Julio. Fray Bartolomé de las Casas y ¿la destrucción de Canarias? Santa Cruz de Tenerife 1993, p. 33

59.- Un catálogo de Beatos confesores como Tadeo se encuentra en: Hermanos agustinianos de Santa Eufemia, Compendio dell´origine, miracoli, indulgenza, indulti, et privilegi appostolici Della Sacra Cintura, p. 320. Verona 1642.

60.- Portillo de Aguilar, Fray Sebastián. Chronica espiritual agustiniana. Tabla diaria de fiestas. 1651. 

61.- "quisieron besarle el hábito y traer alguna reliquia del, pero no se lo consintieron, diciendo que la carta no mandaba más de que se le dejasen ver". Márquez, P. Juan. op. cit., p. 338.

62.- "en aquella casa moraba el santo cristiano cuyo cuerpo acababan de ver, y que aquellos libros habían sido suyos, que por ellos leía y rezaba sus devociones. Aquí fue la segunda lástima, porque no les consintieron, ni por ruegos que hicieron, ni dádivas que ofrecieron, tomar un libro de aquellos en las manos, sino verlos solamente". Márquez, P. Juan. op. cit. p. 338.

63.- “Estas, y otras maravillas, que es imposible referir, obra este bendito Santo , que no publican los Moros por temor de que no vengan á noticia de los Cristianos , y les hurten el cuerpo”. Portillo de Aguilar, Fray Sebastián. Copiado en Vidal, Fray Manuel, op. cit. p. 90.

64.- Abreu y Galindo, Fray Juan de, Historia de la conquista de las siete islas Canarias, Goya Ediciones, Tenerife 1997, p. 32.

65.- Hoy día Souk Ahras, provincia de Argelia.

66.- Abreu y Galindo, Fray Juan de, op. cit. p. 32.

67.- Murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron a la ciudad. Su cuerpo fue trasladado a Cerdeña y, hacia el 725, a Pavía, a la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, donde reposa hoy

68.- González Cañaveras, Juan Antonio. Método para aprender por principios la Geografía. Geografía particular. Estados del África e Islas. Tomo IX. Oficina de Cano. Madrid 1794, p. 28.

69.- Vidal, Fray Manuel. Agustinos de Salamanca. Historia del observantíssimo Convento de San Agustín de dicha ciudad.. Tomo I. Libro II. Capítulo VIII. Salamanca 1751, p. 87.

70.- Herrera, P. Tomás de. Alphabeto. Tomo II. Letra T., p. 437. 1644.

71.- Herrera, P. Tomás de, Historia del Convento de San Agustín de Salamanca, Capítulo XIII, p. 79.

72.- Alarcón Herrera, Rafael, op. cit., p. 300.

73.- Afonso Pérez, Leoncio. La evangelización antes de la conquista. Apuntes sobre Alfonso Bolaños. La Tribuna de la Historia. 2009. http://www.latribunadelahistoria.es/?com=LeeDoc&Doc=1&Pag=27. 

74.- Sánchez Rodríguez, Julio, op. cit., p. 78

75.- Espinosa, Fray Alonso de, Del origen y milagros de la santa imagen de nuestra Señora de Candelaria (1594). Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife 1980, p. 51

76.- J. G. González hace copia resumida del capítulo del libro, ya comentado, de Rafael Alarcón. González, José Gregorio. “Un monje templario en Canarias. La historia de Fray Bartolomé”. La Prensa. Revista Semanal de “El Día”. 579 (2007) 12. 

77.- “Que siempre habían conocido allí su santo cuerpo, y no había memoria en África de cuándo murió, sino una tradición inmemorial de haberle conocido así sus padres y abuelos, y oído otro tanto a los suyos” P. Juan Márquez, op. cit., p. 338.

78.- Sánchez Rodríguez, Julio. op. cit.. p. 38

79.- “Parecía de edad de cuarenta años; tenía la barba como hecha de ocho días; los ojos, cerrados; tan entero como si en aquella hora espirara”. Márquez, P. Juan. op. cit. p. 336. Marín de Cubas, añade: “cerquillo entre cano de hasta edad de 40 años o poco mas”. Arias Marín de Cubas, Tomás, op. cit. p. 251.

80.- Vidal, Fray Manuel. op. cit. p. 90

81.- Juan León Africano en el siglo XVI, la describe como la mayor de las ciudades del Sus, con ocho mil casas, muralla de piedra. Juan León Africano. Descripción General del África (y de las cosas peregrinas que allí hay). Fundación el legado andalusí. Serafín Fanjul. Granada 2004, p. 160. 

82.- Entre otras las transacciones comerciales que se hacían por el puerto de Ifni, llamado también de Tagaóst, entendiendo en los cambios la Casa de Contratación de Sevilla. Fernández Duro, Cesáreo. “El puerto de Ifni, en Berbería”. La Ilustración española y americana, Año XXVII. Nº. 3. Madrid 22 enero 1883, p. 46

83.- En la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, se conserva una escritura pública otorgada, ante el escribano Gonzalo de Burgos (Gran Canaria, 15 de febrero de 1499) en presencia de Lope Sánchez de Valenzuela, Gobernador de Gran Canaria en la Alcazaba de Agaos, situada en la ciudad de Tagaos, capital del reino de la Bu-Tata, que en nombre de los reyes recibe la sumisión de varios personajes indígenas. El día 18, ante el mismo notario otros jefes hacen idéntico acto de sumisión en el castillo de Ifni. José María Barranco Territorio de Ifni: torres o fortalezas. Rincón de Sidi Ifni. 4 de noviembre de 2009

84.- Suárez Fernández, Luis. Los Reyes Católicos: La expansión de la fe, Ediciones Rialp, 1990, p. 263-264.

85.- Sirvan de ejemplo los siguientes: 1501 diciembre 17. Alonso de Lugo, declarando ante el Tribunal de la Inquisición decía: "Que estando este testigo en Tagaost”. 

Del cura de los Palacios, cronista de los Reyes Católicos dice tomada del folio 105 del tomo 1º de los libros correspondientes a 1503. Afirma: “La Mar Pequeña linda con la tierra de Tagaost y Messa”.

Sobre la "Casa de Indias", en Sevilla, que se llamaría de "la Contratación", (…). A través de la "Casa", se canalizó el tráfico de la fortaleza de Santa Cruz, la Mar Pequeña, "otras cualesquier partes de la Berbería" (…) la ciudad de Tagaoz. En abril de 1503 Informados de que se "comenzó cierta contratación, de rescatar algunas mercaderías", en la ciudad de Tagaoz",

Manuel I, en carta de 7 de marzo de 1510, recordaba a Fernando el católico que Tagaoz pertenecía a su conquista.

86.- Guarner, Vicente y José, El Sahara y el sur marroquí españoles. Cuadernos del Magreb. Ediciones Idea 2009, pág 31. Colección Bibliográfica Militar. Diciembre 1931.

87.- Juan León Africano la sitúa a 70 millas del mar (112,6 Km.), 10 (16 Km.) del río Sus y 50 al mediodía del Atlas, pero en el tema de las distancias no siempre es de fiar como cuando escribe que el macizo de Beni Maguer se encuentra a 200 Km de Marrakech estando sólo a 100. Juan León Africano op, cit., p. 160.

88.- Esquembri Hinojo, Carlos Jesús "Santa Cruz de la Mar Pequeña: la Adelantada a Melilla en África" El Faro 20 de febrero de 2000  p. 18.

89.- Hernández Pacheco supone que podría tratarse de Tagadir, una población a 18 kilómetros al sur de Agadir, y Cenival y La Chapelle, sostienen que podría tratarse de Ksabi, cerca de la desembocadura del río Asaka, aunque los portugueses la sitúan en las inmediaciones de Mesa. Barranco, José María, op. cit. Don Pedro de Herrera estableció un puesto en las Matas de San Bartolomé o Tarfaia. 

90.- Pedro de Herrera estableció un puesto en Matas de San Bartolomé o Tarfaia,  Bullón Díaz, Gallo. “Notas sobre Geografía humana de los territorios de Ifni y del Sáhara”

91.- El puerto que los canarios designan con este nombre, no se halla descrito en el Derrotero. En la revista de Madrid «La Academia,» publicó el Sr. Castañeira, de Fuerteventura, en 1876, una relación del viaje hecho por Mr. Mackenzie á la costa del Tekna, á bordo del pailebot Rosario, y de ella resulta que el fondeadero de Matas de San Bartolomé «está formado por una barra de roca que se extiende hacia afuera, descubriéndose en parte en bajamar, y permaneciendo por dentro las aguas tan llanas y tranquilas como en un lago. De 10 á 12 pies, dice, es el término medio de la profundidad á marea vacía en la entrada, que podrá tener media milla de largo. A marea llena, el término medio de la entrada es de 18 á 20 pies... El puerto está defendido de casi todos los vientos...». Revista de Geografía Comercial. “Fondaderos principales de Mar Pequeña”. III Tarfaya o Matas de San Bartolomé. Madrid 30 de enero de 1886, p. 187.

92.- Más allá de Aryila se atraviesan grandes espacios arenosos, Abuidüat, y elevadas mesetas, Anabeduz, hasta la playa de Tarfaya, que se halla á una distancia de 80 km. Entre Aryila y Tarfaya existen grandes salinas que producen excelente sal. Desde el río Xpica hasta Tarfaya la costa describe una ligera curva convexa. A 260 m. próximamente de la playa de Tarfaya, se ven en el Océano algunos islotes ó rocas aisladas, el mayor de los cuales tiene 220 m. de longitud en sentido paralelo á la costa. A 600 m. de la playa, en el interior, se encuentra á poca profundidad agua potable, aunque algo salobre. Los canarios dan á Tarfaya el nombre de Las Matas de San Bartolomé, ó simplemente La Mata, según dicen los indígenas. El terreno es muy árido y se halla completamente desprovisto de vegetación. “El Uad-Nun y Tekna. Según Gatell”.  Revista de Geografía Comercial... Madrid 30 de enero de 1886., p. 202

93.- Gatell y Folch, Joaquín. Viages de D. Joaquín Gatell: Planos parciales. Mapa de Tarfaya o Las Matas de San Bartolomé a escala 1:20.000. Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, Vol. VII. (sin nº de p.), Madrid 1879, entre pp. 472 y 473. Revista de Geografía Comercial. “Carta Occidental de África. Reconocimiento desde la Uina o Meano Norte hasta cabeza del Morro”. Tarfaya ó Matas de San Bartolomé.  Nº 33. Madrid 15 de marzo de 1887, p. 172.  Referencia a datos y dibujos de D. José Álvarez Pérez. .

94.- Márquez, P. Juan, op. cit., p. 339 

96.- “I have just this monuiit learned that there is a town E. of  Terodant, called Tazelt, where there is a Christian church, in perfect preservation, well finished and painted, but shut up : it is held in some veneration by the natives, who can only look into it through  the windows. There are also Christian villages in the neighbourhood of the church”. Davidson, John. Notes taken during travels in Africa. London, 1839, p. 81

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NOTA

*Dos años después de publicado el trabajo, se publicó la siguiente noticia: “La campaña de 2014 del proyecto Investigaciones arqueológicas en la región de Sus- Tekna (Marruecos) ha permitido confirmar la identificación del actual caserío de Ksabi con la antigua ciudad caravanera de Tagaos. Se trata del importante enclave comercial, artesanal y agropastoril que, a partir del siglo xiii, sustituye como capital regional al vecino «puerto» transahariano de Nûl Lamta, activo al menos desde el siglo x y asimismo localizado en el curso de los trabajos arqueológicos enmarcados dentro del citado proyecto. Por otra parte, durante esta campaña se ha procedido, también, a analizar distintos materiales arqueológicos. Estos habían sido recuperados tanto en la zona arqueológica de Ksabi, como en otros yacimientos catalogados y estudiados en el conjunto de la cuenca del ued Nun. Sin duda, una de las contribuciones más destacadas de estos análisis estriba en la certificación de que la acumulación antrópica de conchas de Stramonita haemastoma hallada en 2011 en Fum Asaca (ST-J1) en posición estratigráfica primaria, se co rresponde, casi con toda seguridad, con una instalación de época romana relacionada con la obtención de púrpura getúlica”.


martes, 17 de noviembre de 2020

Berberiscos en Canarias... y canarios en la Berbería. (Y un enigma y una pequeña torre).

Autor: ABAD RIPOLL, Emilio 

Fuente: Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»

A cargo de Emilio Abad Ripoll. Pronunciada en el Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias (Almeyda, Santa Cruz de Tenerife) el 29 de marzo de 2007; en el Casino de Los Llanos de Aridane (La Palma) el 27 de febrero de 2008 y en el Palacio de Capitanía General (Santa Cruz de Tenerife) el 14 de noviembre de 2011.

Los antecedentes

          Cuando se habla de berberiscos, normalmente piensa uno en los años finales del siglo XV y al menos la primera mitad del XVI, pero esta tarde voy a prolongarme un poco aguas arriba y otro poco aguas abajo en el río de la Historia, pues en ambos sentidos hay hechos importantes que se relacionan íntimamente con el tema de la charla y no me pareció conveniente obviarlos.
La Berbería atlántica. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La Berbería atlántica. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Al hablar de las relaciones -a veces pacíficas y a veces tumultuosas- entre Canarias y la Berbería (ya saben, lo que hoy es Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, el Sahara y Mauritania), aunque nosotros, como es lógico, nos vamos a referir a la Berbería atlántica (Fig. 1), no hay que olvidar que, aunque estemos aislados, como he dicho ya en otras ocasiones, no estamos solos, sino que lo que aquí ocurría, y ocurre, tenía, y tiene, mucho que ver con otros factores políticos, económicos, sociales, culturales, etc., nacionales e internacionales.
          Y cabría preguntarse: ¿quién empezó primero? La respuesta es obvia: Los primeros canarios vinieron desde fuera y parece lógico que, por la cercanía procedieran de esos territorios que luego se llamaron la Berbería.
Las primeras llegadas a Canarias (según Ernest A. Hooton). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Las primeras llegadas a Canarias (según Ernest A. Hooton). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Si en ese viaje imaginario aguas arribas en el río de la Historia de Canarias nos fuéramos hasta las fuentes, dice Ernest A. Hooton que  los primeros asentamientos en el Archipiélago se produjeron en cuatro oleadas (que ven recogidas en la figura 2), señalando los lugares más posibles de arribada.
          Y luego, el río, como el Guadiana, desapareció y el silencio envolvió la existencia de los descendientes de aquellos seres, que, con toda seguridad, de vez en cuando serían visitados por cartagineses, romanos, árabes, etc.
Jean de Bethencourt. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Jean de Bethencourt. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Hasta que llega 1402 y Jean de Bethencourt (Fig. 3) y Gadifer de la Salle aparecen con sus huestes por Lanzarote; y cuando Bontier y Le Berrier, los capellanes de Juan de Bethencourt escriben Le Canarien, califican a los gobernantes de Lanzarote como “reyes sarracenos”, de manera que parece deducirse que, de una u otra forma, los árabes habían logrado la primacía.
          También conviene recordar, para nuestro relato, que los romanos, cuando tras las guerras púnicas se apoderaron del norte de África, lo dividieron en dos provincias: la Mauritana Cesariense, que comprendía todos sus dominios desde el río Muluya (cuya desembocadura en el Mediterráneo se sitúa unos 70 kilómetros al SE. de Melilla) hacia el este, y la Mauritana Tingitana, desde ese mismo límite fluvial hasta el Atlántico, con capital en Tingis (Tánger).
La Hispania romana (año 69 d. de C.). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La Hispania romana (año 69 d. de C.). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
          Y que cuando conquisten la vieja Iberia, la Mauritana Tingitana a partir del año 69 de nuestra era (Fig. 4) formará parte de la Bética, de una provincia de Roma, es decir que esa zona de África se incluirá en la Hispania Romana, en aquella incipiente España que con los visigodos, y prácticamente la misma organización territorial romana, será ya de verdad España. Luego vendrían la invasión musulmana, los largos siglos de reconquista cristiana, en los que el ideal común del que hablan nuestros mejores historiadores va a ser la recuperación de la España visigoda en su integridad territorial, política, jurídica y religiosa.
          Por ello, no es de extrañar que cuando Andalucía (gran parte de la antigua Bética) vaya siendo reconquistada, los pescadores andaluces vengan a faenar a las costas atlánticas de la Berbería (Fig. 5), y desembarquen en ella, de lo que hay constancia documental muy abundante en la primera mitad del siglo XV; los andaluces, béticos y españoles, consideraban aquellas aguas como históricamente suyas, puesto que bañaban las costas de lo que había sido la Mauritana Tingitana, una parte de una provincia española.
Relaciones entre Castilla y África (Primera mitad del siglo XV). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Relaciones entre Castilla y África (Primera mitad del siglo XV). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
          Y, por idéntica razón, tampoco debe sonar a raro que Alfonso XI, en 1339, reivindicara para Castilla la antigua provincia romana, ni que Juan II, que reinó en Castilla entre 1406 y 1454, tuviera ya esbozada una política africanista, heredada de su padre, Enrique III, que continuaría su hijo, Enrique IV, y reforzarían los RR.CC. (Fig. 6)
La política africanista de los Reyes Católicos. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La política africanista de los Reyes Católicos. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
          Pero el descubrimiento y colonización de América en su reinado, y las implicaciones europeas durante el de Carlos I, hicieron que África perdiera para España el interés y la importancia que, sin duda, habrían tenido si las ruedas de la Historia hubiesen tomado otro camino.
          Como prueba evidente de que lo que digo no es ninguna elucubración, se recogen a continuación  unos párrafos de una Real Cédula, firmada por Juan II, nada menos que el 8 de julio de 1449, por la que se concede a don Juan de Guzmán, duque de Medina Sidonia -precisamente la misma Casa Ducal que casi 50 años después conquistará Melilla- el dominio de la costa de Berbería entre los cabos Aguer y Bojador:
               “… Por cuanto vos me hicisteis relacion diciendo que cierta tierra que agora nuevamente se ha descubierto, allende la mar, al través de las Canarias, que decis que es desde el Cabo de Aguer hasta la tierra y el Cabo de Bojador, con dos ríos en su término, el uno llaman la Mar Pequeña, donde hay muchas pesquerías e se puede conquistar la tierra adentro… vos fago merced de toda la dicha mar e tierra desde el Cabo de Aguer hasta la Tierra Alta y Cabo de Bojador, con todos los rios e pesquerias e resqates e con la tierra adentro…”
          Quiero destacar en el documento algunos aspectos importantes. El primero es que, según Rumeu de Armas en su libro España y el África Atlántica, aparece citada por vez primera la Mar Pequeña en un documento (y a la historia de esa zona dedicaremos luego algunos minutos); en segundo lugar, se resalta la importancia económica de las aguas: la existencia de importantes bancos de pesca, de pesquerías. En tercer lugar se habla también de “resqates”; el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos proporciona varias acepciones de la palabra “rescatar”; la segunda nos dice que significa “Cambiar o trocar oro u otros objetos preciosos por mercaderías ordinarias”. Es decir, que existe la posibilidad de un importante comercio. Y, por fin, menciona que existen dos ríos, y todos sabemos que donde aparece el agua, florece la agricultura, la ganadería, la vida en una palabra; luego hay posibilidad de colonización y asentamiento.
El África atlántica (hacia 1449). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
El África atlántica (hacia 1449). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
         El rey le concede todo ese territorio que ahora ven en la figura 7 al duque de Medina Sidonia, sencillamente porque lo considera suyo por derechos históricos.
          En la mencionada Real Cédula sólo se citan tres accidentes geográficos: los Cabos de Aguer y Bojador y la Mar Pequeña, pero consta documentalmente que ya los pescadores andaluces estaban familiarizados con otros fondeaderos, e incluso habían bautizado algunos de ellos con nombres como San Miguel de Saca (en la desembocadura del río Asaka) y San Bartolomé, hoy conocido como Vina o Médano.
Concesiones de Juan II al duque de Medinaceli (1449) y de Enrique IV a Diego de Herrera (1463). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Concesiones de Juan II al duque de Medinaceli (1449) y de Enrique IV a Diego de Herrera (1463). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Pero poco después de la muerte de Juan II, su hijo y heredero, Enrique IV, va a promulgar otras dos Cédulas relativas al mismo tema (Fig. 8). La primera, de 1463 aproximadamente, concede tierras en el África Occidental, exactamente con los mismos límites que 14 ó 15 años antes, a los señores de Canarias Diego García de Herrera y Gonzalo de Saavedra. Al tener conocimiento de ello, el que había heredado el ducado de Medina Sidonia, reclama ante la Corte que aquellas tierras son ya de su familia; el rey le da la razón, reconociendo el error, pero insta a negociar a ambas partes para llegar a un acuerdo satisfactorio para todos. Se hace así, con el resultado de que la Casa de Medina Sidonia seguirá ostentando el señorío de la zona, pero serán Diego Herrera y Gonzalo Saavedra los que la exploten.
Sin embargo, cinco años más tarde, el propio Enrique IV titula a Diego García de Herrera como “verdadero Señor de la Mar Menor en las puertas de Berbería”. ¿Por qué? Quizás Diego de Herrera compró a la Casa de Medina Sidonia los derechos señoriales, aunque si hubiese sido así, de lo que no hay prueba documental. O quizás el rey decidió conceder el Señorío a quien parecía tener un interés claro en el tema, además de que interesaba que, cuanto antes, Castilla hiciese valer sus derechos en aquellos parajes ante las aspiraciones de la pujante Portugal.
          Y diez años después, hacia 1478, Diego de Herrera levantará la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña, como veremos dentro de unos minutos.
          Acabo de mencionar la pujanza de Portugal en aquellos años, pero en 1479, con la firma de las Tercerías de Moura, Portugal renunciará a sus pretensiones sobre Canarias y los RR.CC. harán lo propio con respecto al Reino de Fez y las costas de Guinea.
Las incursiones
          Pero vamos a ver lo que sucedía por aquí. ¿Cómo eran las relaciones entre los nuevos canarios, y sus vecinos de la costa africana?
          Algunos años después de traspasado el ecuador del siglo XV, hacia 1467 se empezaron a iniciar las famosas “cabalgadas”, incursiones en la Berbería que, en palabras de Rumeu de Armas, “hicieron aborrecibles en el continente los nombres de los señores de Fuerteventura y Lanzarote”.
          Pero ¿cuáles eran los motivos de esas cabalgadas? En primer lugar hay que considerar el momento histórico que estamos recordando. En la Península continuaba la guerra contra el moro que se desarrollaba desde hacía siglos. La gente estaba imbuida de un espíritu belicoso, de expansión, al que había que dar salida conforme se acercase el final de la Reconquista. En segundo lugar nos encontramos con la existencia de un riquísimo banco pesquero muy cercano a las costas africanas, lo que traía consigo la necesidad de unas bases en el continente para refugio, descanso, reposición de víveres y agua, reparación de averías en los barcos, etc. Aprovechando esas bases, podía también establecerse un fructífero intercambio comercial (productos manufacturados, tejidos, trigo, azúcar,… intercambiados por marfil, ámbar, oro, ganado,…).
          Y la cuarta motivación era la más triste, si bien utilitaria. La zona era una excelente cantera humana de esclavos que, por un lado, cubrieran en las islas de señorío (especialmente Fuerteventura y Lanzarote) los huecos que dejaban quienes se trasladaban a las islas más ricas, Gran Canaria y Tenerife cuando se fueron conquistando y poblando, o a América, además de servir de mano de obra, particularmente en los ingenios de azúcar que alcanzaron su apogeo en la primera mitad del siglo XVI. Y si las cabalgadas comenzaron partiendo de las islas de señorío, también lo fueron luego desde las de realengo, pues la Corona fomentó esa política, uniendo a las características expuestas de expansionismo o ampliación del territorio propio, el comercio, la pesca y el utilitarismo, un quinto factor: el religioso, en el intento de convertir a los paganos a la fe de Cristo.
          Lo cierto es que, como escribiría mucho después Viera y Clavijo, si en los siglos VIII y IX fueron los pueblos bárbaros los que invadían a los civilizados, en los siglos XV y XVI sucedió exactamente lo contrario.
          Dije antes que hacia 1467 empezaron las cabalgadas. Posiblemente su iniciador fue un personaje ya citado esta tarde: don Diego García de Herrera, que a su título de Señor de Canarias unirá el Rey Enrique IV, como ya hemos visto, el de verdadero Señor de la Mar Menor en las costas de Berbería. Llevará a cabo varias incursiones, y al morir serán su hijo Sancho, Señor de Lanzarote y Pedro Fernández de Saavedra, Señor de Fuerteventura, los que sigan sus huellas, ejemplo que continuarán más tarde los descendientes de ambos. Sólo entre el padre y el hijo de los Herrera llevaron a cabo 46 entradas en la Berbería.
          En 1497 la Corte ordenaba que sólo se pusiera pié en la Berbería para establecer relaciones comerciales, pero en 1505, con la reina Juana, se reanudaron las entradas; era muy normal que se realizaran una o dos incursiones al año y está documentalmente comprobado que entre 1510 y 1583 se hicieran al menos 87. Hubo otro Herrera, Agustín, que entre 1565 y 1576 llevó a cabo 14 cabalgadas, alcanzando tal fama por sus proezas que Felipe II lo hará Conde de Lanzarote.
Las Capitulaciones de 1499. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Las Capitulaciones de 1499. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Ya dije que las expediciones no partían sólo de las islas de señorío; así, desde las de realengo hay constancia de varias, destacando una, especialmente por sus ambiciosos objetivos, muy diferentes de los tristes resultados obtenidos. Resulta que, en 1499, el Gobernador de Gran Canaria, que era entonces Lope Sánchez de Valenzuela, inició unas gestiones diplomáticas (al amparo de una Bula Pontificia, la Inefabilis, del Papa Alejandro VI) trasladándose a África y consiguiendo de todos los jeques de la zona que jurasen fidelidad y prometiesen lealtad como vasallos de los RR.CC. Cuando éstos tuvieron conocimiento de la feliz noticia, encomendaron al primer Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo que tomase posesión del territorio y levantase tres torres (Fig. 9): en el Cabo Bojador; en el Puerto de Nul, a 5 millas de la villa de Tagaos; y en la propia villa. En las Capitulaciones firmadas al efecto, se hacía merced a Fernández de Lugo del título de Capitán General y Gobernador de los territorios ocupados.
La expedición a San Miguel de Saca. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La expedición a San Miguel de Saca. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            A finales de 1500 o principios de 1501 (Fig. 10), Lugo desembarcó, al frente de unos 500 hombres, en San Miguel de Saca (en la desembocadura del Uad Asaka o Nul) e inició allí la construcción de la primera de las fortalezas. Pronto se dio cuenta de que una cosa era el famoso documento de sumisión y otra la cruda realidad; se empezaron a producir ataques berberiscos y una verdadera guerra de guerrillas que llevaron a la expedición a vivir y trabajar en un constante estado de alerta. Por fin se produjo la insurrección total de la zona y San Miguel fue atacada por un enemigo muy fuerte en número (los cronistas hablan de 20.000, cantidad a todas luces exagerada); tras 15 días de asedio,  se produjo un fortísimo ataque, que pasará a la historia con el nombre de la batalla de las Torres, en la que perdieron la vida más de 300 españoles. El propio Álvarez de Lugo quedó sobre el terreno, malherido y moribundo, pero recogido al amparo de la noche por unos moros amigos, fue trasladado a Tagaos, donde tanto él como uno de sus hijos, se salvaron de milagro de la muerte. Doña Inés de Peraza, viuda de Diego de Herrera, que ya veremos luego que por esta época estaba causando muchos quebraderos de cabeza a los Gobernadores de Gran Canaria, tuvo en esta ocasión un extraordinario comportamiento, pues envió su propio barco desde Lanzarote a Santa Cruz de la Mar Pequeña y evacuó a Tenerife al Adelantado.
          Como estarán comprobando ya por mis palabras, aquellas incursiones no estaban, ni mucho menos, exentas de riesgos. Por ejemplo, un Pedro Fernández de Saavedra, hijo del Pedro, Señor de Fuerteventura que cité antes y sobrino del también mencionado Sancho de Herrera, de Lanzarote, había adquirido tal fama por sus exitosas incursiones en África que su prestigio llegó a la Corte, por lo que, en 1544, Carlos I le ordenaba dirigirse a la costa africana y  reconocerla, pues había recibido informes de que algunas flotas pequeñas o embarcaciones extranjeras merodeaban por aquellas aguas. Saavedra, orgulloso por la distinción real, al frente de varios navíos zarpaba de Arrecife e iniciaba, en las primeras semanas de 1545 la expedición. Desembarcó sin problemas y al frente de sus huestes llegó a la villa de Tafetán, donde capturó a la familia del jeque de la zona; el hecho trajo consigo una furibunda reacción de las tribus de alrededor, con el resultado un violento combate en el que perdieron la vida Saavedra y varios de sus mejores hombres. El resto reembarcó como pudo y regresó a Lanzarote.
          Hay otro tema interesante en este asunto de la “inmigración forzosa” de berberiscos. Mi compañero y amigo José Manuel Clar, en su libro Lanzarote, Apuntes para su historia, nos cuenta que en un censo realizado antes de 1572 se estimaba que en la isla vivían unas 1.350 personas, de las que 630 (casi el 50 %) eran moriscos, es decir, moros convertidos al cristianismo y muy unidos entre sí. Obvio es pensar que suponían una peligrosísima “quinta columna” en la sufrida isla. Esa alteración de lo que Rumeu califica como la “construcción racial” de Lanzarote y Fuerteventura, en la que participaba un importante factor berberisco, fue motivo constante de intranquilidad durante muchas décadas.
          Aunque era su principal ocupación, no todos los moriscos trabajaban en el campo. Don Agustín de Herrera, que ya sabemos que fue conde, y luego marqués, de Lanzarote, formó en base a los cautivos moriscos de la Berbería una unidad militar que se llamaba “Compañía de Naturales Berberiscos”, una especie de guardia personal, de la que siempre se hacía acompañar. Llegaron a ser “proyectados”, como se dice en la terminología militar de hoy en día, a la isla de Madeira, en 1580, para repeler el ataque de las fuerzas del Prior de Crato, que disputaba a Felipe II el trono de Portugal; también fue muy brillante su actuación contra el ataque de piratas franceses en 1581. Cuando Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de todo el suelo español, el marqués de Lanzarote solicitó del monarca, y obtuvo, que sus hombres no se viesen afectados por la medida. Hay quienes quieren ver en esa Compañía de Naturales Berberiscos, de la que hubo una réplica en Fuerteventura, el nacimiento de las Milicias Canarias.
          Pero las represalias berberiscas contra las islas, una vez que en el continente van contando con medios adecuados de navegación, y más especialmente las de sus aliados, los famosos piratas argelinos de Sale y los turcos, llevan al Rey Prudente, a Felipe II a imponer limitaciones, ya en 1572, permitiendo únicamente las expediciones de rescate, en este caso de prisioneros, intercambiando moros por ganado, cueros o esclavos negros. Sin embargo, en el 76 autoriza a nuestro conocido Agustín de Herrera a bajar más al sur del cabo Bojador para hacer esclavos (por cierto, ésta es la última cabalgada que partió desde Lanzarote). Y en el 79 hace lo mismo con el regidor de Gran Canaria, autorizándole a hacer 2 entradas en la Berbería, pues éste le ha comunicado la falta de brazos en los ingenios y la postración de la industria azucarera. Hay varias desde otras islas entre 1581 y 1584, mientras que entre 1590 y 1600 se llevan a cabo bastantes expediciones de rescate, en este caso de canarios, como consecuencia de los ataques berberiscos.
          El rescate se hacía casi siempre en territorio africano y por iniciativa cristiana. El flete del barco o barcos necesarios corría a cargo de la Justicia de las islas o de las familias de quienes se intentaba rescatar; se intercambiaban por esclavos negros, bizcochos, camellos, paños y, a veces, dinero. Si el familiar de la víctima no tenía la solvencia económica necesaria para sufragar los gastos, le quedaban dos soluciones: pedir dinero a un pudiente o solicitar permiso para pedir limosna por un tiempo limitado.
          Como resumen de esta parte sólo me queda añadir que entre 1506 y 1600 hay documentadas 154 expediciones a Berbería, de las que es Lanzarote, con 87, la isla en la que fue más frecuente la organización de las mismas.
          Hace unos momentos toqué de pasada el tema de las represalias berberiscas; rápidamente también, por no alargar mucho la historia, quiero resaltar que para Lanzarote esas acciones supusieron un verdadero calvario, especialmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI. En 1569 se produjo el ataque del pirata moro Calafat, que arribó a la isla con 10 galeras y 600 hombres; durante 28 días saquearon Lanzarote y se llevaron 200 cautivos. Dos años después, en 1571 apareció allí Dogali, el Turquillo, con 7 galeras y 400 hombres que repitieron la jugada y se llevaron a 115 personas. Y 15 años más tarde, en 1586, otro pirata moro, Morato Arráez, volvió a asolar la isla. Cuando en 1590 el famoso ingeniero Torriani visitó Lanzarote, cumpliendo la orden de Felipe II de inspeccionar las defensas del Archipiélago, escribió refiriéndose a su capital: “Tiene 2 iglesias y 120 casas, la mitad de ellas arrasadas por los moros”; y luego, al hablar de la escasez de población (unas 1.000 personas en toda la isla) nos dice que “la causa de que haya tan poca gente es que gran parte se la llevaron cautiva los turcos y los moros por 3 veces en espacio de 16 años”.
          Pero no sólo desde Canarias se llevaron a cabo expediciones a la Berbería atlántica. Hay un caso destacado que va a dar lugar a una expedición de rescate interesantísima. (Fig. 11).
La expedición al Senegal (1555). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La expedición al Senegal (1555). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Resulta que en 1555 zarparon del Puerto de Santa María 3 navíos y una zabra (dice el Diccionario, para los que no estamos muy versados en temas marineros, que una zabra era un navío armado, de dos palos en cruz), con tripulaciones y soldados, que en su mayoría eran jerezanos, bajo el mando del capitán Francisco de Solórzano. Tocaron en Santa Cruz de Tenerife, donde repusieron víveres y agua y enrolaron algunos aventureros más, así como contrataron buenos pilotos conocedores de las aguas que iban a surcar. Levaron anclas en la rada santacrucera en junio, y se dirigieron hacia el Río de Oro. Tras 9 días de navegación sobrepasaron el Cabo Blanco y confiadamente se acercaron a una bahía, Angla de Santa Ana, donde desembarcaron para hacer algunas presas. Lograron cautivar algunos indígenas, pero fueron sorprendidos por una multitud de naturales; la lucha fue muy dura, con bastantes muertos por ambas partes, y los españoles que no cayeron en el combate fueron hechos prisioneros.
          La fatal noticia llegó a Canarias por boca de pescadores. El Gobernador de Tenerife y La Palma, Juan López de Cepeda decidió rescatarles haciendo una “entrada en fuerza" en la Berbería y consiguiendo bastantes prisioneros para el rescate. Preparó dos barcos que estaban surtos en Santa Cruz, que muy pronto se hicieron a la mar bajo el mando de un canario, Blas Lorenzo.
          Y la verdad es que el viaje es para rodar una película de aventuras. Apenas habían recorrido unas millas cuando el estado de la mar les obligó a refugiarse en Las Galletas, pero antes se pasaron un par de horas intercambiando cañonazos con un barco francés que andaba por allí a lo que cayera. El resultado fue un empate a cero; cada uno tiró por su lado y el francés, como en la poesía del clásico, “fuese y no hubo nada”. Tras cinco días de navegación se toparon con una nave portuguesa saqueada por los franceses, a la que suministraron pan, aceite y vino para que pudieran llegar hasta Madeira. Y cuatro días después pasaban el cabo Blanco. Echaron el ancla en Angla de Santa María y desembarcó una decena de hombres en busca de información. No obtuvieron resultado alguno, por lo que regresaron a bordo y reemprendieron la navegación; al poco, unos pescadores portugueses les informaron de que a escasas leguas había una embarcación mora que se disponía a zarpar. Se presentaron por sorpresa en el puerto de Angla de Santa Ana (donde había sucedido la catástrofe a la expedición de Solórzano) y encontraron un carabelón con 21 moros entre tripulantes y pasajeros Después de una breve lucha se apoderaron del barco berberisco e hicieron 12 prisioneros.
          La flota, que se componía ahora de tres barcos, pues 50 canarios habían pasado al carabelón, siguió su ruta hacia el sur. Llegaron a la desembocadura del río San Juan, bajaron a tierra e hicieron otros 7 prisioneros, pero seguían sin noticias de los españoles. Otras 50 leguas de navegación, más presas, y conversaciones para su rescate a cambio de oro o marfil. Y es en esas conversaciones cuando recibieron la información de que había 4 cristianos en un cercano poblado llamado Fregan. Tras laboriosas gestiones, liberaron a los 4 (3 canarios y 1 jerezano), pero mientras estaban fondeados fueron atacados por un navío pirata francés, bien artillado, que les hizo varios heridos y hundió el carabelón. Y si bien iban a liberar a los 4 esclavos cristianos, en Fregan les prepararon una trampa mortal. Les indujeron a creer que más al sur, en la desembocadura del río Senegal, existía un poblado donde se encontraban otros 11 cristianos esclavizados. Más millas de navegación hasta que alcanzaron la desembocadura del gran río; desembarcaron 58 soldados que, apenas se internaron, fueron atacados por sorpresa por 150 negros. En el primer contacto hubo suerte y cyeron muertos el jefe de la partida y cuatro negros más, lo que permitió un repliegue más o menos ordenado de los españoles, aún con varios heridos. Empezó el reembarque, y cuando más de 30 estaban ya a bordo, las difíciles condiciones del mar y el desconocimiento de la costa hicieron que las lanchas se destrozaran, por lo que Blas Lorenzo y veintitantos hombres más debieron retirarse a nado.
          Y ahora empezaron las disensiones; Lorenzo era partidario de regresar costeando (máxime cuando habían perdido las barcas) y seguir buscando a los cautivos; el capitán del otro barco se rebeló contra las órdenes del jefe de la expedición y decidió regresar por derecho a Canarias. Se separaron y, después de un penoso viaje de vuelta, Lorenzo y los suyos arribaban a Santa Cruz sin que nunca más se volviera a tener noticias del otro barco. Y así termina esta triste y doble aventura: la de los jerezanos y la que, organizada por el Gobernador de Tenerife, salió en su rescate.
          En resumen, que, efectivamente, hubo incursiones berberiscas y de sus aliados en las Canarias, pero hubo muchas más de los canarios en la Berbería.

La Torre de la Mar Pequeña

a) Su localización
          Vamos a dedicar lo que nos queda de tiempo para hablar de otro tema interesante, en mi opinión: el asunto de la Torre de la Mar Pequeña. Pero antes vamos a situarnos. Y surge la gran pregunta de la tarde: ¿Dónde estaba la Mar Pequeña?
          Si hiciésemos una encuesta rápida en esta sala y se preguntase donde se encontraba, y se encuentra, claro, esa “Mar Pequeña”, todos me contestarían que en la costa africana del Atlántico, pero ajustando más, un elevado tanto por ciento diría que coincide con el Ifni que quizás algunos de los que están aquí han conocido. Que conste que yo, hace algún tiempo, hubiese estado entre los que así opinasen.
          Lo cierto es que en la segunda mitad del siglo XIX se produjo un arduo debate científico - histórico – geográfico acerca de esa localización. Sabemos que en 1860, tras la guerra entre España y Marruecos se firmó un Tratado de Paz y Amistad por el que se reconocían las justas reclamaciones españolas en el norte de África en relación con los límites de Ceuta y Melilla, y además se concedía a España “a perpetuidad”, en la costa atlántica, junto a Santa Cruz de la Mar Pequeña, el territorio suficiente para la formación de un establecimiento de pesquería.
          Pero para materializar el Tratado había que localizar el lugar exacto del que se hablaba en el mismo, pues habían pasado varios siglos desde que Santa Cruz de la Mar Pequeña había dejado de ser un lugar frecuentado por los españoles, y un telón de olvido impedía determinar su asentamiento geográfico.
          Se encargó esa misión, nada menos que 17 años después de la firma del Tratado, a un ilustre Capitán de Navío e historiador, don Cesáreo Fernández Duro; embarcó con una comisión, de la que formaban parte varios expertos marroquíes, en un buque de guerra, el Blasco de Garay, y tras algunas semanas de exploración, en las que recorrió toda la costa, (como pueden ver en las figuras 12 y 13) bautizando muchos lugares, identificó la Mar Pequeña con el puerto de Ifni.
El mapa de Fernández Duro (Desde Ifni hasta la desembocadura del río Draa). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
El mapa de Fernández Duro (Desde Ifni hasta la desembocadura del río Draa). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
El mapa de Fernández Duro (desde el Draa hasta Puerto Cansado). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
El mapa de Fernández Duro (desde el Draa hasta Puerto Cansado). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»

            Pero enseguida surgieron voces discrepantes (Fig. 14):
La localización de la Torre de la Mar Pequeña (1). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La localización de la Torre de la Mar Pequeña (1). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Así, don Pelayo Alcalá Galiano, que ejercía la Presidencia de la Dirección de Hidrografía se inclinaba por la desembocadura del río Shebika, mientras que don Francisco Coello, Presidente de la Sociedad Geográfica, optaba por la margen izquierda del río Sus. Después, en los años 20 del pasado siglo había quienes la situaban en la orilla derecha del río Sus, en Agadir.
Pero en 1912, 52 años después de acabar la guerra, se firmó el acuerdo por el que Marruecos se convertía en un Protectorado hispano-francés y en él, de manera oficial, se dictaminaba que la Mar Pequeña era Ifni.
uerto Cansado. Plano de Manrique (1882). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
uerto Cansado. Plano de Manrique (1882). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Sin embargo, nuestro paisano, don Antonio Rumeu de Armas, ex Presidente de la Real Academia de la Historia, y fallecido hace poco tiempo, creyó fervientemente que quien tenía la razón era un notario lanzaroteño, don Antonio María Manrique, que en 1882 levantó un plano (Fig. 15) en el que la situaba en el punto conocido como Puerto Cansado (28,4º N y 12,2º O). ¿En qué se basó el Sr. Manrique para esa aseveración? Pues bien, tras el estudio concienzudo de la documentación antigua que obraba en Lanzarote sobre las famosas cabalgadas, llegó a las siguientes premisas:
               1) La Mar Pequeña tenía que estar “enfrente” de Canarias, en su paralelo, y a una distancia que permitiera el rápido socorro, como sucedió en varias ocasiones.
               2) Tenía que existir una bahía o ensenada, con una boca estrecha que la comunicara con el océano, como era el caso en el Mediterráneo de la Mar Menor de Murcia o la Mar Chica de Melilla.
               3) Tendrían que aparecer restos o vestigios de una construcción militar, de la torre que allí se levantó.
          Y todo se confirmó en un viaje que hizo ese 1882, con el piloto don Víctor Arana, quien también dejó constancia del lugar en el dibujo recogido en la figura 16.
Puerto Cansado. Plano de Arana (1882). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Puerto Cansado. Plano de Arana (1882). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Y ya mucho más recientemente, nos dice Rumeu que estudios de varios profesores entre 1935 y 1976 confirman la idea del notario lanzaroteño. El último de ellos, Monod, basó sus investigaciones en un plano levantado por un británico, George Glas, un tipo curioso y aventurero que intentó, en 1763, establecer una pesquería británica en Santa Cruz de la Mar Pequeña, dado que el lugar estaba abandonado por los españoles desde hacía más de dos siglos, y rebautizó la zona como Port Hillsborough. Las autoridades del Archipiélago decretaron su captura y fue apresado en un viaje que hizo para comprar un barco adecuado a las características de la Mar Pequeña a Lanzarote y Gran Canaria; estuvo preso en Paso Alto y cuando, tras la mediación del Cónsul británico, fue liberado, embarcó con su familia (su mujer y una hija de 12 años) rumbo a Edimburgo. Ya en aguas británicas, la tripulación se amotinó y el capitán, los oficiales, Glas y su familia fueron asesinados y arrojados al mar.
Puerto Cansado o la Mar Pequeña. Plano de Monod (invertido). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Puerto Cansado o la Mar Pequeña. Plano de Monod (invertido). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Como digo, Monod basó su plano (Fig. 17) en el del pobre Glas.
La localización de la Torre de la Mar Pequeña (2). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La localización de la Torre de la Mar Pequeña (2). Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Y, para completar la investigación, don Antonio Rumeu, en 1991, viajó a la zona y encontró los restos de una torre. La figura 18 recoge un resumen de las opiniones sobre el asunto, que parecen dejar claro, a la luz de las más modernas investigaciones, que Santa Cruz de la Mar Pequeña era Puerto Cansado.
Mapa de 1686 recogido por don Pedro Agustín del Castillo. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Mapa de 1686 recogido por don Pedro Agustín del Castillo. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Pero a mi lo que más me convenció de que Manrique, Rumeu y otros tenían la razón fue este mapa (Fig. 19) recogido por don Pedro Agustín del Castillo, famoso historiador grancanario en su obra Descripción Histórica y Geográfica de las Islas de Canaria, terminada en 1737. En él vemos con claridad que la Mar Pequeña estaba situada en el mismo paralelo, poco más o menos, que Melenara, en Gran Canaria.
          Y, aunque ya es otra historia, también conocemos que en 1934 el Coronel Capaz tomaba posesión del territorio de Ifni, en la creencia oficial que aquello era la Mar Pequeña, sobre la que se concedían derechos tras la guerra de 1860.
b) Su historia
          Bueno, pues una vez aclarado algo el tema de la situación geográfica de la Mar Pequeña, vamos a contar la historia de su famosa torre.
          Es absolutamente lógico pensar que, para realizar las cabalgadas, los invasores debían contar con una “cabeza de puente” que sirviese de base de partida, además de un lugar de acogida y defensa si las cosas venían mal dadas.
          Pero, además, los antecedentes del comercio andaluz en la zona desde muy antiguo llevaron a entender la importancia de levantar un “establecimiento comercial” que favoreciera también la dominación política del país. Podían considerarse esas torres que ya vimos se pensaban levantar en África, como “castillos de paz” o “factorías fortificadas” dice Rumeu. Queda claro que debía ser así, pues aquellas instalaciones, por su lejanía de Canarias, debían ser autónomas, para lo que tenían que contar con el apoyo de los moradores de la zona. Si su función hubiese sido exclusivamente militar, es decir, para servir de base de partida a ataques y razzias, lógicamente los naturales abandonarían los alrededores y faltaría ese fundamental apoyo.
          Por tanto, los españoles de Canarias, los canarios, debían cambiar su idea de recuperación del terreno y expulsión de los invasores, impresa en sus genes desde hacía siglos, por la de establecerse, pero con el apoyo de los habitantes de la zona. Por eso nace aquella famosa torre, semifantástica y gloriosa. Y se asienta en el paralelo de Canarias, a una distancia de navegación corta y sabiendo que más al norte se encuentran los relativamente fértiles valles del Draa y el Nun o Asaka, y más al norte aún, los mucho más ricos y poblados del Uad Messa y del Sus.
          Si hubiésemos vivido unos cuantos siglos atrás y hubiésemos visitado la capital de Fuerteventura, Santa María de Betancuria, en su monasterio franciscano de San Buenaventura habríamos visto una lápida sepulcral con un larguísimo epitafio del que sólo voy a leer cinco líneas: “Aquí yace el generoso caballero Diego de Herrera, Señor y Conquistador de estas 7 islas y Reino de Gran Canaria y del Mar Menor de Berbería…Pasó con sus armas a Berbería y cautivó muchos moros. Hizo en África el castillo de Mar Pequeña, el cual sustentó y defendió contra el ejército del Jarife… Murió en 22 de Junio de 1485”.
          Ya hemos sabido esta tarde más cosas de este don Diego, al que Enrique IV nombró Señor del Mar Menor a las puertas de la Berbería, como recordarán. En 1477 renunció a la conquista de Gran Canaria, La Palma y Tenerife, huesos muy duros de roer para él, en beneficio de la Corona. Como consecuencia, otro ilustre historiador canario, don Pedro Agustín del Castillo, en su libro citado, escribe que don Diego:
               “…procuró hazer entradas en la Berbería, ya destituido de proseguir en la conquista de Canaria, Tenerife y La Palma, y con  bastante gente y municiones decidió aplicarlas en hacer castillos en la costa de África, con que hazer guerra a aquella frontera que le amenazaba con su cercanía y para hazerse temer con sus presas y correrías y poblar sus islas…”
          De modo que con esa disposición de ánimo, posiblemente en 1478, sigue diciendo don Pedro A. del Castillo:
              “Salió don Diego García de Herrera de Lanzarote, acompañado de muchos caballeros de los que avían venido a ayudar a la conquista de las islas y llevando muchas provisiones para la prompta fábrica de la fortaleza que se iba a fabricar en seis embarcaciones, llegó a media noche a Mar Pequeña, que dista de traviesa 33 leguas y a la voca de un río que entra en la tierra más de 3 leguas, capaz de bergantines, galeasas y otras fustas y mayores bastimentos. Al amanecer puso su gente en tierra y previno de trincheras el recinto que intentó fabricar; lo que se executó con toda presteza, hasta ponerle artillería y alojamiento y por alcalde a Alonso de Cabrera, Y dexando precidiado el castillo, que nombró de Santa Cruz de la Mar Pequeña,…”
          Viera y Clavijo relata esa expedición fundacional de la torre prácticamente de igual manera a como lo hace del Castillo, pero la precede de estas frases:
               “… el espíritu intrépido de Herrera, que era el de los españoles de sus siglo,… se había enderezado enteramente hacia las costas de África fronterizas a Lanzarote, donde él y sus hijos habían efectuado diversas incursiones cautivando considerables partidas de moros salvajes y pillando muchos caballos, camellos, vacas y ganado menor…”
          El resto de historiadores, Manrique, Chil, Millares, Ossuna, etc., cuentan la historia de idéntica manera, si bien hay discrepancias en cuanto a la fecha de 1478. Quizás alguien pueda pensar que me he extendido demasiado relatando esta fundación de la torre, pero es que existe una razón fundamental: Es la primera vez que los españoles, los canarios de aquel tiempo, hacen ondear el Pendón de Castilla sobre territorio africano.
          Los primeros meses de vida de la torre fueron relativamente tranquilos. A Cabrera le sucede en la alcaldía Jofre Tenorio; se han iniciado tratos comerciales, “resqates”, con las tribus de los alrededores, pero aproximadamente al año, un jeque moro llamado Aoiba soliviantó las cábilas y quiso movilizarlas contra los invasores. En un principio dicen las historias que llegó a reunir 2.500 lanzas para atacar la torre; para ello ocuparon el terreno circundante y excavaron trincheras. Ante el cariz del asunto, Tenorio envió aviso a Herrera con un barco rápido, una fusta, que le había dejado Herrera para ese menester. La situación empeoró (Castillo habla de 3.000 lanzas y 10.000 de a pie sitiando la torre, cifras a todas luces exageradas y que divididas por 10 seguramente se aproximarían mucho más a la realidad. Aún así, unos 1.000 contra 50 seguía siendo una enorme desproporción.
          Pero Herrera no pierde el tiempo. Apenas conocedor de lo que ocurre, requisa cinco barcos que se encontraban fondeados en el puerto de Arrecife y con 600 hombres, bien armados, zarpa en socorro de la guarnición de Mar Pequeña. Dicen los historiadores que “entró Herrera con su embarcación en el río, lo más arrimado a tierra que pudo, y disparó algunos versos cargados de metralla al campo árabe”. La desbandada berberisca fue general, pues era la primera vez que sentían el ruido y los efectos materiales de la artillería. Pronto se rehicieron e iniciaron el ataque, pero volvieron a caer bajo el fuego de los lanzaroteños. Aoiba, al ver el importante incremento en las fuerzas enemigas y temeroso del nuevo y desconocido armamento con que contaban, decidió retirarse.
          Herrera reparó los muros, aumentó el número de defensores, repuso las municiones consumidas y se quedó un tiempo para ver la actitud de los moros; por fin, cuando acababa el año 1479 regresó a Teguise.
          Diego de Herrera, aprovechando la oferta de Juan Camacho, un moro que se había pasado a los españoles y bautizado con ese nombre, gran conocedor de la zona,  meses después del ataque a la torre llevó a cabo una expedición de castigo contra las tribus participantes, de la que volvió con 158 cautivos. A partir de 1480, Juan Camacho, dotado de extraordinarios conocimientos geográficos y del terreno en cuestión, fue el guía de cuantas cabalgadas y expediciones se hicieron desde Lanzarote (al menos 46). Hay documentos que aseguran que vivió 142 años, y que dos antes de su muerte, se casó con una moza de 20, con la que tuvo un hijo. Y Viera y Clavijo apostilla algo así como “Al menos era lo que se creía él”.
          Pero volviendo a la torre, se sabe que se abandonó; no hay fecha fija, pero tuvo que ser tras la muerte de Diego de Herrera, por determinada documentación, entre 1486 y 1492. ¿Cuál sería la causa? ¿Era una empresa costosa y arriesgada para ser sufragada por un particular? ¿Se produjo algún importante descalabro militar? Como no hay constancia documentada sobre esta segunda hipótesis, me inclino por la primera, máxime si se tiene en cuenta que tampoco la zona es tan rica como para obtener pingües beneficios con el comercio, por otra parte tampoco muy activo por la actitud belicosa de los nativos, que anularía el factor del fundamental apoyo de la población que cité hace un rato.
          Y llegamos a 1495; los RR.CC. pueden ahora, completada la Reconquista, emprender con más tranquilidad y decisión la política africanista que Castilla llevaba preparando desde hacía décadas. Se encomienda a Diego de Cabrera, un antiguo alcalde de la torre que comercie con las tribus de los alrededores. En septiembre de ese año, Cabrera zarpa hacia África, recalando en San Bartolomé.
          Ante la buena disposición de los naturales, Cabrera insta al Gobernador de Las Palmas, Alonso Fajardo, a que le respalde con su autoridad viajando a San Bartolomé; así lo hace el Gobernador (por cierto, es también la primera vez que un mandatario real español pisa territorio africano). Tras tres meses de expedición, Cabrera regresa a Canarias con el éxito más rotundo, pues los jeques se han comprometido a reconocer la soberanía de España y a permitir la reconstrucción en Puerto Cansado de una torre-factoría fortificada y abrir sus puertos y mercados al tráfico comercial.
          Aquel mismo 1496, los Reyes, que estaban entonces en Tortosa, contestan al informe del Gobernador con una “carta regia” que se titula Mandamiento de Sus Altezas para hedifycar la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. En ella apoyan a Fajardo en el tema de Inés Peraza y se muestran muy esperanzados y le encargan que…
               “con mucha diligencia la fagays, e non alçeis mano della fasta la poner en tal estado que della se pueda seguir el resqate y entender en las parias; y avisandonos siempre de todo lo que mas oviere, con diligencia e cuídalo e proveimiento que confiamos de vos.”
          Apenas recibida la carta (que como vemos va en la nueva línea de las relaciones comerciales, pacíficas) preparó Fajardo el viaje que, en consonancia con lo dicho, tomó el cariz de una operación más política que militar. Se alistaron 5 barcos que zarparon a finales de agosto de aquel 1496 con 24 artesanos (albañiles, carpinteros y herreros), 3 pescadores, 1 mujer y 30 soldados “con lombardas, ballestas y espingardas”, a más de 44 tripulantes.
          Y se levantó la nueva torre
Planta de la torre. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Planta de la torre. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Era de planta cuadrada (Fig. 20) de 8,30 metros de lado, con unos muros de 2 metros de espesor y 20 saeteras y troneras.(Fig. 21)
Saeteras y troneras. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Saeteras y troneras. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Cuando Rumeu de Armas la describe dice que al visitarla él encontró que la plataforma sólo tenía 1,80 de altura, pues se había hundido bastante. Encima iba una segunda planta de mampostería, almenada y, más alto aún, la culminaba un templete de madera con techo.(Fig. 22) Este detalle es muy extraño, si es cierto, pues no concuerda con la construcción militar clásica en Castilla y, lógicamente, en Canarias.
Planta superior y templete. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Planta superior y templete. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
            Si restamos a los 8,30 los 4 metros de muro, nos quedaría en el interior una planta de 4,3 x 4,3, es decir, 18,50 metros cuadrados. Es lógico pensar, por lo tanto, que la torre no sería, en absoluto, un alojamiento permanente, sino que serviría como almacén, puesto de mando, etc. y sólo se utilizaría con la guarnición, o parte de  ella, dentro en caso de grave riesgo. Por tanto, también cabe suponer que a su alrededor se levantaría un pequeño poblado de tiendas, chozas y casetas, rodeado, seguramente, por alguna trinchera y una muralla de tierra y piedras para protección.
          No hubo problemas en su levantamiento y se sabe que el 11 de noviembre, menos de 3 meses después, todos los operarios estaban de vuelta, quedando en Mar Pequeña un presidio o guarnición de 17 hombres.
          La vida continuó desarrollándose con monotonía; la torre servía de base para un incipiente comercio y de apoyo a los pescadores, alterándose de vez en cuando la tranquilidad por las cabalgadas de aventureros incontrolados que encrespaban a las cábilas. A petición de Fajardo, los RR.CC. declararon en junio de 1497 como “zona de paz” las partes de la Mar Pequeña.
          Fajardo realiza un segundo viaje a Santa Cruz de Mar Pequeña en diciembre de ese año y, repentinamente enfermo, muere en la torre. Al año siguiente es Alonso de Lugo, el primer Adelantado, quien, con una importante expedición se traslada a la zona para levantar “una torre sobre el agua”, no se sabe si con la aquiescencia de los RR.CC. o si es que la otra se encontraba en mal estado. Pero es destruida por orden de doña Isabel Peraza por su yerno, un corsario francés.
          La década siguiente sigue la vida de la torre sin incidentes en su papel de factoría comercial y pesquera. Pero en 1509, y por circunstancias relacionadas con movimientos religiosos musulmanes, se empieza a predicar la Guerra Santa contra los invasores españoles y portugueses, Trascurren años de casi permanente alarma en la torre, hasta que en 1517, el 1 de agosto, las tribus bereberes la asaltan e incendian. No se conoce el número de bajas y por tanto si la evacuación fue total o parcial, ni la suerte que pudieron correr los posibles cautivos, si los hubo. Pero algunos evacuados llegaron a Las Palmas dos días después. El Gobernador, que era Lope de Sosa, consigue rápidamente dineros y su yerno, Fernán Darias de Saavedra, señor de Fuerteventura, se pone al frente de la expedición que zarpa el día 8 de agosto; el 10 se recupera la pequeña fortaleza, sobre cuyos restos calcinados se hace ondear otra vez el pendón de Castilla. Durante muchos meses se trabaja en su reconstrucción y se sabe que un año después está de nuevo en servicio.
          Pero el destino no va a ser graciable con la torre. Los repetidos ataques berberiscos que se siguen produciendo y una asoladora epidemia de “modorra” en las islas, que impide el socorro y el refuerzo, son las causas más probables para muchos historiadores de la pérdida de la fortaleza, allá por los meses de junio y julio de 1524. Y aunque Pedro Fernández de Lugo, hijo de Alonso, la reconquiste de nuevo a finales de año, la vida de su guarnición no va a discurrir, precisamente, por un camino de rosas. Por documentos de cariz económico se conoce que el año de la pérdida definitiva tuvo que ser el de 1527. ¿En qué circunstancias? Misterio insondable dicen los historiadores. Lo cierto es que no hay mención alguna de la torre hasta que en 1860 se firme el acuerdo de paz con Marruecos del que hablamos hace un buen rato.
          En 1529 se quejaba amargamente Diego de Narváez, mensajero del Cabildo de Gran Canaria ante Carlos I, exponiendo que el fracaso de una cabalgada, con la pérdida de 70 hombres se había debido a no poder contar con el refugio de la torre, por lo que pedía se reedificara. Pero ya vimos que no se le hizo mucho caso.
          Hoy en día, las ventajas que nos ofrecen los modernos medios de comunicación e información me dieron la idea de hacer una pequeña búsqueda con el programa Google Earth en pos de la localización de los restos de la torre que Rumeu vio con sus propios ojos.
          Volví la atención al mapa de don Pedro Agustín del Castillo y de nuevo me fijé en que la Mar Pequeña estaba en el mismo paralelo que Melenara. Con esa idea en la cabeza y con la ayuda de Google, fui acercándome “desde el infinito y más allá” a la Tierra, buscando Gran Canaria, después más o menos Melenara y mirando hacia el Este hasta que, al llegar al continente, me topé con esta imagen desde 372 kilómetros de altura (Fig. 23), y en la que se divisa claramente la Mar Pequeña.
Desde 372 kilómetros de altura. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Desde 372 kilómetros de altura. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
Y en mi vuelo virtual seguí descendiendo hasta llegar a los 275 metros (Fig. 24) y 115 metros de altura (Fig. 25), en que localicé perfectamente los restos de la antigua torre (Fig.25).
La torre desde 275 metros de altura. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La torre desde 275 metros de altura. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La torre desde 115 metros de altura. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»
La torre desde 115 metros de altura. Foto Blog «Tertulia Amigos del 25 de Julio»

            Y ahí la tenemos…
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          Viera y Clavijo resume para nosotros este capítulo de la torre diciendo que:
               “...quedó abandonado aquel puerto por más de 250 años, reduciéndose todo el derecho de la Corona a la pesca que hacen los habitantes de nuestras islas sobre aquellas riberas, desde la extremidad meridional del monte Atlante, 29º N, hasta Cabo Blanco”.
          Resumiendo la charla:
               a) Hubo más entradas canarias en la Berbería que al revés.
               b) Es muy posible que Ifni no fuese la Santa Cruz de la Mar Pequeña del Tratado de 1860.
               c) Ahí enfrente hay una torrita histórica, olvidada, que también fue España.
          Y termino. Me gusta siempre cerrar estas intervenciones con una nota de ilusión, de esperanza o de orgullo por pertenecer a lo que pertenezco. Pero hoy lo hago con tristeza, porque es triste pensar en que hayan quedado reducidos a la nada los sacrificios, la sangre vertida y las vidas perdidas en aquellos 50 años de existencia de las dos torres de Santa Cruz de la Mar Pequeña y, hemos sobrepasado ya el medio siglo, también en el territorio de Ifni, que, oficialmente, cierto o no, era la Mar Pequeña.
          Acabamos de oír que Viera y Clavijo, en el siglo XVIII, nos decía que el derecho de la Corona se había reducido a la pesca que hacían los habitantes de nuestras islas en aquellas aguas. Hoy no le queda a la Corona, no le queda a España, más que lo que Marruecos quiera acordar con la Unión Europea y las licencias de pesca que el Comisario, el "señor Fisher" de turno, tenga a bien concedernos para que nuestros barcos faenen en esas aguas. Aguas que lamen las costas de lo que fue la Mauritana Tingitana, aquel trozo de la Bética, una provincia de la Hispania Romana primero y de la España Visigoda más tarde, y del territorio de Ifni, que formó parte de la España Contemporánea.
          Ya sólo nos queda un consuelo: encender el ordenador, utilizar el programa Google Earth y acercarse a nuestra mesa de trabajo esa casita que tenemos en pantalla, esa “semifantasmal y heroica” torre, con sus muros calcinados por el ardiente sol sahariano; y entonces dedicarle un recuerdo a quienes, entre 1478 y 1527, lucharon y murieron por mantener bien en alto el pendón de Castilla en su recinto; y a quienes, hace cincuenta y pocos años, también lucharon, derramaron su sangre o murieron para que la bandera de España siguiera ondeando en esas tierras africanas.
          Muchas gracias por su atención
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Bibliografía
- Del Castillo, P.A., Descripción Histórica y Geográfica de las Islas de Canaria (1737)
- Pico, B; Aznar, E; Corbella, D. Le Canarien. Manuscritos, transcripción y traducción. Tenerife, 2003.
- Rumeu de Armas, A. Canarias y el Atlántico. Madrid, 1994.
- Viera y Clavijo, J. Historia de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1982